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viernes, 26 de febrero de 2021

DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA. 28 de Febrero 2021. (Mc. 9, 1-9)

 


La Transfiguración
(Detalle)

“Caminaré en presencia del Señor”

Este segundo Domingo de Cuaresma nos muestra la llamada del Señor a través del Salmo, que hemos repetido: llamada a “caminar en presencia del Señor”; esto es lo que hizo Abrahán, lo que Pablo nos deja escrito en la Carta a los Romanos y lo que Jesús mismo desea cuando aparece transfigurado en el Monte Tabor. 


Abrahán, que es modelo para nosotros los cristianos, por su fe plena y la confianza absoluta que muestra en Dios, está dispuesto a todo y lo da todo lo que Él le pide (su hijo, su único hijo al que tanto ama) Tal disposición merece del mismo Dios la bendición, la amistad, la promesa de que ya comenzaba a disfrutar; así le dice: “Por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido”. Como desde el comienzo, ante Adán y Eva, y hoy, también, ante nosotros, Dios quiere la obediencia: lo que nos enseñó Jesús con su vida y su oración “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Pero junto de la actitud de Abrahán, el pasaje nos invita a contemplar a Isaac como la figura de Jesús, que se nos anticipa; el Isaac que camina cargado hacia la cumbre del Monte Moria y nuestro Jesús caminando con la Cruz hacia el Calvario… (<La Imagen de Ntro. P. Jesús, bien nos lo muestra)…Jesús, el Hijo Amado del Padre, cargando con la Cruz, camina para su sacrificio, por obediencia al Padre, es preanunciado en esta escena; pero aún más, Jesús supera en mucho el símbolo, pues mientras que Isaac es rescatado por el “cordero”, Cristo, Nuestro Señor, será ese Cordero Inmaculado que padecerá el Sacrificio por nosotros sus hermanos, para gloria y honra del Padre. En esta Cuaresma caminemos en presencia del Señor, para llegar a la meta de nuestra realización plena, como hijos de Dios. 



El Monte Tabor

      Pasamos a la segunda lectura, y es el Apóstol San Pablo, quien basándose en su propia experiencia y en la revelación del Espíritu, nos invita a la confianza plena en Dios, pues que Él está con nosotros, y si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros? A tal pregunta que nos formula el mismo Pablo… él mismo nos da la respuesta: “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está sentado a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? Hermanos, en medio de los límites, problemas y desconsuelos, una luz se nos enciende ya en este segundo domingo de cuaresma…quien confía en Dios nunca se verá confundido… Él es nuestro auxilio y ayuda…en Él confiaré siempre y no quedaré confundido, por lo que ¿Quién me hará temblar? 

 

     Y ahora el EVANGELIO completa lo dicho: Contemplamos la escena «en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor»): «Se transfiguró delante de ellos y sus vestidos se volvieron resplandecientes»  Anuncio de lo que hemos de vivir, porque después de ser sacrificado «destruirá la muerte e irradiará la vida incorruptible» Su rostro, sus vestidos, su persona brillará como luz esplendorosa.  



La Transfiguración
Rafael Sanzio (1517 – 1520)
Temple y óleo sobre madera (405 cm × 278 cm)
Museos Vaticanos, Ciudad del Vaticano


     Es bueno que en nuestro ejercicio cuaresmal acojamos este estallido de sol y de luz que nos proporciona el rostro, los vestidos, la realidad misma de Jesús. Son un maravilloso icono  o imagen de la humanidad redimida, que ya no se presenta en la fealdad del pecado, sino en toda la belleza que la divinidad comunica a nuestra carne. El bienestar de Pedro es expresión de lo que uno siente cuando se deja invadir por la gracia divina. 

     El Espíritu Santo transfigura también los sentidos de los Apóstoles, y gracias a esto pueden ver la gloria divina del Hombre Jesús. Ojos transfigurados para ver lo que resplandece más; oídos transfigurados para escuchar la voz más sublime y verdadera: la del Padre que se complace en el Hijo. Todo en conjunto resulta demasiado sorprendente para los que estamos acostumbrados al grisáceo de la mediocridad y a lo oscuro de la epidemia que padecemos. Sólo si nos dejamos tocar por el Señor, nuestros sentidos serán capaces de ver y de escuchar lo que hay de más bello y gozoso, en la vida misma, en el hombre liberado por Dios, y en Aquel que resucitó de entre los muertos y pone en nuestro horizonte la tierra nueva y el cielo nuevo. 

     La vida cristiana está en configurarnos cada vez más con el Maestro, en que a base de mirarle y contemplarle, tratar amistosamente con Él, casi respiremos sus propios sentimientos y llevemos a la práctica sus enseñanzas, escuchando la voz del cielo que en el monte santo, desde la sagrada nube decía: “Este es mi Hijo amado escuchadlo”. Pongamos en manos de Santa María la meta de nuestra verdadera "tras-figuración" en su Hijo Jesucristo. 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote

Nota: A continuación encontraréis, a modo de epílogo, una presentación del lugar histórico, según la tradición, donde se sitúan los hechos narrados en los Evangelios: “El Monte Tabor”. Esta parte se debe a Don Miguel Mesa Molinos, colaborador valioso en este Blog, a quien damos las gracias.  


















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