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lunes, 31 de octubre de 2022

1 NOVIEMBRE “TODOS LOS SANTOS”

 


LECTURAS: APOCALÍPSIS 7, 2-4. 9-14. SALMO 23. “A Ti, oh Dios, te alabamos”. 1 Juan 3, 1-3.  MATEO 5, 1-12.

          “Todos estamos llamados a la santidad: sed santos como mi Padre del cielo es Santo, amad a Dios sobre todas las cosas y al prójimo de la misma manera”

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS, es decir Fiesta de la Santidad:

1.- Santidad canonizada (miles de santos y beatos de todos los tiempos y de todos los países, Apóstoles, Mártires, Sacerdotes, Religiosos/as, Matrimonios, hombres y mujeres, ancianos y niños…de todos los estamentos y condiciones sociales…todos en la línea de ser “testigos”, seréis mis testigos… Santos y Santas que atraen la devoción de los fieles actuales y ejercen su patronazgo sobre pueblos, entidades y personas…) pero sobre todo hoy, hombres y mujeres que día a día siguen a Cristo en su condición de bautizados, como los primeros cristianos viven unidos, alaban a Dios, comparten lo que tienen, reparten entre los más pobres, celebran la Fracción del Pan;

2.- “Santidad de los santos de la puerta de al lado” como lo ha expresado el Papa Francisco, que explicitándola añade: “santidad del día al día, de los cristianos corrientes y que se construyen con el amor a Dios y a los hermanos, amor fiel, hasta el olvido de sí mismos; la entrega total a los demás, como la vida de tantas madres y padres que se sacrifican por sus familias, sabiendo renunciar gustosamente, a tantas cosas, aunque no sea siempre fácil, a tantos proyectos o planes personales, aunque cueste sacrificios y renuncias”.

En este día la Iglesia nos invita a echar una mirada al cielo, que es nuestra futura patria, para ver allí con San Juan, a esa muchedumbre incontable de Santos, figurada en los 12,000 inscritos en el Libro de la Vida, - con el cual se indica un número incalculable y perfecto, - y procedentes de Israel y de toda nación, pueblo y lengua, los cuales revestidos de blancas túnicas y con palmas en las manos, alaban sin cesar al Cordero sin mancilla. Cristo, la Virgen, los nueve coros de ángeles, los Apóstoles y Profetas, los Mártires con su propia sangre purpurados, los Confesores o seguidores de Dios, radiantes con sus blancos vestidos, y los castos coros de Vírgenes, forman ese majestuoso cortejo, integrado por todos cuantos acá en la tierra se desasieron de los bienes caducos y fueron humildes, mortificados, justos, misericordiosos, puros, pacíficos y perseguidos por Cristo. Entre esos millones de Justos a quienes hoy honramos y que fueron fieles de Jesús en la tierra, están muchos de los nuestros antepasados, familia, amigos, miembros de nuestra comunidad cristiana, a los cuales hoy dirigimos nuestros cultos. Ellos adoran ya al Santo de los Santos, Cristo Jesús, que seguro nos alcanzarán la misericordia desde lo alto.

Esta fiesta ha de ser también, algún día, la nuestra, pues que aspiramos a ser santos, amontonando tesoros en el cielo, cuales son las buenas obras. Alegrémonos en el Señor, los que todavía estamos en caminos tortuosos y tendamos los brazos, pidiendo a los que ya gozan del cielo. Ellos sabrán compadecerse de nosotros, pues pasaron luchas y penalidades en la vida, aún más que las nuestras. No podemos subir al cielo por otro camino que el que nos dejó Cristo Jesús y sus Santos.

La Sagrada Biblia llama "Santo" a aquello que está consagrado a Dios. La Iglesia Católica ha llamado "santos" a aquellos que se han dedicado a tratar de que su propia vida le sea lo más agradable posible al Señor. 

Para ser declarado "Santo" por la Iglesia Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara "Siervo de Dios". Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, se le declara "Venerable". Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por medios humanos, es declarado "Beato". Finalmente, si se consigue un nuevo y maravilloso milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara "santo".

Para algunos santos el proceso de su canonización ha sido rapidísimo, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años. También San Juan Pablo II y Santa Teresa de Calcuta. Para ser declarados mártires, la investigación ha de ir sobre las causas del martirio y las actitudes tanto del presunto mártir como de los autores. (El presunto mártir muere por ser cristiano, defender a Dios, no querer ofenderle a consta de la propia vida y los autores de la muerte muestran un desprecio a la religión y posición del presunto mártir)  Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia Católica son muchísimos. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.

