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viernes, 16 de diciembre de 2022

DOMINGO IV DE ADVIENTO 18 de diciembre 2022.

 

LECTURAS: Isaías 7, 10-14; Salmo 23 “Va a entrar el Señor: Él es el Rey de la Gloria”; Romanos 1, 1-7; Evangelio de San Mateo 1,18-24.

 

“Se llamará Jesús, porque salvará a su pueblo”

 

En el Evangelio que hoy habéis escuchado, aparece JOSÉ junto a MARÍA de algún modo como protagonistas, aunque el verdadero personaje es Cristo Jesús; José y María son presentados como esposos; María la Madre de Jesús desposada con José; a José mandó Dios que pusiera al Niño por nombre Jesús, nombre que explicará la MISIÓN de ese Niño… “porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Y José sin más acoge lo que se le dice y se pone en marcha: acoge a María, la cuida, la lleva a Belén, está presente en el Nacimiento y efectivamente le pone por nombre JESÚS. ¡Cuánta era la fe de José, cuánta su confianza en la Palabra de Dios, cuanto su Amor a María, cuánta la Esperanza en el Misterio que se le había anunciado! 

José esposo de María, obediente al mandato de Dios, portavoz de Dios para anunciar la Misión de Salvador, lleno de Fe, de esperanza, bien dispuesto a entrar en acción para llevar a cabo el PROYECTO DE DIOS. Y María la mujer sin pecado, fiel, obediente, portadora y enamorada de Dios…cuanto más lo esperaba más cerca lo tenía, cuanto más lo sentía en sí, más lo daba a los demás… “Estrella y camino, prodigio de Amor, de tus manos Madre hallamos a Dios, tú nos lo diste en Belén en pobre portal, en tu regazo lo ven el rey y el zagal…”  


Los Desposorios de la Virgen
Bartolomé Esteban Murillo (1660)
Pintura al óleo [76,2 cm (H), 56,5 cm (A)] sobre tabla de caoba
Colección Wallace de Londres (Reino Unido)

 

Para este tiempo de Adviento, José y María se nos presentan como modelo y ejemplo a seguir: esperar al Emmanuel, desearle, dar a conocer su Misión, anunciar a nuestros hermanos al que se acerca, que viene a la humanidad, a todos nosotros sin distinción, al que con nosotros está… y le esperamos al final de los tiempos… ¡Ven Señor Jesús! Él es nuestro Salvador. 

Estamos metidos de lleno en el Misterio de la Navidad: José y María, que fueron los primeros en acoger a Jesús por la fe, nos introducen en ese Misterio. En las lecturas que hemos escuchado, María nos ayuda a asumir una actitud de apertura para acoger al Hijo de Dios en nuestra vida concreta. José está presente en la señal de Acaz, pues en él se vislumbra junto a aquella “virgen que está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa Dios con nosotros)” A José se le vislumbra en aquellas palabras a los Romanos, “su Hijo, nacido, según lo humano, de la estirpe de David, por el que hemos sido llamados a formar parte del pueblo amado” Y en tercer lugar, según el Evangelio de Marcos, a José le fue encargada la misión de cuidar del autor de nuestra salvación, todo en sintonía con los Profetas. María y José, ambos, permiten que Dios se acerque a nosotros hecho carne, Emmanuel, Dios con nosotros, por ellos Dios está en nuestras vidas. Por todo lo cual pidamos a María y a José nos concedan la fe y confianza en el Padre Dios, eso que tuvieron ellos al estar siempre dispuestos a buscar la voluntad de Dios y seguirla con plena confianza.  

         El ejemplo, hoy, de José es grande, padeció la tristeza al enterarse que María estaba embarazada, pero así también gozó inmensamente y se llenó de alegría al saber que Ella iba a ser la Madre del esperado de Israel, del que había de venir, del Mesías, Señor y Salvador. Igualmente María debió sufrir las tristezas de José, ver que eran rechazados cuando buscaban posada y que Jesús tendría que nacer en un establo, pero el tenerlo en sus manos la llenaría del gozo que solo Dios puede dar. Las alegrías y las penas de esta vida debemos asumirlas a ejemplo de José y María, pues a través de ellas descubriremos su voluntad y con alegría llevaremos a cabo lo que Dios quiere de nosotros en cada momento. 


 La Sagrada Familia del pajarito
  Bartolomé Esteban Murillo (1650)
 

José se hizo cargo del cuidado de Jesús el Hijo de Dios, así se convirtió en protector de la Iglesia, Cuerpo de Cristo; pidamos a Dios que José conceda su cuidado y patrocinio a nuestra Iglesia Diocesana, a nuestra Cofradía, a la Comunidad aquí reunida y a cada uno; que también la Virgen María ejerza, con su ternura y como siempre hace su condición maternal, “vida y dulzura esperanza nuestra, que vuelva a nosotros esos sus ojos misericordiosos” así viviremos según los mandatos del Señor y a la hora de nuestra muerte podremos entrar en el goce de Nuestro Dios. 

¡Adelante! Con la alegría y el gozo que estamos viviendo por la Buena Nueva, el Evangelio del DIOS CON NOSOSTROS y que José y María nos la han hecho llegar… ¿Qué haremos ahora para darla a conocer a los demás, a nuestros hermanos más humildes, a los que no han oído jamás hablar de Él? Tengamos seguro que si tomamos a la Virgen María como “estrella y camino” en nuestra Misión de Anunciar a su Hijo, conseguiremos hacerlo con éxito siempre para gloria de Dios. 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote



Estrella y camino


DE TU MANO, MADRE, HALLAMOS A DIOS.


1. Todos los siglos están mirando hacia Ti;
todos escuchan tu voz, temblando en un sí.
Cielos y tierra se dan, en tu corazón;
como un abrazo de paz, ternura y perdón.


2. Tú nos lo diste en Belén, en pobre portal;
en tu regazo le ven, el rey y el zagal.
Tú nos lo diste en la cruz, altar de dolor;
muerto en tus brazos está, un Dios redentor.


3. Toda la Iglesia con fe, eleva un clamor;
puestos los ojos en Ti, la Madre de Dios.
Puente y sendero de amor, sublime misión;
la de traernos a Dios, en tu corazón.

 

ESTRELLA Y CAMINO, PRODIGIO DE AMOR;

 

 

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