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miércoles, 22 de marzo de 2023

NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO 21 de marzo. QUINTO DÍA.

 



NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO 21 de marzo. QUINTO DÍA.

Jesús se acercó a nosotros para hacernos el bien. Se manifestó siempre muy cercano a los más necesitados, pobres y humildes. Compartió la vida con sus vecinos y familiares, con quienes encontraba por los caminos y en los pueblos, con la gente en general y era consciente de que su Misión era mostrarles el Amor de Dios, hacerse Él mismo Amor y entrega por ellos.  Se acercaba, en especial, a los enfermos para sanarlos en su cuerpo, a los leprosos para limpiarlos, a los paralíticos para hacerles andar, a todos para darles paz y esperanza en su espíritu. Todo lo hace bien, decían sus seguidores, ayuda a los menesterosos, sana a los afectados por miserias y a los tullidos, expulsa a los  demonios, resucita a los muertos. Ni sus enemigos, escribas, fariseos y sacerdotes, podían negar la bondad que resplandecía en su mirada, la paz que provocaba su palabra, la tranquilidad y sosiego que producía su presencia. El buen obrar de Jesús y sus maravillosas obras eran signos de la ternura y humanidad que se albergaban en aquel Corazón, tan divino y tan humano, con tanta calidad que no podía actuar de otro modo más que derramando misericordia y clemencia. Todos conocían su trayectoria y todos a través de Él sentían la llamada de Dios a seguir el mismo camino. Nuestro San Juan de la Cruz, lo dice bellamente así: “Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura”.  Una mirada a los Evangelios nos muestra cómo Jesús acoge a todos, y con preferencia a los más pobres y necesitados. Pongamos nuestros ojos en Jesús y aprendamos de Él a servir a Dios y al prójimo de la misma manera. Vayamos ahora a ejemplos concretos: ahí tenemos al ciego de Jericó, tirado en la cuneta del camino por donde pasaba Jesús, estaba pidiendo limosna, oyó un tropel de gente, el que circulaba a su vera y nadie le hacía caso; pero conforme avanza Jesús, siente su presencia, comienza a gritar y a suplicar ¡Jesús de Nazaret, ten piedad de mí! Ahora sí, los que caminaban les mandan callar, pero Jesús lo escucha, siente con el ciego y se compadece de él; pide que se lo  acerquen, lo toca y le pregunta ¿qué quieres que haga contigo? ¡Señor que vea! Jesús está tocado en su corazón, y con dulzura le responde: Tu fe te ha curado; aquél hombre no solo recobró la vista, sino que pasó a ser dueño de sí mismo, libre para caminar y hacer, conocedor de la vida que le rodeaba, la luz ha entrado en sus ojos, percibe los colores, las formas, la belleza de las cosas, de toda la creación y de los seres humanos, las personas; este Bar-Timeo ha nacido de nuevo, ya es otro, pero sobre todo por lo que vale más que nada, se ha encontrado con Jesús, camino, verdad y vida, la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, “el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. En Jerusalén encontramos a otro ciego, aquel de quien se dice ser “ciego de nacimiento”; había vivido siempre en la oscuridad, también quizá en la negrura del espíritu; es aquel en quien discípulos se fijaron y se plantearon la cuestión de quien habría pecado para nacer ciego, si él o sus padres… y escucharon de Jesús que los males físicos no tienen que ver con el pecado, sino que había nacido ciego para que se manifestaran en él las obras de Dios, “mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. La intervención de Jesús liberó a muchos de cargar con el pecado, la ruptura con Dios, como respuesta al defecto o limitación natural propia. El ciego sigue lo que Jesús le manda y después de lavarse en la piscina de Siloé, vuelve con vista; entre los que les conocían hay dudas para identificarle, ni siquiera los propios padres quieren reconocer lo sucedido, porque temen proclamar a Jesús el Anunciado por los Profetas, tampoco las autoridades quieren aceptarlo, sin embargo el ciego defiende su propia curación, la intervención milagrosa de Jesús y que Él sea el Mesías: “yo solo sé que era ciego y ahora veo”, que aquel hombre me devolvió la vista, pero además supera la ceguera espiritual y descubre que aquel hombre es el enviado de Dios y confiesa ¡Creo, Señor! El paralítico de la piscina de Siloé, es otra muestra de la cercanía y misericordia del Señor; llevaba muchos años esperando el movimiento de las agua, nadie le hacía caso, y allí tumbado pasaba la vida sin sentido, pues  ya había perdido la esperanza; pero Jesús lo descubre, lo mira, entra en su corazón, ve su necesidad, le pregunta si quiere ser curado y le manda coger su camilla y marchar a casa;  así Jesús, una vez más, se salta las leyes naturales y religiosas, las costumbres y las normas, en bien del hombre, que es lo más importante para Dios, ¿“qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder… lo hiciste poco inferior a los ángeles…?. Fueron muchos otros paralíticos, endemoniados y leprosos, en todos, la intervención de Jesús, no solo fue la curación física, sino el entrar en contacto, el ENCUENTRO con Jesús: poderle mirar y contemplar, ver su Rostro y que quedara impreso en su alma. El Evangelio nos cuenta hasta tres resurrecciones que realizó Jesús a la vista de sus seguidores: el hijo de la viuda de Naín, la hija de Jairo, el Jefe de la Sinagoga y Lázaro, su amigo  y hermano de Marta y María. En el primer caso ni siquiera hay petición o súplica para que realice el milagro; Jesús se encuentra con el cortejo: una mujer viuda que pierde el único hijo, queda sola, va destrozada y un gran gentío le acompaña, estamos a la salida de la ciudad de Naín. A Jesús se le conmueve el corazón, ese corazón bondadoso tan igual al de su Madre; quizá se acordara de Ella en aquel momento, un día quedaría también sola y en aquella sociedad, una mujer que no tuviera hombre que le defendiera, estaba perdida; era el caso de la Viuda de Naín y cuando llegara el momento, su Madre, aunque María fue dada como Madre a la Iglesia. Jesús detuvo a los que llevaban el féretro, y aquel joven fue devuelto vivo a su madre. La hija de Jairo, jefe de la sinagoga,  este se ha enterado de las obras de Jesús y su hija, una muchacha joven, de unos 12  a 13 años, está muy grave; los amigos interceden a favor de Jairo, aunque Jesús está ya dispuesto a bajar a la casa y devolver la vida a la niña, para regocijo de todos y anuncio de du futura resurrección. En el camino avisan “La niña ya ha muerto, ¿para qué molestar al Maestro? Paro Jesús sigue adelante porque bien sabe lo que ha de hacer. La casa es un espectáculo, amigos, familiares, lamentos de plañideras, llantos, gente que va y viene. Jesús llega ala estancia, solo los padres y quienes le acompañan; la toma de la mano “niña, a ti te lo mando levántate y anda” Lázaro, hermano de Marta y María, los tres amigos queridos de Jesús; ahora Lázaro cae muy enfermo, al poco muere, avisan a Jesús, pero el recado no llega, o él se entretiene o se trata también de que a través de este hecho se va a mostrar la gloria de Dios. Marta y María no entienden, pero mantienen la fe en Jesús. Llega Jesús, y tanto les quiere que se echa a llorar. Después de dar la gran lección “Yo soy la resurrección y la vida el que cree en mí no morirá para siempre” ¿Vosotros creéis esto? Lo creemos nosotros? Pues esta es la llamada principal de Jesús en nuestro ENCUENTRO, esta es la finalidad de toda la Semana Santa: Proclamar, experimentar, vivir y cantar gozosos la RESURRECCIÓN DEL SEÑOR  

