20 de marzo: CUARTO DÍA. NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO.
LA FAMILIA A LA LUZ DE JESÚS EN NAZARET.
Avancemos
en la contemplación de Jesús para un ENCUENTRO PLENO CON ÉL. Nos detendremos en
una de sus más bellas facetas de su vida: Jesús escogió para venir a este mundo
una familia y después crecer y
desarrollarse en el hogar de Nazaret.
Jesús vivió unos 30 años en el humilde hogar de Nazaret con su madre María y
con José, su esposo, que hizo las veces de padre legal, cuidándolo con esmero y
delicadeza, colaborando con Dios para sacar adelante a aquel tesoro y mostrarlo
a nosotros para imitarlos. Este sencillo
hecho nos muestra, la importancia para Dios de la Familia y del Hogar, ya que
el Señor Jesús escogió este medio para su desarrollo Natural, físico, cultural,
religioso y humano. Jesús pensó que la familia y el hogar son el mejor ambiente
para educar a un niño y desarrollarlo hasta la juventud y la adultez; aunque
Jesús fuera el Hijo de Dios, Nuestro Señor se dejó educar por María y José, por
sus abuelos, tíos y familiares, quienes ciertamente eran menos que el mismo
Jesús, enviado por Dios para nuestra salvación, pero que al tener la misión de
educadores en familia Jesús los obedecía y compartía su vida con ellos en todo.
En Nazaret llevó, Jesús, una vida sencilla, tanto que sus paisanos se
extrañaron, al saber qué hacía obras maravillosas. A Nazaret había llegado la
fama de Jesús: sus milagros, sus
Palabras, aquellas respuestas ante los doctores de la Ley, los escribas y
fariseos y esto cuando entre ellos había sido un niño como los demás, con sus
juegos y sus gracias, y un joven que cumplía sus deberes familiares, religiosos
y vecinales. Pero un día, en que Jesús llegó a Nazaret y después de descansar
en casa, junto a su Madre, salió a la Sinagoga, rodeado de los discípulos y de
gente que le seguían y hablaban maravillas de Él… sus paisanos decían ¿no es
este el hijo de María, no conocemos a sus parientes y familia; no os acordáis
como él convivía y crecía entre
nosotros? Jesús vivió en Nazaret, en familia, de una manera sencilla y hasta
pobre; ayudaba en el trabajo artesano a José, del que se dice era carpintero, y
compartía la vida en juegos, fiestas y prácticas religiosas como la gente de su
pueblo. Nazaret era un pueblo pequeño y no muy importante, ahora es una ciudad
grande; cuando presentaron a Jesús como natural de Nazaret, exclamaron ¿pero de
Nazaret puede salir algo bueno? para significar la poca importancia de aquel
lugar, sin embargo allí vivió Nuestro Jesús quien nos enseña a valorar la familia, cuidarla y respetarla.
Los padres lo merecen todo de nuestra parte; los abuelos y familiares, también.
El
Papa San Pablo VI nos hace esta bella descripción de su estancia en Nazaret:
“Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la
escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a
observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso
de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre
los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá en una manera casi insensible, a
imitar esta vida. Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es
Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su
vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento
de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas
religiosas, en una palabra, de todo aquello de que Jesús se sirvió para
revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido. Aquí, en esta
escuela, comprendemos la necesidad de la disciplina espiritual si queremos
seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo. ¡Cómo
quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de
Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación
a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad
divina! Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de
continuar en esta casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del
Evangelio. Mas no partiremos de aquí sin recoger rápida, casi furtivamente,
algunas enseñanzas de la lección de Nazaret. Su primera lección es el
silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor
al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario
para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas
voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de
Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre
dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos
maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del
estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal
que sólo Dios ve. Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que
Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su
sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e
irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su
función en el plano social. Finalmente, aquí aprendemos también la lección
del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos
comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y
exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que
fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo no puede
ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no
provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros
valores que lo encauzan hacia un fin más noble. Queremos finalmente saludar
desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran modelo, al
hermano divino, al defensor de todas sus causas justas, es decir: a Cristo,
nuestro Señor
Nuestra
Iglesia y la sociedad deben cuidar mucho de la familia, exigir una legislación
siempre a favor de ella, dotarla de los medios para conseguir sus fines. Se
debe valorar el matrimonio, ayudar a la procreación y educación de los hijos, y
respetar el proyecto de cada familia sobre si mismos; Jesús, obediente a sus
padres; de Jerusalén volvió con ellos a Nazaret y permaneció bajo su autoridad.
El ejemplo de Jesús sería suficiente
para la valoración de la familia, y además porque es una exigencia ética y
moral. Hay un cuarto mandamiento que así nos lo manda: Amor y cuidado a los
mayores, hermanos unidos; familias generosas, sin intereses ni envidias, y así
nos pareceremos a Jesús en la sencillez, el espíritu de trabajo y la
convivencia con los demás.
Antonio
Aranda Calvo
ORACIÓN.- (San Ignacio de Loyola)
“Tomad,
Señor, y recibid, toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento y mi voluntad, todo mi haber
y poder;
Vos
me lo disteis. A vos, Señor, todo lo torno. Todo es vuestro,
disponed
de todo según vuestra voluntad,
dadme vuestro amor y Gracia, que con esta solo me
basta”.