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viernes, 18 de marzo de 2022

DOMINGO III DE CUARESMA. 20 de Marzo 2022.

 


“El Señor se compadece de nosotros… y cura nuestras heridas”

LECTURAS: Éxodo 3, 1-8. 13-15. Salmo 103. “El Señor es compasivo y misericordioso”. 1ª Carta a los Corintios 10, 1-6.10-12. Evangelio de Lucas 13, 1-9.

    La Palabra de Dios en este Domingo III de Cuaresma nos ilumina sobre la relación que Dios tiene con nosotros, que somos su pueblo y al que tanto ama que pide a su propio Hijo Jesús, Dios y Hombre Verdadero,  entregue la vida por nosotros en la CRUZ. 

    Por encima de todo, hemos de subrayar para nosotros creyentes cristianos, que: 

    Nuestro Dios no es indiferente al dolor y al sufrimiento de sus hijos… y habría que proclamarlo en medio de la sociedad y en este tiempo que nos ha tocado vivir,  en el cual parece como si la desgracia nos estuviera llegando por todas partes (enfermedades comunes, epidemia, crisis económicas, invasión de naciones y lucha subsiguiente, pueblos destrozados, personas desterradas, refugiadas fuera de sus casas, personas sin hogar y sin lo necesario para la vida… etc.) 

 Este domingo nos dice la Palabra proclamada:

1. La maldad de los hombres, ayer y hoy, el pecado, la tentación a la que el maligno quiere someternos y por la que nos dejamos, muchas veces, vencer… LA MALDAD, que repercute en toda la sociedad y se manifiesta en los males que nos aquejan; el pecado, Satanás, el demonio, el maligno (como queramos llamarle) está ahí y hemos de luchar contra él. 

Ahí tenemos, en la primera lectura, como el pueblo de Israel, sometido a la esclavitud de Egipto, padece grandes desgracias, trabajos de esclavos y lo más grave “la esclavitud”, la falta de libertad que les impedía honrar a su Dios y practicad su propia fe; también hemos oído en el Evangelio lo de aquellos galileos que Pilato había masacrado  y aquellos otros que perecieron por el derrumbe de la torre de Siloé… y en nuestra propia vida, aquí estamos nosotros padeciendo el egoísmo de los poderosos, el mal gobierno de los directivos de la naciones, el mal hacer de las organizaciones sociales… todo lo cual repercute tan negativamente en el pueblo y en los más débiles.

2. Pero, el creyente, el hombre de fe, nosotros aquí y ahora, hemos de mirar a  nuestro Dios, Padre Misericordioso y lleno de bondad, que no está ausente de nuestras vidas, que de una manera u otra  comparte nuestros avatares y  se hace presente para liberarnos de tanto mal. “No nos dejes caer en la tentación” “Danos, Señor un corazón nuevo…” Confiemos en Él, pues con la oración y siguiéndolo en las buenas obras, podremos convertir nuestras vidas, vencer el pecado y entrar en la Vida Nueva, conquistada por la muerte y resurrección de Cristo.


 

  3. Es Cristo, quien nos lleva de la mano en este Camino Cuaresmal, el camino de la vida…el que nos invita a cambiar, a convertirnos, a recibir el Sacramento de la Penitencia, a renovar nuestros propósitos de ser mejores, mediante las obras buenas. Como en la Parábola del Evangelio: Cristo es el “viñador” que pone la cara por nosotros, que nos ama con todo el corazón y tiene piedad de cada uno; así ante la inminencia de nuestra condena (sacar la viña de la tierra y mandarla al fuego) se pone de  nuestra parte y con el corazón dolorido, dolencia de amor, dice: “Señor déjala todavía este año, y mientras tanto, yo cavaré alrededor y le echaré estiércol… a ver si da fruto en adelante. Si no puedes cortarla” ¡¡¡!!! (Él sabe que seguirá así año tras año…)

 4. También, el Señor nos da esos avisos a través de sus enviados, la Santa Iglesia, Comunidad Cristiana de Pastores y Pueblo que con sus palabras y ejemplos de vida nos van señalando el camino… y hasta con los propios pecados nos muestran lo que hemos de evitar para ser fieles a aquel que es fiel y verdadero. Igualmente a través de los contratiempos de la vida, los desastres sociales, los hechos naturales, esos que llamamos desórdenes de la naturaleza…, sean enfermedades, epidemias, catástrofes, o aquellas otras provocadas por el propio hombre, el Señor nos envía avisos a través de la historia para que rectifiquemos y nos convirtamos a Él de todo corazón.  

CUARESMA: tiempo para estar atentos a Dios (oración) a los hermanos (en las buenas obras) y a la vida misma (respeto a la naturaleza) y de ahí sacar la fuerza necesaria para una conversión sincera, muriendo al pecado y resucitando con Cristo a la Vida  a la que nos llama en su Misterio de Muerte y Resurrección.

 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.

 

 

 

 


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