LECTURAS: HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10, 34. 37-43; SALMO 117 “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegrías y nuestro gozo”. SAN PABLO A LOS COLOSENSES 3,1-4. EVANGELIO DE SAN JUAN 20, 1-9.
Domingo de Gloria, Domingo de Resurrección.
Amanece el tiempo de Pascua. La experiencia de la Resurrección es tan grande y
tan fuerte que sigue resonando en la Iglesia a pesar de los siglos, y llega hoy
hasta nosotros, estallando en cantos de gozo en los templos, en nuestras calles
y sobre todo en nuestros corazones.
La Resurrección está en las raíces y en la identidad de nuestro
ser cristiano…los seguidores de Jesús.
Es nuestro sello y muestro punto de referencia; pero también es la fuente a la
que debemos volver para renovar nuestra fe, porque la Pascua nos empuja a nacer
de nuevo, a dejarnos engendrar por el Padre Dios que, sacando a su Hijo Jesús
de la oscuridad de la muerte, lo hizo vivir para siempre como Señor y
Salvador.
Amanecer en Pascua es más que celebrar unos ritos o recordar
costumbres desde la nostalgia o el lamento.
Es volver a vivir la experiencia de la vida del Resucitado desde dentro,
haciéndola propia, acogiéndola hasta el punto que nos cambie en lo profundo y
escondido del corazón, que nos contagie la fuerza de su alegría, el coraje de
su esperanza y la luz de su vivir en el Padre.
El Evangelio de hoy nos pone en marcha:
Pedro y Juan corrían hacia el Sepulcro y lo encuentra vacío: la prueba de que
ha resucitado. Los de Emaús vuelven corriendo a dar la noticia… de que ha
resucitado… La Magdalena correrá a anunciar a los Apóstoles “HA RESUCITADO Y ME
HA DICHO ESTO…” al final todos se dispersan para anunciarle al mundo entero,
porque “seréis mis testigos”.
La Pascua nos descubre quien fue y quien es Jesús: él pasó
haciendo el bien, curando, echando demonios y sanando los corazones… AHORA
HA VENCIDO A LA MUERTE Y ESTÁ SENTADO JUNTO AL PADRE, DONDE NOS
AGUARDA.
La Pascua nos empuja a ser testigos.- Al igual que en los Apóstoles, también
en nosotros se cumplen las palabras de Jesús: "Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda la creación" San Marcos 16,9-15.
Como siempre María Santísima está con nosotros, para
darnos la Esperanza y la Alegría, que Ella misma sintió aquella mañana de
Resurrección.
La Pascua nos urge a cambiar, buscando otros bienes:
“Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba”, no os
entreguéis a la vaciedad de las cosas materiales y mundanas porque nuestro
auxilio es el Nombre del Señor.
La Pascua nos exhorta a vivir despiertos:
Sabemos que ha de volver y por eso, en el momento central de la Eucaristía, le
aclamamos “¡Ven, Señor Jesús!” así que estemos despiertos, no sea que nos
encuentre tan desorientados y confundidos que no nos demos cuenta de que “está
ahí… a la puerta” y entonces quedemos fuera… no podamos entrar a la Bodas del
Cordero.
La Pascua nos pone en movimiento:
Esto es llenarnos de Él, correr hacia nuestros hermanos y anunciarles la Buena
Noticia, salir por los caminos y descampados para buscarle quienes llenen el
Salón de Bodas…Estar allí, ver y creer.
Antonio
Aranda Calvo.- Sacerdote.