LECTURAS: Hechos de los Apóstoles 8, 5-8.14-17; SALMO 65, 1-7.16-20 “Aclamad al Seño, tierra entera”. Carta 1ª de Pedro 3, 15-18. Evangelio de Juan 14, 15-21.
- El
Espíritu no tiene barreras, llega a todos a quienes están dispuestos a
recibirle. Es mejor padecer por hacer el bien, que por hacer el
mal; Cristo padeció habiendo hecho el bien a todos y por nuestra salud.
Avanzamos en el tiempo de Pascua:
¡Cristo Resucitado vive en medio de nosotros, Él es nuestra vida, ¡¡¡nuestra
luz y nuestro gozo!!! Hagamos presente nuestra experiencia cristiana de
presencia y vivencia de Cristo. Que no termine el Tiempo Pascual sin haber
creado ambiente del gozo de la Resurrección. Pronto estaremos en la Ascensión y
de aquí a Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, (días 21 y 28 de mayo). El
ambiente festivo del mes de mayo se centra en las fiestas-romerías de la
Virgen: Meditemos las llamadas y enseñanzas que se desprenden de la Liturgia de
estos domingos:
- Cristo
vencedor absoluto de la muerte, del pecado y del mal… con Él nosotros también;
no solo ha resucitado, sino que por su Ascensión está sentado a la derecha,
junto al Padre, y así asume el reinado y el poderío, se constituye en Señor del
Universo…y nosotros siempre con Cristo. Por todo ello, tenemos un horizonte
lleno de esperanza, perspectiva luminosa, que produce alegría y da sentido a la
vida para confiar en ella, poder luchar, y esforzarnos en ayudar a cuantos, en
nuestro camino, debemos anunciar el Misterio de Cristo.
- La Promesa de Cristo es que nos enviará su Espíritu Santo, tercera Persona del Misterio Trinitario, el cual nos enseñará todo lo que nos queda por saber y experimentar de la fuente de Vida que brota del Corazón de Cristo; El Espíritu nos acompañará en nuestro seguimiento a Jesús, hasta el fin del mundo. El Espíritu Santo Consolador, dador de Vida, con sus siete dones (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios) nos capacitará para recibirlos y con ellos servir al mundo en el que vivimos; el Espíritu hará que produzcamos alguno de esos sus doce frutos: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad; ello será signo de que nuestra vida cristiana es profunda y rica, por lo que produce esos signos de santidad.
- Mes de Mayo, fiestas y
romerías marianas:
El fondo de ellas es, aunque a veces no lo parece, es un verdadero amor a la
Virgen, trasmitido por nuestros mayores, gracias a los cuales somos cristianos
y practicamos lo heredado. Es precioso pensar y celebrar a la Virgen María,
Madre y Maestra de la Iglesia, al igual que lo fue de Jesús y de cada uno de
nosotros. Ella una mujer de nuestra carne y hueso, excelente sobre todas, Ella
nos puede enseñar el camino de Jesús, Ella nos acompañará en recorrer ese camino,
al modo como Ella lo hiciera “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según
su Palabra”; María fiel hasta la muerte de su Hijo, al pie de la Cruz; Ella
gozosa ante la gloriosa Resurrección del Señor. Nosotros,
cristianos responsables, en el seguimiento de Cristo, procuremos ir a lo más importante,
lo cristocéntrico, lo fraterno y humano, nuestro compromiso con la realidad
creada. Los gozos y
alegrías transitorias los debemos valorar en su medida y no más que en
ello.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.
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