“HEMOS
VISTO AL SEÑOR”
LECTURAS: Hechos
de los Apóstoles 2,42-47; Salmo; “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque
es eterna su misericordia”; 1ª de Pedro 1,3-9; Evangelio de San Juan
20,19-31.
Durante
los ocho días de la Octava de Pascua hemos estado viviendo la misma realidad y
con la misma intensidad el DOMINGO DE RESURRECCIÓN, por eso ahora vemos cual es
la RAZÓN “su gran misericordia”. Cada
domingo del año será esto… La lectura del
Evangelio de hoy nos muestra, cuál es el contenido e importancia del domingo.
A él se llega como meta y conclusión de toda la semana:
nuestros anhelos, trabajos, fracasos, tareas, logros…. En él se
celebra todo eso en comunidad con el Señor resucitado y en la fuerza del
Espíritu. De él se sale enviados otra vez, pero con nuevas fuerzas a la misión
que consiste en vivir y colaborar con el Reino de Dios en la vida cotidiana
cada cual según su carisma, sinodalmente: “discípulos y discípulas caminando
juntos en salida”. Con cuatro verbos podemos señalarlo: “conocerle”,
“reconocerle”, “reconocerme”, “reconocernos”.
“Conocerle" Gracias
a la experiencia de la resurrección, los discípulos conocen que Jesús no está
muerto. Que el Resucitado es el mismo que el Crucificado (sus llagas lo
muestran) y que sigue teniendo con ellos y con todos las mismas actitudes de
entrega amorosa que lo llevaron a la cruz: “habiendo amado a los suyos, los amó
hasta el extremo” (Jn 13, 1): “nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Este Jesús, crucificado y resucitado, no es
un ausente ni un impotente, lejano y distante. Resucita para continuar su
presencia y su acción liberadora, pero ahora en la plena potencia de su existencia
glorificada.
“Reconocerle” Debido
a este conocimiento, posible por la fe, Tomás lo “reconoce”. No ve solo a Jesús
como antes de su resurrección, ni tampoco lo ve lo mismo. Lo reconoce como Dios
y Señor, títulos reservados al Padre en el AT y que hubiesen constituido, para
un judío fiel como Tomás, una horrible blasfemia, si se los hubiese atribuido a
Jesús, sin esta apertura del Espíritu, a la revelación que iniciaba el Nuevo
Testamento.
“Reconocerse” La
fe es una relación, no una ideología. La ideología se queda en coleccionar
ideas, la relación interpersonal involucra, cambia, transforma la vida y su
curso posterior. Tomás no dice teóricamente que Jesús es Dios y Señor, sino que
lo confiesa: “Señor “mío” y Dios “mío”. Es un nuevo Tomás el que está
naciendo ahora, con una nueva comprensión de su identidad, su proyecto vital,
su tarea, su futuro, incomprensibles ya, e inconcebibles sin el protagonismo de
Jesús resucitado en su existencia.
“Reconocernos” Lo
que la fe ha producido en Tomás y en los otros discípulos, no se queda en una
vivencia individualista. Por ella son constituidos en una comunidad a través de
la cual Jesús sigue salvando. Loa frase sobre el perdón de los pecados, lo
señala. No se trata simplemente del sacramento de la reconciliación
(penitencia, confesión), sino de la labor total de Cristo, el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo, y que se va realizando en toda obra de
superación de las injusticias, las agresiones, las enemistades, los rencores,
las culpabilidades morbosas y produce la reconciliación, la humanización, la
paz.
Para
ver esta obra del Resucitado a través de la vida, celebración y predicación de
la comunidad eclesial el texto de la
Carta de san Pedro, que proclamamos en la segunda lectura, nos
habla de las actitudes interiores de la persona que se van produciendo si
caminamos con fidelidad en este camino de seguimiento del Resucitado: fe,
fuerza, esperanza, alegría en medio de las luchas, vida nueva, premio,
salvación, amor a Jesús aun sin verlo corporalmente.
Y
en la primera lectura de los Hechos de los
Apóstoles, el retrato ideal de lo que debe ser una verdadera
comunidad, nos señala los elementos que nunca deben faltar en esta: la
enseñanza de los apóstoles, la eucaristía (fracción del pan), el compartir y
compartirse para que nadie pase necesidad, la oración en común, la alegría en
medio de las pruebas, y la apertura para recibir como hermanos a los que el
Señor vaya atrayendo a formar familia con nosotros.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.