LECTURAS: Levítico
19,1-2.17-18; Salmo 102 “El Señor es compasivo y misericordioso”: 1ª Corintios
3, 16-23; Evangelio de San Mateo 5,38-48
Ante
las brechas sociales, rupturas, enfrentamientos, peleas y hasta guerras que se
están abriendo en nuestro mundo, en nuestra sociedad y en nuestro ambiente,
distancias entre los diversos grupos culturales y sociales, SIENDO CLAROS entre
los que tienen, pueden y se defienden y quienes viven en precariedad, frágiles
y vulnerables; ANTE
ESTO, el ideal de Jesús su proyecto de Gran Familia de Dios,
hermanos entre sí, e hijos de un solo Padre Misericordioso, se hace muy difícil
que lo podamos llevar a cabo: en el ambiente suena aquello de “los míos, los de
mi partido, los de mi clase social”; cuenta mucho aun lo que llamamos nivel
cultural, económico, ideológico, religioso o personal. HEMOS
OÍDO EN EL EVANGELIO PALABRAS QUE NOS DESVORDAN: “Amad a
vuestros enemigos” “rezad por los que os persiguen” “a que te pide dale” no
respondas mal por mal… frente al Evangelio que nos presenta el ejemplo de
nuestro Padre, quien hace llover para justos y pecadores… y nos dice: vosotros
si amáis sólo a quien os ama, si hacéis bien solo a los vuestros, ¿qué hacéis de
extraordinario?... y LA GRAN LLAMADA:
Sed santos como vuestro Padre Celestial es Santo.
Hoy también, Pablo vuelve a los Corintios para denunciar las rupturas y enemistades, divisiones y grupos en las que habían caído y desde ahora apostar por la unión y la fraternidad como fruto de una Sabiduría de Dios, frente a la pretendida sabiduría humana, que fracciona la comunidad… y es que tanto cada cristianos como la Comunidad en sí somos Templo de Dios, habitados por el Espíritu…Y EL TEMPLO DE DIOS NO PUEDE SER PROFANADO CON LAS DIVISIONES Y RUPTURAS.
En el Evangelio volvemos sobre lo esencial, se nos da la pauta para ser justos como el Padre, con lo cual caminamos para desarrollar todas nuestras posibilidades, lo que nos lleva a la plenitud como seres humanos e hijos de Dios. Quien tiene la experiencia de Dios, porque sigue su modo de actual, ha llegado a la perfección y por ello se le puede llamar a ser perfecto como el Padre Dios. Hagamos una sencilla comparación sobre la Ley en nuestras relaciones: Podemos guiarnos por la “ley del más fuerte” quien más tenga o sepa, o tenga más fuerza o más poder será quien lleve razón y el que venza: “me vences pero no me convences”. Quien siga la ley de Talión “ojo por ojo” ayudará al hermano o lo destrozará según sus intereses, lo que haya recibido o no, o por manera de ver. Pero aún nos queda la ley que verdaderamente salva, nos hace hijos de Dios y nos hace verdaderos hombres… y no hay otra más que: LA LEY DEL AMOR: “Un mandamiento os doy que os améis los unos a los otros como Yo os he amado, en esto conocerán que sois mis discípulos”
Y finalmente oremos:
¡Señor! Nos pides en el evangelio de hoy, que nos portemos bien
con todos, no solo con nuestros amigos: incluso con nuestros enemigos… porque
también sobre ellos sale el Sol de tu Amor misericordioso- Sabes, Jesús, que a
veces nos cuesta mucho hacer esto que nos dices y de lo que nos diste ejemplo
en tu vida, somos débiles. Ayúdanos a vencer los rencores que anidan en nuestro
corazón.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.