La Santa Biblia afirma que al Cordero de Dios lo sigue una multitud incontable.

En el cielo están San Chofer de bus y Santa Lavandera de ropa. San Mensajero y Santa Secretaria. Santa Madre de familia y San Gerente de Empresa. San Obrero de construcción y San Agricultor. San Colegial y Santa Estudiante. Santa Viuda, Santa Solterona, Santa Niña y Santa Anciana. San Sacerdote, San Obispo, San Pontífice, San Limosnero, San Celador, Santa Cocinera, San Arrendatario y San Millonario, y muchos más que amaron a Dios y cumplieron sus deberes de cada día.

¡Señor Jesús, que cada uno de nosotros logremos formar parte, un día en el cielo del número de tus santos, con los que te alabaremos y te amaremos por los siglos de los siglos! Amén. 

 Evangelio MATEO 5, 1-12.

 



 Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.

 


viernes, 28 de octubre de 2022

DOMINGO XXXI DE T. O. 30 DE OCTUBRE

 


(Desde el campanario de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Hornos) 

LECTURAS: Sabiduría 11, 22- 12, 2.  SALMO: “Bendeciré tu Nombre por siempre, Dios mío, mi rey”. 2 Tesalonicenses, 1, 11- 2, 2- Evangelio de Lucas, 19, 1-10.

       

“HOY HA ENTRADO LA SALVACIÓN EN ESTA CASA…”

 

I.-La gracia del encuentro con Dios 

Todo hombre tiene en su corazón una atracción por el bien… Zaqueo, a pesar de ser un publicano y pecador, siente algo dentro de sí, que le atrae hacia el Maestro y hace lo posible por acercarse a él. Jesús lo descubre en su corazón y lo ve en el árbol, donde se ha instalado para ver a Jesús y saber algo de Él. Aunque todos han visto a Zaqueo por allí, solo Jesús es capaz de leer lo nuevo que está naciendo en su corazón. Alza la vista y le dice: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy yo me quede (hospede) en tu casa.  La iniciativa es de Jesús y se produce porque hay disponibilidad en Zaqueo. El encuentro con Dios es a la vez gracia y fruto de una búsqueda más o menos consciente por parte del hombre. Zaqueo acoge con gozo la llamada de Jesús y le recibe en su casa, ignorando aún las consecuencias que resultarán de esta aventura: Se apresuró y lo recibió con alegría. Ya en casa, en un cara a cara, en trato más íntimo, descubrirá en Jesús la gratuidad del amor de Dios hacia él. La mirada de Jesús expresaba un amor y una misericordia mucho más grandes de lo que él se habría atrevido a imaginar. 


Ilustración del episodio evangélico de Zaqueo 

Lo que sucede no es simple fruto de la casualidad. El texto emplea el “hoy” que sirve al Evangelio para indicar la actualidad de la salvación ofrecida por Dios y realizada día a día en nosotros. “El hoy” está muy presente en el Evangelio: a los pastores de Belén se les anuncia que “hoy os ha nacido un salvador”; en la Sinagoga de Nazaret, a los que le escuchan el pasaje de Isaías, Jesús les dice: “esta Escritura, que achacabais de oír, se ha cumplido hoy”. En la Cruz, al buen ladrón le asegura que “hoy” estarás conmigo en el paraíso. Dios, en su misericordia, ofrece la gracia de la salvación a quien lo necesita y se deja interpelar. (Ojalá cada vez que miramos a nuestro Padre Jesús podamos escuchar ese “hoy”) 


II.-Un encuentro que cambia la vida Jesús 

Un encuentro que cambia la vida Jesús por un tiempo, se aparta de la muchedumbre, que le sigue por Jericó, para dedicarse solo a Zaqueo a quien, como Buen Pastor, busca en su propia casa, dejando las noventa y nueve y va en busca de la perdida, porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Entra en casa de Zaqueo sin temor a mancharse, a que lo critiquen o a escandalizar. 

La misión de Jesús es hacer presente en medio de los hombres la misericordia de Dios que quiere la conversión y la salvación de todos sin exclusión. Jesús nos enseña que el amor a Dios se manifiesta haciendo camino con nuestros hermanos, compartiendo amor y misericordia, aplicándonos las palabras “hoy la salvación ha entrado en esta casa”. Es el amor gratuito de Dios y no los méritos de Zaqueo lo que le permite dar un vuelco a su vida y abrirse a un horizonte nuevo. Al sentirse acogido y perdonado comienza a la vez a pensar en los hermanos: “daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo”.  

