NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO. DÍA 22 de marzo. DÍA SEXTO.
Jesús
nos anuncia el Reino de Dios a través de parábolas: El Reino de Dios es la presencia de
Dios en el mundo mediante nuestras propias vidas y comportamientos. El Reino de
Dios lo trae Nuestro Señor Jesucristo con su ejemplo, su vida, sus enseñanzas y
la llegada del mismo Jesús Dios y Hombre, que hizo comenzara a dar frutos
agradables a Dios, y siempre en bien de los hombres. Las parábolas son un
género literario, una manera de describir o contar historias que pudieron darse
y que nos dejan alguna enseñanza; en ellas se narra hecho imaginados de los que
se sacan algunos principios para el
comportamiento en la vida o para conocer algo que no se ve
inmediatamente. Jesús, muy cercano y fino observador las utiliza para darnos a
conocer el Reino de Dios. Nos habla del campo y de la siembra, el sembrador, la
semilla; describe a la mujer que está amasando y busca la levadura para
mezclarla en la masa; habla de los banquetes de bodas, las bodas de su propio
Hijo o habla del “buen samaritano” o del “hijo pródigo”. En la Parábola del
Sembrador es Jesús, quien siembra en el
corazón del hombre, la Palabra de Dios es la semilla; quienes están
preparados, la acogen y la cuidan y con la gracia de Dios encontrarán fruto en su corazón. Porque hay corazones que
son caminos pedregosos, otros lugares cargados de espinas y cardos, otros
faltos de humedad: ¿Cómo puede dar fruto un camino seco y transitado por todo
el que quiere? ¿Cómo el terreno pedregoso,
cuajado de ortigas, pinchos y malas hiervas? Y si el terreno no tiene la
humedad suficiente ¿acaso dará fruto suficiente? NO; solo los corazones bien
dispuestos, las tierras mullidas, abonadas y bien regadas darán fruto, unas el
30, otras el 60 y otras 100/100. También
nos explica Jesús que el Reino de Dios
es como la levadura, pequeña pero capaz
de transformar una gran masa; o es como el grano de mostaza, semilla la más
pequeña y sin embargo se trasforma en un árbol con grandes ramas, donde los
pájaros anidan. Jesús trata de presentar el Reino como algo pequeño en
apariencia pero muy rico en frutos si se sigue con verdadera fe. El Reino de
Dios se explica por parábolas de bodas y banquetes nupciales, porque Dios nos
llama a un reino de gozo y alegría como sucede cuando contrae matrimonio un
hijo y, en aquel tiempo, más todavía si era el primogénito. Dios nos tiene
prometido abrir las puertas del Cielo
para que celebremos la Gran Fiesta de su Hijo Jesucristo que se desposa con su
Santa Iglesia, este pueblo que estáis aquí reunidos, pueblo santo de Dios por
el cual vino Jesús a sanar a los pecadores y dar la abundancia de vida que con
su muerte y resurrección n os ha ganado. El Reino de Dios se caracterizará por
la alegría y el gozo, por el disfrute de una fiesta.
Son
preciosas las Parábolas que nos hablan de “el tesoro escondido” o la de “las
perlas preciosas que busca un mercader”. Quien descubre un tesoro en un
terreno, va y vende todo lo que tiene para comprar aquel campo porque bien sabe
lo que hay escondido en él. Y si un mercader, que negocia en perlas finas,
encuentra una de gran valor la Perla Preciosa, va y vende todas las que tiene
por tal de adquirir la de gran valor la
Perla Preciosa. Nos invita el Señor a dejarlo todo con tal de adquirir lo que
realmente llena nuestras aspiraciones, nuestro corazón, aquello que puede dar
satisfacción a los verdaderos valores y sabemos que ello está solo en Dios y en
su enviado Jesucristo. Aquí viene bien recordar a Santa Teresa: “nada te turbe, nada te espante…quien a Dios
tiene nada le falta…Solo Dios basta, solo Dios basta…La paciencia todo lo
alcanza, quien a Dios tiene nada le falta” ¡Solo Dios basta!
