NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO 24 de marzo. DÍA OCTAVO.
Demos un repaso esta tarde a la Pasión
del Señor: Última Cena.
Pasión y Muerte de Jesús. Sepultura. La Madre Dolorosa. Estamos finalizando la
Novena; todavía tenemos que afrontar y
mañana La Resurrección Gloriosa. Jesús llegó a Jerusalén con el ambiente
festivo de palmas y olivos pero, a la vez, con el rencor crecido y mayores
intrigas contra su Misión y su Persona, por parte de Fariseos, Sacerdotes y de
Judas. Llegamos a la Última Cena. Los discípulos con Jesús celebran el rito
judío, el Cordero Pascual con todos los salmos y ceremonias propias. Llega la
Despedida y el Amor de Jesús llegó hasta el extremo, su servicio más vivo y
humilde: el lavatorio de pies. Ahora su mandato “amaos como yo os he amado” y
lo que nadie podía imaginar: el que se hizo hombre como nosotros, su Cuerpo lo
hace Pan, su Sangre la hace Vino; Cuerpo partido y Sangre derramada que serán
entregados por nosotros y por muchos para la salvación; y completa cuantas
veces lo hagáis hacedlo en Memoria Mía.
Marcha al Huerto de los olivos, allí vislumbra su Pasión, hasta sudar
sangre; nos pide acompañarle y rezar con Él. Ya de noche, Judas, al frente de
una patrulla, con un beso lo entrega y todos le abandonan. Comienza una serie
de injurias contra su persona, contra su dignidad de hombre y su majestad de
Dios; Pedro le niega tres veces, Jesús le miró y lloró amargamente; los
esbirros le abofetean, escupen su rostro, le azotan y blasfeman, hasta coronarlo de espinas. Se burlan de él y
así también se burlan de Dios. Lo condena el Sumo Sacerdote, lo condena el
poder romano Pilato y el mismo mequetrefe de Herodes, lo condena el pueblo que
grita ¡Crucifícalo! Lo desprecian frete a Barrabás. Así carga con la Cruz
camino del Calvario, llevando la Cruz y el Cirineo detrás. Aquí tenemos ya a Nuestro Padre Jesús
Nazareno, el Señor de Jaén y de nuestras
vidas. En el camino al Calvario, Vía Dolorosa se le llama ahora, Jesús ha
encontrado varios consuelos: Nuestra Verónica que le ha confortado
y limpiado las heridas con inmenso amor y piedad, por lo
cual recibió el regalo de su Divino Rostro plasmado en el paño y que ahora,
leyenda, tradición, misterio, regalo de Amor, tenemos en nuestra Catedral de
Jaén. ¡Cómo me gustaría que “las verónicas” aprendieran de La Verónica a amar a
ese reo, Jesús Nuestro Salvador, y les mostraran su cariño dándole a conocer y
haciendo que otros le amen. También un grupo de mujeres le
confortaron y limpiaron las heridas;
Jesús les devolvió el consuelo para ellas y para sus hijos, en ellas estabais
todas representadas y Nuestro Padre Jesús con el Amor que os profesa os manda también
hoy un consuelo, para vosotras, un abrazo para vuestros hijos, para todos los
vuestros ¡No dejéis nunca de quererle! Finalmente, pero lo más valioso, su
Madre, María Dolorosa, Nuestra Señora… apareció a la entrada de un
callejón, cuando todavía Jesús estaba a cierta distancia, Ella le contempló más
con el alma que con sus ojos, mientras la espada de dolor se iba clavando en su
corazón; pero la esperanza en la resurrección gloriosa, los mismos ojos de
Cristo la instalaron en su ser ¡Madre Dolorosa, cuya Imagen creada por su autor
en este Templo, lo presides desde hace unos cuantos años, míranos bondadosa, y
haz que sintamos el dolor de haber ofendido a tu Hijo, nos arrepintamos de
nuestros pecado y, llenos de esperanza, con una buena confesión nos pongamos en
paz con Él y contigo. A primeras horas de la tarde, Jesús llega hasta el
Calvario, la Cruz y los clavos preparados, los sayones dispuestos a cumplir su
oficio, le despojan de sus vestidos y queda desnudo; sin cuidado y sin
miramiento de ninguna clase le van clavando al leño seco y rugoso… ¡qué
diferencia al mimo con que nuestras camareras, hermanos e invitados de la Cofradía van mudando los
vestidos, la túnica y el manto a Nuestro Padre Jesús cada vez que le cambian!
Ha quedado sujeto a la Cruz, ya está elevado sobre ella y comienza a atraer
todo hacia sí, pero antes nos ha de dejar su Testamento salvador y dolorido,
aunque, como siempre en JESÚS, “testamento lleno de Amor”.