      *Zaqueo, publicano, se convierte en la figura del discípulo cristiano que, sin dejarlo todo como hacen otros discípulos de Jesús, permanece en su mundo habitual, dando testimonio de un estilo de vida, según el evangelio: Ya no más la ganancia por encima de todo, sino la justicia (devolveré el cuádruplo); el compartir con quien lo necesita (daré la mitad de mis bienes a los pobres). Está el discípulo que deja todo por el evangelio y el discípulo que sigue al Maestro, viviendo en el ambiente al que pertenece. La conducta y las palabras de Zaqueo contienen una enseñanza sobre la riqueza y los pobres: La riqueza es inicua cuando se acumula a costa del débil y se emplea en propio beneficio de modo desenfrenado, pero deja de ser tal, cuando es fruto del trabajo honrado y se comparte con los hermanos y la comunidad. La experiencia de Zaqueo nos enseña que la conversión evangélica es a la vez conversión a Dios y a los hermanos.   

El perdón y el cambio de vida nos abre a un camino de gozo y de compromiso que no es puro sentimentalismo o espiritualismo desencarnado. Así también en el texto de la carta a los Tesalonicenses de este domingo, Pablo escribe a una iglesia un tanto turbulenta y asustada por visiones y “chismorreos”, y llama al realismo evangélico que no es otra cosa sino el Amor con que Dios ama y nos hace dignos de la vocación cristiana; Él nos lleva a desear y a hacer el bien, una fe activa. Nos insiste a que no nos dejemos alterar fácilmente por manifestaciones que nos haga suponer la inminente venida del Señor. El cristiano vive con la esperanza puesta en esa venida, pero sin evasiones ilusorias, sino comprometiéndose a fondo en el presente con el bien y la justicia.

 

III.-Dios es el Dios de la vida

 

El mensaje de este domingo es propiamente del N.T., pero, el Libro de la Sabiduría, ya nos adelanta la visión de Cristo: el amor invencible de Dios por sus criaturas, a pesar del pecado. Dios es omnipotente, según la fe de Israel. Pero al afirmar esa omnipotencia divina saca un efecto sorprendente: la compasión. Como Dios es omnipotente no tiene miedo de nada y, puesto que no teme a nadie, puede permitirse ser compasivo y misericordioso con todos. El pecado de los humanos no suscita en Dios el resentimiento, sino el amor y la compasión: ¡Porque tú amas a todos los seres y nada de lo que hiciste lo aborreces, pues, si algo odiases, no lo habrías hecho! (v.24). Dios es el Dios de la vida, un Dios que constantemente ama y crea; un Dios que confía en sus criaturas y que, cuando estas yerran, ama y perdona. Hay un designio de amor divino en el origen de toda criatura: lo que ha dado la existencia a las cosas; Dios no lo retira por ningún motivo, lo mantiene con una fidelidad inquebrantable. ¿Quiere esto decir que Dios no lleva cuenta del mal? ¿Qué no reacciona ante el pecado? Ciertamente no. Quiere decir que Dios no reacciona como un ofendido resentido, sino como un padre que desea el bien de sus hijos.

 Antonio Aranda Calvo. Sacerdote

 

 

 

 

 


viernes, 21 de octubre de 2022

DOMINGO XXX de T. O. 23 de octubre de 2022.

 

JORNADA MUNDIAL Y COLECTA POR LAS MISIONES.

LECTURAS: ECLESIÁSTICO 35, 12-14. 16-19. SALMO: “El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó”. 2Timoteo 4, 6-8. 16-18. Evangelio de San Lucas, 18, 9-14.  

Domingo especial este del “Día de las Misiones” en él se nos presentan tres llamadas: Oración, ayuda material, disposición personal (estar dispuestos) 



España es el segundo país que más colabora con el Domund 

 

1º.- Todos los cristianos estamos llamados a ser TESTIGOS DEL PADRE, SIENDO SEGUIDORES Y PREDICADORES DE CRISTO. Los cristianos, nosotros, debemos sensibilizarnos ante el Mandato de Jesús de “Id por todo el mundo y anunciad a todos los hombres lo que Yo os he enseñado, bautizándolos en el Nombre del P. del H. y del E. S. “Dad testimonio de Mí. OS envío a la Misión. Misión es también nuestra tierra y nuestra sociedad, hemos de dar ese testimonio entre nuestros vecinos y hermanos más cercanos.  

