Vistas de página en total

viernes, 3 de septiembre de 2021

DOMINGO XXIII del T. O. 5 de septiembre

 

¡Alaba alma mía al Señor!

 

(LECTURAS: ISAÍAS 35, 4-7a; SALMO: ¡Alaba alma mía al Señor! -  SANTIAGO 2, 1-5. MARCOS 7, 31-37.) 

    El clamor en torno a Jesús es de un total reconocimiento… ¡Todo lo ha hecho bien! Cuantos le rodeaban quedaban emocionados al ver cómo actuaba, al sentir su bondad y recibir el beneficio de su buen obrar. Nosotros también hoy con el Salmo, le aclamamos: ¡Alaba alma mía al Señor! porque has hecho maravillas. ¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres! Y bien sabemos “que nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra” así como “si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”. 


    Bien claro aparece en el Evangelio que Jesús viene a curar a los enfermos no a los sanos y así, en el texto que se ha proclamado, realiza: 

1º.- La sanación de la enfermedad: sanación total y plena en aquel hombre sordomudo que le presentan, un hombre que, por el defecto físico, estaba cerrado a sí mismo, y que ahora por la acción del Señor se abre a los demás y al mundo… prácticamente comienza a vivir como persona en relación con todo lo que le rodea. 

2º.- Queda curado del temor, del miedo a no ser aceptado en la sociedad; a ser marginado y a convertirse en un problema para los demás… porque así vemos muchas veces la enfermedad, cuando en realidad ella debe ser una ocasión para acercarnos unos a otros, mostrar la solidaridad y el afecto entre hermanos. 

3º.- La Iglesia, siguiendo el modelo de Cristo, ha engendrado a lo largo de los siglos, hijos e hijas que han mostrado el camino del Evangelio en el servicio de los hermanos y especialmente de los enfermos; pongamos por ejemplo a la Madre Santa Teresa de Calcuta, ella, una mujer sola y débil, se enfrentó a enfermos desahuciados y moribundos, por los que la sociedad, las organizaciones sanitarias, no daban ni un céntimo… Ella pensaba con criterios de Dios, que quienes habían sufrido tanto, bien merecían, aunque sólo fuera, unos minutos de paz y sosiego antes de morir y que sintieran que alguien los había queridos y atendido, que conocieran la dulzura del amor a través de una mano que les acariciara y una voz que le dijera “Dios te ama”. El espíritu de su congregación mantiene este estilo, siendo portadoras de alegría y paz para cuantos se encuentran solos en el último momento de su vida. San Juan de Dios, atravesaba las llamas para salvar a enfermos en el incendio del hospital de Granada; San Camilo de Lelis, entregado totalmente a los enfermos; Santa Juana Jugan, fundadora de las Hermanitas de los Pobres; Santa Teresa Jornet, especialmente para los ancianos, Santa Soledad Torres Acosta para enfermos a domicilio; El Santo Padre Damián entregado a los leprosos hasta hacerse un leproso más en aquella isla de Molokay. Una pequeña relación de la multitud de hombres y mujeres, muchos santos canonizados, otros santos de la puerta de al lado, otros hombres y mujeres de buena voluntad y amor al prójimo, que actúan entre nosotros y que han entregado su vida por los enfermos, para sanarlos y darles la vida al estilo de Jesús. Buenos ejemplos tenemos en la presente enfermedad del corona-virus.  

 


    Señor, tú que has hecho tantas maravillas en mí, haz que nunca me aparte de tu amistad, que esa amistad me lleve a servirte en el que sufre tanto en su alma como en su cuerpo, en cada enfermo, pues Tú estás en ellos, como hemos comprobado en la presente epidemia. ¡Gracias, Señor!, ¡por cuantos sirven a sus hermanos en la enfermedad!  

 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 

 

EN LA FIESTA DE LA VIRGEN DEL CARMEN 16 de Julio.

  (Dedicado a los fieles de Monte Lope Álvarez en la Fiesta de su PATRONA )   !VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN! ¡Virgen del Carmen! Reina de mares...