NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO. 23 de marzo. DÍA
SEPTIMO. JESÚS HIJO DE MARÍA LA VIRGEN. MARÍA UNA SENCILLA MUJER DE NAZARET.
¡Qué
bien conoció y cuánto amó Jesús a la primera mujer que entró en su vida! A
través de su Madre, Jesús tomó contacto con la mujer, la valoró y la amó!
Encuentro festivo, íntimo, reconfortante, aquel primer encuentro de Jesús con
su Madre ¡que era una mujer! Su mirada dulce y amorosa, sus manos que le
acariciaban con amor, su pecho que le daba el alimento necesario, por ser
hombre como nosotros, su seno al que
volvía Jesús cada vez que sentía la necesidad de dormir con el sueño reparador,
cerrados los ojos, oyendo la voz de María que entonando canciones de nana
embelesaban al Niño y le hacían creer que estaba en el Cielo. ¡Qué bien comenzó
Jesús a tratar con la mujer, al hacerlo con su Madre. Pero además, estaban
todas la mujeres de la familia, las que le conocieran en Belén, aquellas de
Egipto, pues en todos, hombres y mujeres, hay una curiosidad innata por ver a
los niños recién nacidos y decirles piropos ante sus madres y padres; después
estarían las mujeres de Nazaret, su pueblo, que querrían conocer y
ver al hijo de María. y ¿Cómo no tratar con su abuela, Ana con su parienta
Isabel…? Así, llevando una vida normal en familia, sabría valorar a las mujeres
por lo que aprendiera de José y María en aquel ambiente del hogar de
Nazaret. Y no solo esto, que podría
parecer un imaginado con cierta lógica,
sino que según los Santos Evangelios, Jesús es modelo en el trato con las mujeres, cuando en su tiempo no se
les apreciaba por los propios, se les infravaloraban en las leyes y por lo
mismo no se les defendía en los tribunales. Jesús, el Profeta de Nazaret se
caracterizó por acoger a todo quien
pasaba por su vida; Él perdona al
arrepentido que ama de corazón; ningún pecador que se acercara a Jesús
encontraría rechazo, aunque fuera mujer; siempre la defensa y la ternura, a no
ser que se cerrara por dureza e hipocresía; de este modo trata también a la
mujer, porque para Él no hay diferencia entre varón y mujer, dotados de la
misma dignidad de seres creados a imagen de Dios y mucho más que ambos
llegarían a ser en verdad “hijos de Dios” por la adopción conseguida en la
muerte y resurrección de Jesús.
El
Evangelio nos habla de muchas mujeres que trataron con el Señor. Ningún Maestro
de Israel era así; ninguno se hubiera atrevido a encontrarse con una mujer a
solas, hablar con ella, escucharla y dialogar; ninguno hubiera defendido a una
mujer públicamente, ninguno, en sus lecciones, la hubiera puesto como ejemplo a
seguir. Jamás Jesús menospreció a la mujer ni la trató despectivamente; “de los
fundadores de religiones, solo Jesús es quien ni desprecia a la mujer ni la
sitúa en segundo plano, por el contrario en algún momento tienen una misión que cumplir de valor
indecible, cuando encarga a María Magdalena que anuncie a los Apóstoles que ha
resucitado. En los Evangelios se nombran
a muchas mujeres que entraron en
contacto, más o menos estrecho, con Jesús: la suegra de Pedro; la mujer con
flujos de sangre, la hija de Jairo, la viuda de Naín, la mujer jorobada, la
mujer sirio-fenicia, lásquele acompañaban y ayudaban en su misión como Juana,
Salomé, mujer de Cusa, Susana, María de Cleofás, la viuda ante el juez, la
viuda que aporta dos reales, Marta y María, en las Bodas de Cana. Comentamos sobre algunas: LA MUJER
SAMARITANA. Era un día, tal vez de
verano, a la hora se sexta pasadas las 12,
cuando todo invitaba a descansar a la sombra de un árbol y a tomar el
fresco. Estamos en la ciudad de Sicar, en aquel terreno heredado por José de su
padre Jacob, donde había un pozo; en medio del silencio se oyó un “dame de
beber”, que con voz harmoniosa salía de la boca de un hombre y que por su
atuendo era un judío; se dirigía a una mujer samaritana que
se había acercado al pozo para satisfacer su sed y llevar a casa un cántaro de
agua. Jesús pide de beber, pero ofrecerá a la Samaritana un agua que salta
hasta la vida eterna, tanto que será un manantial de agua en el corazón. Jesús parece sediento y lo estaba de aquella
mujer a la que iba a responder a sus problemas vitales y que va poco a poco
descubriéndolos “quien es Él y quien es ella”: “Yo soy” dirá Jesús, recordando
al Dios del Sinaí…y ella, la que cambia de vida pues no volverá más a los
manantiales sucios de la vida. Otro día, en torno al Templo, arrastran a una
mujer y gritan ante Jesús: “La ley manda apedrear a estas”; Jesús, paciente,
responde “el que no tenga pecado tire la
primera piedra”; todo se desvaneció y quedó cara a cara frente a la mujer. “Yo
tampoco responde te condeno, vete y no peques más”. Aquella mujer salvó su vida
y su alma pues el ENCUENTRO con Jesús dio sentido a su vida.