          Lo característico de las curaciones de Jesús es que van dirigidas a los más pobres y menesterosos, los que tienen fe y confianza, de tal modo que la Fe arrancaba el milagro y el milagro arrancaba la Fe. Las resurrecciones tienen el sentido de ser anuncio de la suya propia. Jesús se expuso ante los poderes, cuando por sanar al necesitado se saltaba la Ley, curando en sábado o acogiendo al leproso. El milagro de la multiplicación de los panes fue para saciar el hambre de muchos hambrientos que iban tras Él y a la vez les anunció el pan de vida; porque Jesús al curar el cuerpo no se olvidaba de sanar el espíritu, “Tus pecados quedan personados”, después “coge tu camilla y vete a tu casa”. Jesús no rechaza a nadie por su condición social, o como los publicanos que eran  tenidos por gente de mala vida. Las multitudes que le seguían eran pobres; tampoco rechazaba a los niños, aunque molestaran, ni a las mujeres aunque tuvieran mala fama. A todos nos trata con amor y bondad. ¡Gracias Jesús!

Mirarte, Jesús Nazareno,  Nazareno de Jaén, Abuelo.

Volverme junto  a Ti, mirar tu cara,

Dejarme iluminar por la luz que sale de tus ojos, y así seguir tus pasos.

Encuentro con Jesús, que el alma llena, y deja satisfecho el apetito,

Y a la vez ansiando más de tu mirada, de tu luz y tu presencia.

Encuentro en el Amor de Jesús, que es llama misteriosa, portadora de luz,

Que envuelve y embriaga: a la vez que enciende, apaga,

Aquí destruye, allí restaura, ahora enardece, después amaga.

¿Qué será, divino Jesús, mi Nazareno?  ¿Será presencia o será llama?

Amor que me regalas con tanto calor y colorido, que me fundes en Ti

Jesús  Nazareno Bendito

Y me iluminas, haciéndome llegar al infinito.

Antonio Aranda Calvo.

 

 


EN LA FIESTA DE LA VIRGEN DEL CARMEN 16 de Julio.

  (Dedicado a los fieles de Monte Lope Álvarez en la Fiesta de su PATRONA )   !VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN! ¡Virgen del Carmen! Reina de mares...