Las
Parábolas de la oveja perdida o de la moneda desaparecida en la casa, se
convierten por una parte en consuelo para nosotros y por otra en llamada para que sigamos ese ejemplo. Pensad
cuantas veces nos hemos separado del rebaño y apartado del Buen Pastor; pero no
temamos, pues Jesús sale a nuestro encuentro, nos busca hasta hallarnos, y
entonces, loco de alegría, nos echa
sobre sus hombros y celebra una fiesta con los amigos y parientes, diciéndole
“alegraos y hagamos fiesta que he encontrado la oveja perdida” y todo porque
nos ha encontrado. Y algo parecido con la moneda, la mujer barre y busca,
limpia y examina rincones y cajas hasta que la encuentra y entonces con mucha
alegría se prepara para celebrarlo con amigas y familia. ¡Cuánto gozará el
Señor, Ntro. P. Jesús, porque volvamos a Él y en un ENCUENTRO de Amor, nos
fundamos en un abrazo de Amor, mediante la Confesión Sacramental. Todavía antes
de Semana Santa!
Otras
parábolas o ejemplos de Jesús, nos quieren dar a conocer el corazón del Dios
Padre, que Él mismo ha venido a traernos con el ejemplo de su vida. Este Padre
sale al encuentro del hijo que le exigió la herencia y, hecho con ella, lo
abandonó, se marchó a lejanas tierras, donde vivía en gran necesidad; vuelto en
sí dice: “me levantaré, volveré hasta mi Padre y le diré he pecado contra el
cielo y contra Ti…” “no soy digno de llamarme hijo tuyo, trátame aunque sea
como a uno de tus jornaleros”; se trata del hijo derrochador, que nos
representa, y el Padre Generoso imagen del Dios Verdadero,
quien perdona y se abre a su hijo hasta comérselo a besos, basta que este se
arrepienta y vuelva a su Padre. Volvamos nosotros, todavía en estos días que
nos quedan de Cuaresma, con el corazón arrepentido: “si me levantaré, volveré
junto a mi Padre”
Recordáis
el relato del Buen Samaritano: Estamos en el camino de bajada de Jerusalén a
Jericó, en una de las curvas cerradas, se encuentra una persona mal herida; ya
han pasado más de uno a su lado y hasta han podido oír los gritos de dolor;
bastantes pudieron verle por la pendiente de la senda, pero nadie se ha parado
a socorrerle, algunos iban con prisa
hacia el Templo, no querían llegar tarde. Pero he aquí que un “Samaritano” se
mueve a misericordia, tal como nos dice el ejemplo, los samaritanos tenían mala
fama, pero aquí las apariencias, como muchas veces, engañan. En realidad es
Jesús mismo quien se detiene ante el
hombre asaltado y herido a la vera del camino; aquel hombre a quien los
bandidos habían despojado de todo, y aunque no fuera de su propia condición
social o religiosa, ni conocido o familiar, le presta todos sus servicios, le
cura derramando vino sobre ellas para limpiarlas y empapándolas con aceite para
suavizarlas, le lleva hasta la posada y le cuida él mismo; después deja dinero
para que otros continúen cuidándole, hasta que vuelva por allí y se haga cargo
del herido y de todos los gastos que engendre su estancia y curación. ¡Cuánto
podemos aprender! Y ¿Cómo no vamos a querer a un Padre Dios que actúa así!
Piensa que si algún día te encuentras tirado en el camino de la vida, te
sientes abandonado y despojado de todo, ¡¡ vamos ¡! que te ves hundido y sin
fuerzas, mira al BUEN SAMARITANO JESÚS y déjate curar y cuidar por Él, déjate
querer, no saldrás perdiendo, al fin de cuentas… Él es NUESTRO PADRE JESÚS EL
ABUELO.
Este es el Dios que nos ama
Clavado
en la Cruz quedó de tal manera
Para
que nunca pudiera rechazarnos,
Pies
y manos sujetos a la madera
Y
el corazón traspasado por la lanza,
El
perdón sostenido entre los labios
Y
el corazón cargado de amor al infinito
Pues
un Dios que asume nuestra carne
Es
capaz de llegar hasta la muerte
Y
quedarse con nosotros para siempre
En
el vino y el pan de los altares.
Antonio Aranda Calvo