 

2º.- Es un día especial para colaborar con las Obras Misionales establecidas en toda la Iglesia, para sostener a los hombres, mujeres y familias… que en otros países están dando Testimonio de Cristo, realizando la Misión. Vivamos este día en clave misionera. 

 

3º.-Día de Oración, pidiendo para que el mandato de Jesús se lleve a cabo, rezando por la Vocaciones Misioneras, pidiendo al Señor Jesús, Pastor Santo, por los misioneros que estén en dificultad, ya sea espiritual, material o familiar. Hoy, tengamos muy presente que la mies es mucha y los obreros son pocos, “pedid al Dueño de la mies que envíe obreros a su Viña”.  

 

San Pablo en la segunda lectura, que hemos escuchado, nos muestra el espíritu misionero que inundaba su corazón de Apóstol. Pablo, al final de su vida haciendo a modo de examen, puede decir que ha tenido valor y fuerza para combatir el noble combate de conservar y extender la fe…es propiamente su quehacer misionero, que no consiste solo en una doctrina o enseñanzas religiosas, más bien una entrega a Jesús, seguimiento en su modo de hacer y apreciar al Señor Jesús, sabernos salvado por su Muerte y Resurrección, vivir en alabanza a Dios y en el servicio a los hermanos más débiles. 

 

Sabe Pablo sabe que la acción misionera no depende solo de él, por ello dice expresamente “Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones”. Nuestra labor apostólica y misionera no podemos llevarla a cabo sino con la Gracia de Dios y el esfuerzo, valentía y empeño de nuestra parte, cada uno de nosotros. La fidelidad de Pablo le garantiza la corona de justicia que va a recibir del justo Juez… y no solo él sino también todos los que hayan aguardado la manifestación del Señor, vinculados a Él en las buenas obras.  

 

 Siguiendo en el espíritu misionero del día, veamos la primera lectura y el Evangelio: Se nos habla de la Oración humilde y confiada, basada en la misericordia y bondad de Dios. Él escucha al pobre e indigente y rechaza la soberbia del engreído. PIDAMOS POR NUESTROS MISIONEROS para que sean humildes ante los pueblos que evangelizan, acogedores y respetuosos para con aquellas culturas, verdaderos servidores de los pueblos, de los hombres y mujeres que han de recibir el Evangelio… como Cristo vino a servir, así los evangelizadores. Que nuestro servicio esté señalado por la búsqueda de la JUSTICIA, como la viuda del Evangelio que pedía justicia. ¡Cuánta justicia debemos llevar en nuestros pueblos de Misión…! y Dios que es Padre ¿No nos va a escuchas si se lo pedimos insistentemente? 



 Momento de oración

Óleo sobre lienzo de Frederick Arthur Bridgman (1877) 

 

Que la Virgen María, Reina de las Misiones, haga nuestro corazón misionero y que nuestra vida sea un TESTIMONIO EVANGELIZADOR DE CRISTO. Nuestros mártires, Testigos hasta la muerte, sean también nuestro ejemplo.   

(De este último siglo tenemos al Obispo Manuel Basulto, varios sacerdotes, un Seminarista, un joven de Adoración Nocturna, varias religiosas y religiosos… En proceso de beatificación (130) “Manuel Izquierdo y Compañeros” más de 100 Sacerdotes, una religiosa, un matrimonio, varios laicos, hombres y mujeres, una mujer viuda, un joven de Acción Católica. Tenemos ejemplos para todos los estados de vida. Recurramos a ellos. El 6 de noviembre se celebra en España la Fiesta de “Los Mártires del Siglo XX en España”.)  

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 

viernes, 14 de octubre de 2022

DOMINGO XXIX de T. O. 16 de octubre

 



``Orar siempre sin desanimarse´´
 

       En la primera lectura del libro del éxodo, se nos narra como el pueblo de Dios durante la peregrinación por el desierto, en su camino hacia la tierra prometida, tuvo que ir haciendo frente a muchas dificultades, defendiéndose de los enemigos y así fue purificando su idea de Dios. Se nos dice algo muy incesante, pues se nos hace notar que Israel obtiene la victoria sobre los amalecitas por la conjunción del auxilio de Dios en la oración y por la determinación y las habilidades guerreras de Josué. El hecho de ser perseverantes en la oración, no nos dispensa de nuestro esfuerzo. Unido al esfuerzo y responsabilidad humana, Dios nos hace justicia. 