En ese testamento estás tú, estamos
nosotros, está la humanidad entera, firmado con su Sangre y escrito con
Palabras que parten el corazón, he aquí: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen”. Esto
nos dice a nosotros en esta tarde, es la primera donación que nos hace en su
última voluntad, el perdón. “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” Padre
Jesús Nazareno, quiero heredarte en esta promesa, y como estoy tan convencido
de tu fidelidad, de que tu Palabra no falla, estoy seguro que nos encontraremos
contigo en el cielo, estos pecadores que un día se sintieron honrados con pertenecer a la hermandad de Jesús Nazareno,
el Abuelo de Jaén. “Mujer, he ahí tu hijo. Hijo he ahí a tu Madre.
Maravilloso regalo: Me das a tu madre como madre mía. ¡Cómo el corazón se llena
de emoción y ternura! ¡qué tesoro nos dejas, Señor! La mujer vestida de sol,
con la tierra a sus pies y coronada de estrellas, es mi madre…con lo cual estoy
revestido de Dios, puedo vencer todo lo mundano que me aparte de Él y la
Gracia, el Amor y la fuerza del Espíritu me llenan… y todo ello porque Tú,
Virgen María, eres mi madre y yo tu hijo. “Dios mío, Dios mío, por qué me
has abandonado”. Jesús sientes hasta el abandono de Dios, de tu Padre
nuestro Padre Dios, pero Dios quiere probarte hasta el extremo y Tú no pierdes
la confianza. Gracias Jesús por esta nueva herencia, la Confianza en el Amor de
Dios que nunca falla. “¡Tengo sed!” Padre Jesús, pienso que tengas ser
de agua, tu boca en la Imagen está entreabierta, como seca por la sed, pero Tú
quieres decirme algo más…Tengo sed de Ti, te quiero y espero que me respondas;
soy capaz de todo por ti y veo que algunas veces no me haces caso, he aquí la
sed de donde me viene. Yo quiero desearte a Ti, Señor, tened sed de ti, de tu
mirada, de tu palabra, de tu luz y de tu gracia. Padre Jesús, Abuelo de Jaén,
riega también nuestros campos, llena nuestros pantanos y dale corriente a los
ríos que llevan las aguas. ¡Danos tu el agua de tu Gracia, Señor! “Todo está
consumado” Tu Amor, Jesús, sigue vivo, pero ya lo has repartido para todos…
esa maravillosa herencia que nos has dejado en el testamento que estamos
terminando de leer. Ayúdanos a conservar tu herencia, a compartirla con
nuestros hermanos, a darle parte de ella a quien pueda sentirse perjudicado…
pero que todos sepan que tu herencia, divina herencia es AMOR. “Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu”. OH Jesús, Padre Bueno, mientras así lo
quieras, permaneceré en este mundo para dar testimonio de Ti, hablar de tu
Persona, tu Mensaje, tu estilo de Vida; cuando así lo quieras llévame hasta Ti
para que con tus santos te alabe por lo siglos de los siglos. Que allí nos
encontremos y que nuestras últimas palabras antes de nuestra muerte sean:
¡Jesús y Dios mío, te amo con todo el corazón, en tus manos encomiendo mi
espíritu. Terminemos con una oración en silencio, ferviente y salida
del corazón, que nos ocupe por unos momentos, cargada de sentimientos de amor
hacia nuestro Señor Jesús y su Madre Santísima de los Dolores.
ORACIÓN.- ¡Dulce Jesús Nazareno, Dios y Redentor mío, que llevas sobre tus
hombros la cruz y caminas al Calvario para ser clavado en ella! Yo pecador soy
la causa de tu Pasión dolorosa. Te alabo y te doy gracias, porque como manso
cordero, cargaste el madero de tu suplicio, para expiar mis pecados y los del
mundo entero. Perdóname, ¡buen Jesús! Reconozco mis culpas y tu bondad inmensa
al borrarlas con tu preciosa Sangre. Te amo sobre todas las cosas y prometo
serte fiel hasta la muerte. Sostenme, oh buen Jesús, con tu gracia y condúceme
por el camino de tus mandamientos a tu reino celestial. Así sea.
ORACIÓN A María, María Santísima de los Dolores, a la que acompañamos en tus
momentos de dolor y le pedimos que intercedas por nosotros: Afligida por
las palabras de Simeón. Temerosa por cuanto sufriste e la huida a
Egipto. Turbada por haber perdido a Jesús en el Templo de Jerusalén. Llena
de amargura al ver al hijo cargado con la Cruz. Afligida al ver
morir a su hijo en la Cruz. Dolorosa, María Santísima de los Dolores al
tener entre tus brazos a tu amado Hijo. Virgen de la Soledad, cuando
dejaste a tu Hijo en el sepulcro; pero VIRGEN DE LA ALEGRÍA CUANDO LE VISTE
RESUCITADO-
Antonio Aranda Calvo