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jueves, 23 de marzo de 2023

NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO. DÍA 22 de marzo. DÍA SEXTO.

 



NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO.  DÍA 22 de marzo. DÍA SEXTO. 

Jesús nos anuncia el Reino de Dios a través de parábolas: El Reino de Dios es la presencia de Dios en el mundo mediante nuestras propias vidas y comportamientos. El Reino de Dios lo trae Nuestro Señor Jesucristo con su ejemplo, su vida, sus enseñanzas y la llegada del mismo Jesús Dios y Hombre, que hizo comenzara a dar frutos agradables a Dios, y siempre en bien de los hombres. Las parábolas son un género literario, una manera de describir o contar historias que pudieron darse y que nos dejan alguna enseñanza; en ellas se narra hecho imaginados de los que se sacan algunos principios para el  comportamiento en la vida o para conocer algo que no se ve inmediatamente. Jesús, muy cercano y fino observador las utiliza para darnos a conocer el Reino de Dios. Nos habla del campo y de la siembra, el sembrador, la semilla; describe a la mujer que está amasando y busca la levadura para mezclarla en la masa; habla de los banquetes de bodas, las bodas de su propio Hijo o habla del “buen samaritano” o del “hijo pródigo”. En la Parábola del Sembrador es Jesús, quien siembra en el  corazón del hombre, la Palabra de Dios es la semilla; quienes están preparados, la acogen y la cuidan y con la gracia de Dios encontrarán  fruto en su corazón. Porque hay corazones que son caminos pedregosos, otros lugares cargados de espinas y cardos, otros faltos de humedad: ¿Cómo puede dar fruto un camino seco y transitado por todo el que quiere? ¿Cómo el terreno pedregoso,  cuajado de ortigas, pinchos y malas hiervas? Y si el terreno no tiene la humedad suficiente ¿acaso dará fruto suficiente? NO; solo los corazones bien dispuestos, las tierras mullidas, abonadas y bien regadas darán fruto, unas el 30, otras el 60  y otras 100/100. También nos explica Jesús que  el Reino de Dios es como la levadura,  pequeña pero capaz de transformar una gran masa; o es como el grano de mostaza, semilla la más pequeña y sin embargo se trasforma en un árbol con grandes ramas, donde los pájaros anidan. Jesús trata de presentar el Reino como algo pequeño en apariencia pero muy rico en frutos si se sigue con verdadera fe. El Reino de Dios se explica por parábolas de bodas y banquetes nupciales, porque Dios nos llama a un reino de gozo y alegría como sucede cuando contrae matrimonio un hijo y, en aquel tiempo, más todavía si era el primogénito. Dios nos tiene prometido abrir  las puertas del Cielo para que celebremos la Gran Fiesta de su Hijo Jesucristo que se desposa con su Santa Iglesia, este pueblo que estáis aquí reunidos, pueblo santo de Dios por el cual vino Jesús a sanar a los pecadores y dar la abundancia de vida que con su muerte y resurrección n os ha ganado. El Reino de Dios se caracterizará por la alegría y el gozo, por el disfrute de una fiesta.

Son preciosas las Parábolas que nos hablan de “el tesoro escondido” o la de “las perlas preciosas que busca un mercader”. Quien descubre un tesoro en un terreno, va y vende todo lo que tiene para comprar aquel campo porque bien sabe lo que hay escondido en él. Y si un mercader, que negocia en perlas finas, encuentra una de gran valor la Perla Preciosa, va y vende todas las que tiene por tal de adquirir la de gran  valor la Perla Preciosa. Nos invita el Señor a dejarlo todo con tal de adquirir lo que realmente llena nuestras aspiraciones, nuestro corazón, aquello que puede dar satisfacción a los verdaderos valores y sabemos que ello está solo en Dios y en su enviado Jesucristo. Aquí viene bien recordar a Santa Teresa: “nada te turbe, nada te espante…quien a Dios tiene nada le falta…Solo Dios basta, solo Dios basta…La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta” ¡Solo Dios basta!