Con las mujeres Jesús tuvo especial
ternura y trato exquisito en tiempos en que socialmente no era así. Pensemos en
la amistad que tenía con Marta y María, en cuya casa se hospedaba camino de
Jerusalén, la relación con cada una de ellas ante la muerte de su hermano
Lázaro y el trato particular que les prestaba, cuando querían aclarar acerca de
su proceder. La misma presencia de Jesús en las bodas de Cana, donde acude con
su Madre, posiblemente por razón de familia y donde se vivirían unas jornadas
el trato festivo, jovial y alegre con quienes participaran en ella, nos lleva a
pensar que trataría con las mujeres presentes. También podemos ver cómo sana a
la mujer de flujos de sangre, no la recrimina sino que alaba su fe; ¡Qué buen
recuerdo guardaría de Jesús! estaba asustada, Él la miró y quedó libre y
gozosa. Otro tanto se puede decir de la mujer cananea, quien no siendo judía,
busca la curación de su hija (otra mujer) y aunque parece que Jesús la tratara con dureza,
terminó por declararla ejemplo de fe para muchos en Israel. Otra mujer, mujer
de la calle o dela
Varias
mujeres le acompañan en su caminar por Palestina, cuando iba predicando, las
cuales aportaban medios económicos para su labor, así se habla de Juana, María
de Cleofás, Salomé, Susana y otras.
Llegaron hasta la Cruz las más fieles y
valientes en aquel momento, “muchas mujeres le seguían y se lamentaban por Él”
nos lo dice el Evangelio de Juan “estaban junto a la Cruz de Jesús su Madre,
María la de Cleofás y María Magdalena” Marcos añade a Salomé y a María la de
Santiago y San Mateo añade a la madre de los Zebedeos y añade que otras muchas
llegadas de Galilea y que le asistían con sus bienes. Más adelante preparan su
cuerpo para la Sepultura, ante todo, su Madre quien sería preferida y atendida
por todas. Por encima de todo está el hecho de haber elegido a María Magdalena, para ser testigo de su
Resurrección y mandarla a anunciar a sus
discípulos que verdaderamente había Resucitado y que ella era testigo de ello
(si me queréis creer… y lo anunció) Esta María parece ser la misma que en casa de Lázaro resucitado y
en la fiesta o banquete que se diera para festejarlo, derramó un perfume
costosísimo en los pies de Jesús, a la que Judas recriminó por el derroche que
había hecho, pero Jesús la defendió anunciando que aquello serviría para su
anunciada sepultura y que lo habían hecho bien pues a Él no siempre lo
tendríamos con nosotros. Otra mujer
sin nombre, pues se decía “de la ciudad o de la calle” entró en una casa de un
tal Simón quien había invitado a Jesús a una comida; era práctica entre los
ricos el invitar a personas de prestigio o valoradas en el momento, para hacer
de su casa un lugar de encuentro, de confrontación de ideas porque los
anfitriones querían darse a conocer; pues bien Jesús había aceptado esa
invitación y entrando en la casa se puso a la mesa; en esto entró una mujer,
conocida en la ciudad, y se puso a los pies del Maestro. Lloraba y bañaba con
sus lágrimas los pies de Jesús, los secaba con sus cabellos y los besaba con
todo cariño; también había roto un tarro de perfume muy caro, cuyo buen olor inundaba
la sala. Simón, el dueño de la casa, comenzó a criticarle y se decía este no es
profeta porque no sabe quien es esta mujer, una pecadora; pero he aquí que
Jesús, dándose cuenta, intervino en voz alta para decirle que ella había amado
mucho y se le perdonaba mucho, pero él no había mostrado mínimamente afecto o
cariño hacia el maestro nazareno y por
ello quedaba fuera de su acción sanadora y santificadora. Sepamos para finalizar que Jesús, Dios y
hombre verdadero, sabe bien que el ser
humano fue creado varón y mujer, con igual dignidad, derechos y deberes,
dotados de libertad, destinados a ser hijos de Dios y con la responsabilidad
sobre su conducta.
ORACIÓN: Por todas las mujeres de la tierra
Por
las que lloran y pasan hambre
Las
maltratadas, las hundidas,
Las
que sufren en silencio, callando y rezando
Por
todas pedimos ayuda, justicia y amor.
Por
las que son libres y gozan de la vida
Por
las madres que nos dieron a luz
Por
las que viven en plena armonía
Con
los seres de la creación;
a
Ti, te pedimos, María y te damos gracias Jesús.
Antonio
Aranda Calvo
No hay comentarios:
Publicar un comentario