LECTURAS:
1er. LIBRO DE SAMUEL: Primer Libro de
Samuel 26, 2.7-9; Salmo 102 “El Señor es Compasivo y Misericordioso; Primera a
los Corintios 15, 45-49; Lucas 6,
27-38.
Cercanos
ya al tiempo de Cuaresma, cuando se vive con mayor intensidad el MISTERIO
PASCUAL… nos disponemos a cantar las misericordias del Señor… Así el Salmo
responsorial y toda la Palabra de Dios, hoy, pone ante nosotros dos opciones
para que desde nuestra libertad nos dirijamos por el camino del bien o del mal,
siguiendo al Señor en el Espíritu o siguiendo lo terreno y carnal… en nuestras
manos está, nuestra verdadera realización, el hombre nuevo de la segunda lectura.
El regreso del hijo pródigo. 1668. Murillo
Óleo sobre lienzo. 236x262 cm.
The National Gallery of Art. Washington
Pero Jesús nos llama a amar y no a condenar, su clamor recorre la historia y llega hasta nosotros aquí y ahora: ante nuestra extrañeza, nos pide abrirnos de corazón al prójimo y a no ponerle límites legales o doctrinales a nuestra disposición de comprenderlo y aceptarlo tal como es y tal como nos necesita. Sólo desde la relación cercana con Dios es inteligible el mandato de Cristo de amar, de perdonar o de ser compasivos... como ha hecho Cristo. Quien va entendiendo así el perdón, comprende que el mensaje de Jesús, lejos de ser algo extraño y absurdo o imposible e irritante, es el camino más acertado para ir curando las relaciones humanas, siempre amenazadas por nuestras injusticias y conflictos.
Si lo que Jesús nos pide nos parece imposible, entonces entenderemos que nuestra respuesta dependerá no solo de nosotros mismos, sino de la gracia que viene de Dios. Solo con el espíritu que Dios nos promete seremos capaces de ser testigos del amor, perdón y paz, a lo que Jesús nos llama. El perdón y misericordia son actitudes fundamentales del cristiano porque son de Dios. Brotan siempre de una experiencia religiosa. El cristiano perdona porque se siente perdonado por Dios. Perdona quien sabe que vive del perdón de Dios. Ésa es la fuente última. «Perdonaos mutuamente como Dios os ha perdonado en Cristo». Olvidar esto es hablar de otra cosa muy diferente del perdón evangélico. Así, el perdón cristiano no es un acto de justicia. No se le puede reclamar ni exigir a nadie como un deber social. En un juicio, “si se es culpable se condena y si no los es no hay juicio alguno”
Para concluir, otra vez Jesús nos advierte: “Con la misma medida con que medís, os volverán a medir” ¿En verdad creemos esto? Porque somos mezquinos y negativos para juzgar, para dar, para amar… y sin embargo, la vara con la que medimos nos mide y afecta a nosotros y a nuestro entorno. Es como una vara que a lo largo de los siglos se ha ido forjando de un hierro tan fuerte que en él estamos atrapados, porque es de todo, menos de “amar al enemigo,” “no juzgar” y “no condenar.”
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.
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