LECTURAS: Jeremías 17,5-8; Salmo 1,
“Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor” Segunda a Corintios
15, 12. 16-20; Evangelio de Lucas 6, 17-20.26.
Se
ha venido trabajando durante la semana en las Comunidades Cristianas en torno a
la CAMPAÑA CONTRA EL
HAMBRE que lleva
adelante la asociación Cristiana “MANOS UNIDAS” fundada por un grupo de mujeres cristianas
desde su condición de miembros de Acción Católica. La labor que realizan es
verdaderamente encomiable: bajo programas del desarrollo de los pueblos, de las
familias y de la persona, llevan a cabo una serie de proyectos en que los
mismos grupos necesitados son los protagonistas de su propio progreso…El lema
podría resumirse en esa frase conocida “no les des los
peces para que coman, dales una caña y enséñales a pescar”. En
este domingo se concluye la Campaña y celebramos en la Acción Litúrgica de la
Eucaristía la fraternidad con Cristo y con nuestros hermanos más necesitados.
Podría ser bueno reflexionáramos sobre ello, pues además el Evangelio de hoy comienza con el «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados” ¿Qué sentido tienen estas bienaventuranzas?
No
se trata de alegrarse por ser pobre, o por estar hambriento, o por llorar,
tampoco se trata de resignarse. ¡Dios no quiere la pobreza! La dicha que brota
de estas Bienaventuranzas tiene su base en que Dios está al lado de esas
personas, que se inspiran en ellas y que su Reino les pertenece aquí y ahora.
Por el contrario, los “ay” que Jesús dirige a continuación nos advierten para
que no nos dejemos seducir por las riquezas, por el poder y el placer etc. y
para que no olvidemos a los necesitados
y desvalidos.
Situados
aquí podríamos distinguir el “hambre de pan” y el “hambre de
humanidad”:
1.-Bien conocemos por estadísticas, informaciones de los medios
y otras, que “el hambre de pan” en el mundo es la verdadera plaga de nuestro
tiempo; la responsabilidad personal e individual queda muchas
veces disimulada por la pregunta ¿y yo qué puedo hacer?... pero no podemos
cerrar los ojos a la vergüenza que debería suponer el HAMBRE en una sociedad
llamada “del bienestar”, en la que sobran
tantas cosas, en la que los alimentos están en contenedores de basura y en la
que se gasta para la guerra lo que esos pueblos hambrientos necesitarían para
satisfacer sus necesidades corporales básicas. Por otra parte el ambiente, del
que estamos presos la mayoría, es el de tener más, el gozar y pasarlo bien,
destrozando, a veces, hasta la naturaleza de la que, según el plan de Dios,
podemos y debemos de vivir todos.
Se
nos llama a trabajar por un justo reparto de los bienes de la tierra, de los
adelantos conseguidos por la
inteligencia humana, de todos los bienes materiales que tenemos en el mundo desarrollado y que hacen bien a la
persona. Por nuestra
parte en este día de la Campaña contra el hambre seamos generosos para
colaborar con la Asociación “Manos Unidas” y en los proyectos que se llevan a
cabo a través de nuestras propias Parroquias o Arciprestazgos.
2.-Pero no es menos grave el hambre de humanidad, en la que incluyo como carencia básica el hambre de Dios. El ser humano no se satisface sólo con el pan de cada día, necesita el desarrollo humano integral, de mente, afectos, convivencia y la apertura a lo divino, a lo trascendente. La apertura a Dios, que da sentido a la vida y respuesta a los porqués profundos de nuestra conciencia. Y con ello, realidades como la educación-enseñanza, la salud, la cultura en el más amplio sentido, la acogida de los niños y ancianos, el cuidado de los enfermos más allá de lo sanitario… todos estos son aspectos que nos han de interesar y como cristianos tenemos que luchar por que la humanidad llegue a disfrutarlos.
Pero en
este mundo más humano que se nos
llama a construir, hemos de tener muy presente el anuncio del Dios misericordia
y amor, que desea seamos felices y nos espera en el Cielo. El verdadero Dios
que ha deseado compartir con nosotros nuestra propia realidad y se ha hecho
hombre en Jesús hasta la muerte… y muerte en Cruz, pero Resucitado nos da la
esperanza de la Vida en felicidad plena. Nos promete nuestro desarrollo pleno
en la felicidad que nunca termina.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.