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viernes, 24 de marzo de 2023

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA 26 de marzo 2023

 

Cristo es la resurrección y la vida

 

LECTURAS: Profeta Ezequiel  37, 12-14; Salmo: “Del Señor viene la Misericordia y la Redención copiosa” Carta a los Romanos 8, 8-11. El Evangelio de San Juan 11, 3-7.20-27.33-45.  

 

En las vísperas de la Semana Santa, ya será Domingo de Ramos el 2 de abril, en el horizonte brilla la luz esplendorosa, es Cristo Vivo y Glorioso. Ezequiel nos promete la liberación de Israel, pues se anuncia “abrir los sepulcros” que significa Vida y  Salvación.  San Pablo a los Romanos nos llama a vivir del Espíritu lo cual nos levanta de la postración en que el ser humano pudiera caer, porque vivir en la carne, pecado, es muerte; mientas que el Espíritu de Dios es Vida. Pero sobre todo es el Evangelio el que nos pone a la vista, en el corazón y en la vida de la Comunidad el tema de la Resurrección al relatar “La Resurrección de Lázaro”.  

La Fe Cristiana es Confianza en Dios, cuando estamos viendo tantas heridas y tantas víctimas en nuestro mundo, fruto de las guerras, del hambre, de las injusticias y desprecio a la dignidad humana, hombres y mujeres, niños y ancianos, cuando sucede todo esto y mientras parece que Dios guarda silencio, podemos preguntarnos: ¿Estamos solos en la vida? ¿Nuestro destino final es la nada y el fracaso? ¿Merece la pena seguir buscando más humanidad si todo termina en el sepulcro frio y mudo? A estos y otros interrogantes parecidos responde hoy la Palabra de Dios.  En las situaciones sombrías de la vida no estamos solos. Hay una Presencia de amor en la que existimos, nos movemos y actuamos. Cuando nos abrimos a esa Presencia y nos dejamos seducir por ella -es lo  que significa la fe-  somos capaces de vencer a la muerte. Y el Espíritu suscita en nosotros esa  fe y confianza en que, ocurra lo que ocurra, nuestro destino es la vida para siempre: eternidad.  

En la Carta a los Romanos, en este domingo pre bautismal, se nos dice que si queremos caminar hacia una sociedad de vida y humanización  hemos de vivir  según el espíritu cuya tendencia es la vida y alejarnos de vivir según la carne cuyo resultado siempre es la muerte. En la visión bíblica el ser humano es cuerpo y alma, y como tal puede ser enteramente vivificado por el espíritu de Dios. En esta visión bíblica debemos interpretar la distinción que hoy hace San Pablo: “los que viven según la carne y desean lo carnal; y los que viven según el Espíritu y desean lo espiritual. Las obras de la carne ya son conocidas: idolatría, odios, discordia, celos, iras, rencillas, envidias. En cambio, fruto del espíritu es: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. Carne y espíritu designan dos actitudes y conductas en la forma de interpretar y tejer la existencia. San Pablo, a los Romanos, recomienda que nos dejemos seducir por el Espíritu de vida que hemos recibido en el bautismo y siempre nos acompaña. Es la clave para vencer a la muerte o cerrazón a la Presencia de Dios, en que habitamos y nos sostiene garantizando que nuestro destino es la vida en plenitud.    

El Evangelio nos dice: Tu hermano resucitará: Jesús, en su amigo, experimenta la sombra de la muerte física que sufrimos los mortales. Pero no le da mucha importancia; aguarda a ir hasta Lázaro hasta el cuarto día cuando según la legislación judía, la muerte física ya está confirmada. Cuando llega al sepulcro de su amigo, Jesús “sollozó muy conmovido” y los presentes comentaban: “mirad cómo le amada”. En los sentimientos de Jesús se está revelando los sentimientos de Dios que nos ama; en este amor gratuito y actual, se fundamenta nuestra esperanza en la resurrección. Marta piensa como muchos judíos de su tiempo ¿por qué no interviene Dios con un milagro para librarnos de la muerte física? “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Simbólicamente María, la otra hermana de Lázaro, tiene una mirada contemplativa sobre la muerte física, y no sale a pedir milagros, “se queda sola en  casa, acepta en silencio la muerte y confía en el amor de Dios que Jesús respira y manifiesta en su conducta. 

 


La resurrección de Lázaro
José de Ribera
©Museo Nacional del Prado
 

 

Jesús responde con una luz nueva para esa confianza: “El que cree en mí no morirá  para siempre”. La fe cristiana es la entrega confiada y libre de toda la persona a esa Presencia de Jesucristo como Palabra de Dios, amor y vida que continuamente se está dando “en la carne”. Esta fe, como el amor, es más fuerte que la muerte física. Por eso el que cree de verdad, aunque físicamente como mortal acaba su tiempo en la tierra, la muerte no tiene dominio sobre él. Su destino es la plenitud de vida.   El relato de San Juan  está remitiendo a la resurrección de Jesús. Su alimento ha sido hacer la voluntad del Padre y amar a los seres humanos “hasta el extremo”. Por eso, según Juan, su entrega por amor hasta dar la propia vida, ya es victoria sobre la muerte, Jesús que es Camino, Verdad y Vida para todos.    

Lázaro sale del sepulcro: “los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario”. Son los signos de la muerte que permanece;  Lázaro vuelve a la vida pero no está liberado de la muerte; es una revivificación. En cambio, cuando Pedro entra en el sepulcro donde habían colocado el cadáver de Jesús, “ve las vendas en el suelo y plegado en un lugar aparte el sudario que cubrió su rostro”. El Resucitado ha entrado en una plenitud de vida sin muerte; ya no muere más.  

Por fin este domingo nos sitúa directamente ante Cristo Resucitado, anunciado y significado por los huesos que surgirán vivos; el Espíritu que vivifica en el Bautismo y Lázaro resucitado, vislumbra la Resurrección definitiva.  

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.  

 

 


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