 

Lucas es ciertamente el evangelista de la oración; son muchos los textos de Lucas que nos hablan de ello. En varias ocasiones nos muestra a Jesús orando: Hace oración en los momentos más decisivos de su misión, al empezar la vida pública, al escoger a los Doce, en la Pasión. A la luz de la experiencia orante de Jesús, el cristiano entiende que está invitado a orar siempre, con persistencia ¿Por qué? ¿Cuál es la razón de esta persistencia? 

 

La perseverancia en la oración es la actitud que posibilita al creyente mantenerse fiel en medio de las dificultades del día a día. La oración confiada y persistente es la forma de enfrentar toda adversidad. Es evidente que la oración no nos quita los obstáculos del camino, sino que nos da la fuerza para superarlos. La oración fortalece nuestra esperanza y la esperanza cristiana no es una simple espera de algo que podría realizarse, sino la consecuencia de la fe. La esperanza cristiana no es mera quimera o fantasía, su fundamento real reside en Dios mismo, en su amor, en su poder y en su fidelidad. Eso es lo que engendra en nosotros la seguridad de que todo lo que esperamos, lo que deseamos se verá realizado, por eso podemos vivir confiados incluso cuando experimentemos una tribulación, un fracaso en un proyecto… o simplemente cuando lo que vemos o tocamos es una negación de lo que esperamos. Porque el fundamento de nuestra esperanza no somos nosotros, ni lo que creemos y sentimos; el fundamento de nuestra esperanza es solo Dios, y solo la perseverancia en la oración, a la que nos invita Cristo, puede prepararnos y abrirnos a la confianza en este Dios que siempre defiende el derecho del débil frente a los que lo vulneran o trasgreden. 

 


 

Parábola del juez injusto

Ilustración de Eugene Burnand en “Les Paraboles”

Editores franceses Berger y Levrault (1908)

 

 

 

    Esta actitud de perseverancia en la oración es la que Jesús nos invita a practicar con el ejemplo de la viuda. Él quiere que oremos por encima de cualquier sensación de fracaso; nos insta a llegar hasta la obstinación como en la parábola. Pues si el pedir con insistencia ya obliga al inicuo y corrupto juez a hacer justicia a la pobre viuda, y eso que ni temía a Dios ni le importaba los hombres, con mucho más motivo Dios, que en su esencia es amor, se compadecerá y atenderá las suplicas de los que acudimos a él día y noche. Ahora bien, esto no significa que hemos de cruzar los brazos y esperar que Dios haga lo que hemos de hacer nosotros. Dios no puede remplazarnos en nuestro compromiso y nuestra responsabilidad. He aquí el dicho popular: “a Dios rogando y con el mazo dando”.   

 Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 

 


viernes, 7 de octubre de 2022

DOMINGO XXVIII. T.O. 9 DE OCTUBRE

 LECTURAS: 2 REYES 5,14-17; SALMO: “El Señor revela a las naciones su salvación”; 2 Timoteo 2, 8-13; Evangelio de Lucas 17,11-19. 

La intervención de Dios purifica y limpia de la lepra 

   La lepra como enfermedad está relacionada con una manifestación exterior y palpable, que provocaba el rechazo y la exclusión de la sociedad. La lepra como condición de vida remite a la presencia del mal: un estado de impureza o un castigo, de los cuales solo Dios puede liberarnos. Por esta razón, en el mundo rabínico curar a un leproso era prácticamente lo mismo que devolverlo a la vida, resucitar a un muerto: algo que solo Dios podía hacer. La lepra está presente con frecuencia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.  

El relato de la primera lectura nos habla de Naamán el sirio, cuya carne quedó limpia como la de un niño. No debemos detenernos solo en la acción física de la curación de la piel, sino en la simbología que existe dentro del relato: se nos habla tanto de la curación integral del cuerpo como de la renovación del espíritu. Ser leproso no solo era una cuestión exterior, física y palpable. Naamán, después de lavarse siete veces en las aguas de Israel, dejaría atrás toda impureza y quedaría totalmente curado. Por tanto, la limpieza y la sanación de la lepra en Naamán apuntan también al sentido religioso y espiritual de la persona. 




