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viernes, 24 de marzo de 2023

NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO. 23 de marzo. DÍA SEPTIMO. JESÚS HIJO DE MARÍA LA VIRGEN. MARÍA UNA SENCILLA MUJER DE NAZARET.

 



NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO. 23 de marzo. DÍA SEPTIMO. JESÚS HIJO DE MARÍA LA VIRGEN. MARÍA UNA SENCILLA MUJER DE NAZARET.

¡Qué bien conoció y cuánto amó Jesús a la primera mujer que entró en su vida! A través de su Madre, Jesús tomó contacto con la mujer, la valoró y la amó! Encuentro festivo, íntimo, reconfortante, aquel primer encuentro de Jesús con su Madre ¡que era una mujer! Su mirada dulce y amorosa, sus manos que le acariciaban con amor, su pecho que le daba el alimento necesario, por ser hombre como nosotros,  su seno al que volvía Jesús cada vez que sentía la necesidad de dormir con el sueño reparador, cerrados los ojos, oyendo la voz de María que entonando canciones de nana embelesaban al Niño y le hacían creer que estaba en el Cielo. ¡Qué bien comenzó Jesús a tratar con la mujer, al hacerlo con su Madre. Pero además, estaban todas la mujeres de la familia, las que le conocieran en Belén, aquellas de Egipto, pues en todos, hombres y mujeres, hay una curiosidad innata por ver a los niños recién nacidos y decirles piropos ante sus madres y padres; después estarían  las mujeres  de Nazaret, su pueblo, que querrían conocer y ver al hijo de María. y ¿Cómo no tratar con su abuela, Ana con su parienta Isabel…? Así, llevando una vida normal en familia, sabría valorar a las mujeres por lo que aprendiera de José y María en aquel ambiente del hogar de Nazaret.  Y no solo esto, que podría parecer un imaginado con cierta  lógica, sino que según los Santos Evangelios, Jesús es modelo en el trato  con las mujeres, cuando en su tiempo no se les apreciaba por los propios, se les infravaloraban en las leyes y por lo mismo no se les defendía en los tribunales. Jesús, el Profeta de Nazaret se caracterizó  por acoger a todo quien pasaba por su vida; Él  perdona al arrepentido que ama de corazón; ningún pecador que se acercara a Jesús encontraría rechazo, aunque fuera mujer; siempre la defensa y la ternura, a no ser que se cerrara por dureza e hipocresía; de este modo trata también a la mujer, porque para Él no hay diferencia entre varón y mujer, dotados de la misma dignidad de seres creados a imagen de Dios y mucho más que ambos llegarían a ser en verdad “hijos de Dios” por la adopción conseguida en la muerte y resurrección de Jesús.

El Evangelio nos habla de muchas mujeres que trataron con el Señor. Ningún Maestro de Israel era así; ninguno se hubiera atrevido a encontrarse con una mujer a solas, hablar con ella, escucharla y dialogar; ninguno hubiera defendido a una mujer públicamente, ninguno, en sus lecciones, la hubiera puesto como ejemplo a seguir. Jamás Jesús menospreció a la mujer ni la trató despectivamente; “de los fundadores de religiones, solo Jesús es quien ni desprecia a la mujer ni la sitúa en segundo plano, por el contrario en algún momento  tienen una misión que cumplir de valor indecible, cuando encarga a María Magdalena que anuncie a los Apóstoles que ha resucitado.  En los Evangelios se nombran a muchas mujeres que entraron  en contacto, más o menos estrecho, con Jesús: la suegra de Pedro; la mujer con flujos de sangre, la hija de Jairo, la viuda de Naín, la mujer jorobada, la mujer sirio-fenicia, lásquele acompañaban y ayudaban en su misión como Juana, Salomé, mujer de Cusa, Susana, María de Cleofás, la viuda ante el juez, la viuda que aporta dos reales, Marta y María, en las Bodas  de Cana. Comentamos sobre algunas: LA MUJER SAMARITANA.   Era un día, tal vez de verano, a la hora se sexta pasadas las 12,  cuando todo invitaba a descansar a la sombra de un árbol y a tomar el fresco. Estamos en la ciudad de Sicar, en aquel terreno heredado por José de su padre Jacob, donde había un pozo; en medio del silencio se oyó un “dame de beber”, que con voz harmoniosa salía de la boca de un hombre y que por su atuendo era  un  judío; se dirigía a una mujer samaritana que se había acercado al pozo para satisfacer su sed y llevar a casa un cántaro de agua. Jesús pide de beber, pero ofrecerá a la Samaritana un agua que salta hasta la vida eterna, tanto que será un manantial de agua en el corazón.  Jesús parece sediento y lo estaba de aquella mujer a la que iba a responder a sus problemas vitales y que va poco a poco descubriéndolos “quien es Él y quien es ella”: “Yo soy” dirá Jesús, recordando al Dios del Sinaí…y ella, la que cambia de vida pues no volverá más a los manantiales sucios de la vida. Otro día, en torno al Templo, arrastran a una mujer y gritan ante Jesús: “La ley manda apedrear a estas”; Jesús, paciente, responde “el que  no tenga pecado tire la primera piedra”; todo se desvaneció y quedó cara a cara frente a la mujer. “Yo tampoco responde te condeno, vete y no peques más”. Aquella mujer salvó su vida y su alma pues el ENCUENTRO con Jesús dio sentido a su vida.        