Las Parábolas de la oveja perdida o de la moneda desaparecida en la casa, se convierten por una parte en consuelo para nosotros y por otra en  llamada para que sigamos ese ejemplo. Pensad cuantas veces nos hemos separado del rebaño y apartado del Buen Pastor; pero no temamos, pues Jesús sale a nuestro encuentro, nos busca hasta hallarnos, y entonces, loco de alegría,  nos echa sobre sus hombros y celebra una fiesta con los amigos y parientes, diciéndole “alegraos y hagamos fiesta que he encontrado la oveja perdida” y todo porque nos ha encontrado. Y algo parecido con la moneda, la mujer barre y busca, limpia y examina rincones y cajas hasta que la encuentra y entonces con mucha alegría se prepara para celebrarlo con amigas y familia. ¡Cuánto gozará el Señor, Ntro. P. Jesús, porque volvamos a Él y en un ENCUENTRO de Amor, nos fundamos en un abrazo de Amor, mediante la Confesión Sacramental. Todavía antes de Semana Santa!

Otras parábolas o ejemplos de Jesús, nos quieren dar a conocer el corazón del Dios Padre, que Él mismo ha venido a traernos con el ejemplo de su vida. Este Padre sale al encuentro del hijo que le exigió la herencia y, hecho con ella, lo abandonó, se marchó a lejanas tierras, donde vivía en gran necesidad; vuelto en sí dice: “me levantaré, volveré hasta mi Padre y le diré he pecado contra el cielo y contra Ti…” “no soy digno de llamarme hijo tuyo, trátame aunque sea como a uno de tus jornaleros”; se trata del hijo derrochador, que nos representa,  y  el Padre Generoso imagen del Dios Verdadero, quien perdona y se abre a su hijo hasta comérselo a besos, basta que este se arrepienta y vuelva a su Padre. Volvamos nosotros, todavía en estos días que nos quedan de Cuaresma, con el corazón arrepentido: “si me levantaré, volveré junto a mi Padre”

Recordáis el relato del Buen Samaritano: Estamos en el camino de bajada de Jerusalén a Jericó, en una de las curvas cerradas, se encuentra una persona mal herida; ya han pasado más de uno a su lado y hasta han podido oír los gritos de dolor; bastantes pudieron verle por la pendiente de la senda, pero nadie se ha parado a socorrerle, algunos  iban con prisa hacia el Templo, no querían llegar tarde. Pero he aquí que un “Samaritano” se mueve a misericordia, tal como nos dice el ejemplo, los samaritanos tenían mala fama, pero aquí las apariencias, como muchas veces, engañan. En realidad es Jesús mismo  quien se detiene ante el hombre asaltado y herido a la vera del camino; aquel hombre a quien los bandidos habían despojado de todo, y aunque no fuera de su propia condición social o religiosa, ni conocido o familiar, le presta todos sus servicios, le cura derramando vino sobre ellas para limpiarlas y empapándolas con aceite para suavizarlas, le lleva hasta la posada y le cuida él mismo; después deja dinero para que otros continúen cuidándole, hasta que vuelva por allí y se haga cargo del herido y de todos los gastos que engendre su estancia y curación. ¡Cuánto podemos aprender! Y ¿Cómo no vamos a querer a un Padre Dios que actúa así! Piensa que si algún día te encuentras tirado en el camino de la vida, te sientes abandonado y despojado de todo, ¡¡ vamos ¡! que te ves hundido y sin fuerzas, mira al BUEN SAMARITANO JESÚS y déjate curar y cuidar por Él, déjate querer, no saldrás perdiendo, al fin de cuentas… Él es NUESTRO PADRE JESÚS EL ABUELO.

Este es el Dios que nos ama

Clavado en la Cruz quedó de tal manera

Para que nunca pudiera rechazarnos,

Pies y manos sujetos a la madera

Y el corazón traspasado por la lanza,

El perdón sostenido entre los labios

Y el corazón cargado de amor al infinito

Pues un Dios que asume nuestra carne

Es capaz de llegar hasta la muerte

Y quedarse con nosotros para siempre

En el vino y el pan de los altares.

 Antonio Aranda Calvo

 

 


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