LECTURAS: Primera Lectura: Profeta Isaías, 58, 7-10. Salmo 111: “El justo brilla en las tinieblas como una luz”, Segunda Lectura: 1ª Corintios 2,1-5. Evangelio de San Mateo 5, 13-16.
El pueblo de Israel pensaba contentar a su Dios con largas oraciones y ayunos ya establecidos; sin embargo la llamada del profeta va por otro camino: Dios pide que, al relacionarnos con Él, miremos también al prójimo, en especial al más necesitado (“nadie puede decir que ama a Dios a quien no ve, si no ama al prójimo al que ve”) Isaías delata una espiritualidad vacía, de muchas apariencias pero de poco compromiso con la vida, con los hermanos y con la realidad creada…El Señor nos mandó ya en el Génesis: “creced y multiplicaos… cuidad de todos los bienes de la tierra (el hombre puso nombre a todos los animales y a todas las cosas, señal de su dominio y señorío sobre ellas (él era el dueño y señor) las cuidaba y servían para él (Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder…??? Lo coronaste de gracia y de poder, todo lo sometiste bajo sus pies).
Isaías es exigente en el texto leído, basta repasar alguna frase: “Parte tu pan… hospeda al pobre… cubre con tu ropa al que veas desnudo…Entonces surgirá la luz en ti, enseguida curarás tus heridas… si pides algo Él te lo dará”, se trata de que desaparezca la opresión, la calumnia, consolar el alma afligida…
El testimonio que hemos de dar sobre Cristo se parece a la luz que brilla en las tinieblas…así debemos brillar en nuestra sociedad, no para resplandecer, sino para que Cristo sea conocido y amado. El Salmo nos lo recuerda y se convierte en oración para interceder ante Dios.
El Evangelio nos habla de que somos sal y luz (la sal da sabor y hace el alimento apetecible… la luz ilumina y hace posible que camines seguro). Sal y Luz son dos símiles para significar el Evangelio, la Buena Noticia, se pueden traducir por la luz de la fe y el gusto en el seguimiento de Cristo. Debemos, en primer lugar, profundizar esa fe, saborear la vida en Cristo, avivar nuestra vida cristiana personal y comunitaria; en segundo lugar, mostrar la luz de nuestra fe, el sabor de la vida cristiana, a nuestros hermanos y a la sociedad en que vivimos. (Dándola no disminuye sino que crece; disminuirá, más bien, si no la alimentamos con las buenas obras y la guardamos en el “baúl de los recuerdos”). Esas buenas obras son la sal de la tierra que unidas a la luz son la fe y el amor que Cristo nos ha donado.
La segunda lectura es de San Pablo en la 1ª Carta a los Corintios; el Apóstol nos sitúa en su lugar a la hora de dar testimonio como luz y sal…, son unas comparaciones que aparen en el Evangelio, que hemos escuchado. Pablo nos dice que llegó pregonando a Cristo, no con sublime elocuencia o sabiduría, nunca se preció de saber algo sino a JESUCRISTO Y ESTE CRUCIFICADO. Pablo, sin fiarse de sus habilidades humanas, más bien humilde y hasta con miedo de sí mismo y de su poderío, predica hasta con temblor… es consciente que sólo puede confiar en el poder de la Palabra y en la fuerza del Espíritu, así la fe que surge en los Corintios no es fruto de poder humano sino don de Gracia de Dios, así San Pablo se convierte para nosotros en ejemplo para la misión evangelizadora: Cristianos Apóstoles de Cristo.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.