         Con las mujeres Jesús tuvo especial ternura y trato exquisito en tiempos en que socialmente no era así. Pensemos en la amistad que tenía con Marta y María, en cuya casa se hospedaba camino de Jerusalén, la relación con cada una de ellas ante la muerte de su hermano Lázaro y el trato particular que les prestaba, cuando querían aclarar acerca de su proceder. La misma presencia de Jesús en las bodas de Cana, donde acude con su Madre, posiblemente por razón de familia y donde se vivirían unas jornadas el trato festivo, jovial y alegre con quienes participaran en ella, nos lleva a pensar que trataría con las mujeres presentes. También podemos ver cómo sana a la mujer de flujos de sangre, no la recrimina sino que alaba su fe; ¡Qué buen recuerdo guardaría de Jesús! estaba asustada, Él la miró y quedó libre y gozosa. Otro tanto se puede decir de la mujer cananea, quien no siendo judía, busca la curación de su hija (otra mujer) y aunque  parece que Jesús la tratara con dureza, terminó por declararla ejemplo de fe para muchos en Israel. Otra mujer, mujer de la calle o dela

Varias mujeres le acompañan en su caminar por Palestina, cuando iba predicando, las cuales aportaban medios económicos para su labor, así se habla de Juana, María de Cleofás,  Salomé, Susana y otras. Llegaron  hasta la Cruz las más fieles y valientes en aquel momento, “muchas mujeres le seguían y se lamentaban por Él” nos lo dice el Evangelio de Juan “estaban junto a la Cruz de Jesús su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena” Marcos añade a Salomé y a María la de Santiago y San Mateo añade a la madre de los Zebedeos y añade que otras muchas llegadas de Galilea y que le asistían con sus bienes. Más adelante preparan su cuerpo para la Sepultura, ante todo, su Madre quien sería preferida y atendida por todas. Por encima de todo está el hecho de haber elegido a  María Magdalena, para ser testigo de su Resurrección y mandarla a  anunciar a sus discípulos que verdaderamente había Resucitado y que ella era testigo de ello (si me queréis creer… y lo anunció) Esta María parece ser  la misma que en casa de Lázaro resucitado y en la fiesta o banquete que se diera para festejarlo, derramó un perfume costosísimo en los pies de Jesús, a la que Judas recriminó por el derroche que había hecho, pero Jesús la defendió anunciando que aquello serviría para su anunciada sepultura y que lo habían hecho bien pues a Él no siempre lo tendríamos con nosotros.     Otra mujer sin nombre, pues se decía “de la ciudad o de la calle” entró en una casa de un tal Simón quien había invitado a Jesús a una comida; era práctica entre los ricos el invitar a personas de prestigio o valoradas en el momento, para hacer de su casa un lugar de encuentro, de confrontación de ideas porque los anfitriones querían darse a conocer; pues bien Jesús había aceptado esa invitación y entrando en la casa se puso a la mesa; en esto entró una mujer, conocida en la ciudad, y se puso a los pies del Maestro. Lloraba y bañaba con sus lágrimas los pies de Jesús, los secaba con sus cabellos y los besaba con todo cariño; también había roto un tarro de perfume muy caro, cuyo buen olor inundaba la sala. Simón, el dueño de la casa, comenzó a criticarle y se decía este no es profeta porque no sabe quien es esta mujer, una pecadora; pero he aquí que Jesús, dándose cuenta, intervino en voz alta para decirle que ella había amado mucho y se le perdonaba mucho, pero él no había mostrado mínimamente afecto o cariño hacia  el maestro nazareno y por ello quedaba fuera de su acción sanadora y santificadora.  Sepamos para finalizar que Jesús, Dios y hombre verdadero,  sabe bien que el ser humano fue creado varón y mujer, con igual dignidad, derechos y deberes, dotados de libertad, destinados a ser hijos de Dios y con la responsabilidad sobre su conducta.

ORACIÓN: Por todas las mujeres de la tierra

Por las que lloran y pasan hambre

Las maltratadas, las hundidas,

Las que sufren en silencio, callando y rezando

Por todas pedimos ayuda, justicia y amor.

Por las que  son libres y gozan de la vida

Por las madres que nos dieron a luz

Por las que viven en plena armonía

Con los seres de la creación;

a Ti, te pedimos, María y te damos gracias Jesús.

Antonio Aranda Calvo

 


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