(LECTURAS:
Deuteronomio 4, 1-2. 6-8; Salmo: “¡Señor, ¿Quién puede hospedarse en tu
tienda?”; Santiago 1,17-18; Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23.)
“Los mandatos de Señor, cumplidos de corazón, son vida y salvación”
Los fariseos y
escribas (venidos de Jerusalén, poderosos y entendidos en religión y leyes)
tratan de desprestigiar a Jesús, poniendo en duda su autoridad, como enviado
del Padre-Dios, lo cual es dudar de Dios mismo. Por ello Jesús reacciona tan
fuertemente como hemos escuchado en el Evangelio:
Este pueblo me honra con los labios, su
corazón está muy lejos de mi… me tributa un culto vacío, doctrina de hombres y
no de Dios. Para plantear el problema se basan en el hecho
concreto de lavarse las manos para comer o no hacerlo, de esta manera ponen en un
ritual externo la esencia del trato con Dios, cuando
la verdadera experiencia de fe es el Amor a Dios y al Prójimo, como queda claro
en las Escritura y como Jesús había repetido en sus enseñanzas: eso es lo único
importante. Se nos pide purificar toda vivencia religiosa de
hipocresía, legalismo y apariencia. Tratar a Dios como Padre Misericordioso y
entre nosotros como verdaderos hermanos.

Santiago,
en la segunda lectura, apoya el Evangelio, cuando pone “como
religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre, atender a los
huérfanos y viudas en su aflicción”, lo cual
significa practicar la caridad con el prójimo a partir de las personas más
necesitadas, frágiles y marginadas. Si seguimos este camino
podremos hospedarnos en la casa del Señor, es decir, entraremos de lleno en su
corazón de Padre y un día habitaremos con todos sus santos en su presencia, lo
cual quiere decir que llegaremos a la felicidad, plenitud humana, como
criaturas e hijos de Dios, llamados al gozo y la alegría eterna.
El buen samaritano
Pelegrín Clavé (1811–1880)
Óleo sobre tela (187,0*241,0 cm)
¡Señor! Ayúdame
a rendir mi corazón todo entero a Ti; que yo sea fuente pura de donde no pueda
brotar nada malo, nocivo o sucio, sino que tu bondad, que has sembrado en mí,
tienda a difundirse para que los demás vean tu bondad y tu misericordia.
Antonio Aranda Calvo.
Sacerdote.