Eliseo rechaza los regalos de Naamán
Pieter Fransz de Grebber
[Óleo sobre lienzo 120 x 185.50 cms (1637)]
Museo Frans Hals

Podríamos preguntarnos: «¿Cuáles son nuestras lepras?, ¿de qué necesito ser purificado y redimido?, ¿qué me excluye de la Iglesia, de la sociedad y del mundo en el que vivo?».  

El hombre suplica: Maestro, ten compasión de nosotros  

En el Evangelio nos encontramos con diez leprosos, pero lo más significativo es que solo uno de ellos —el samaritano— fue capaz de mostrarse agradecido con Dios, alabándolo con grandes gritos. La compasión ofrecida por Jesús es para todos: no ha habido distinción con ninguno de los enfermos que se acercaron a él. Todos recibieron el mismo trato y todos fueron sanados de su enfermedad. Muchas veces no somos consciente de lo necesitados que estamos de Dios. Entretenidos en las rutinas de la vida y absorbidos por nuestro trabajo, y demás ocupaciones, aún religiosas, no somos conscientes de que vivimos sin Dios en nuestra vida, en nuestras decisiones y proyectos. ¿Acaso es Dios quien decide…como algo habitual?  

La enfermedad de la lepra fue el motivo que estas personas encontraron para suplicarle a Dios su compasión. ¿Cuáles son las razones que tenemos hoy para que el Señor tenga compasión de nosotros? Quizá nuestra «lepra» es el olvido de Dios: creer que lo podemos todo y que somos la fuente de nuestro ser. Otra «lepra» puede ser el egoísmo: mirarnos solo a nosotros mismos como si fuéramos el centro del universo. Hay muchos modos de ser un «leproso contemporáneo».  

Todos necesitamos la compasión de unos con otros. Veamos la reacción de Jesús: «Ten compasión de nosotros, Señor». La respuesta es inmediata y clara: acogernos; nada ha de ser obstáculo para atender, especialmente, a los que sufren. Porque somos vulnerables; porque nuestra vida es frágil; porque nuestras consciencias están adormecidas por el consumismo, las pantallas, la telebasura…; porque no hacemos todo el bien que podríamos, ni somos los suficientemente generosos con los demás, pidamos a Dios que tenga compasión de nosotros.  

La fe se vive desde la gratuidad: Lo vemos con claridad en el samaritano luego de haber sido sanado: el resto leprosos siguieron su camino, pero este se quedó alabando a Dios con gritos de júbilo y se echó por tierra a los pies de Jesús dándole gracias. A veces vamos por la vida sin agradecer las bondades que recibimos cada día. Sucede que nos volvemos pesimistas y negativos, y entonces parece que todo está mal y nada tiene solución. La gratitud nos ayuda a vivir una vida más serena, más plena.

 


«En el camino, los diez leprosos, quedaron limpios y sólo uno de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios» (Lc 17, 14-15). 

 

Contento de haber sido curado, el samaritano no hace otra cosa distinta que vivir agradecido con Dios.  

 Para llevar una vida satisfactoria, el cristiano ha de purificar su mirada de las muchas «lepras» que le impiden ver la bondad de Dios en el prójimo y en todo lo creado. Esa purificación no es un ejercicio de un solo día, sino una actividad constante. Debemos purificar también nuestros oídos y nuestras palabras de todo aquello que nos separa o nos impide hacer el bien, sea pensado, escuchado, expresado o llevado a cabo. En definitiva, se trata de una purificación del corazón que nos permite ser conscientes de la gratuidad en la que estamos envueltos. El pagano Naamán, como el samaritano curado del Evangelio, manifiesta una inmensa gratitud. No es casualidad que se trate de dos personas que no pertenecían al pueblo de Dios: precisamente, cuanto más excluidos, más se alegran de sentirse y saberse curados. El don de la fe lo recibimos gratuitamente, así como el don de la vida. La vida y la fe son un regalo: ante estos dones, nuestra mejor respuesta debería ser —como la del samaritano— la gratitud.  

Levántate, tu fe te ha salvado: La fe, como dice santo Tomás de Aquino, es la primera virtud en el orden de la eficiencia. El samaritano, al igual que Naamán el sirio, nos ilustran sobre el don de la fe. Todos los milagros o signos obrados por Jesús son precedidos por la acogida de la fe por parte de cada uno de los protagonistas. Sin fe es imposible que Jesús pueda actuar.  

La fe mueve a la alabanza y la gratuidad; ahora bien, es sobre todo su fe la que permite el inicio de su salvación. «Tu fe te ha salvado» En este sentido en la segunda lectura nos encontramos con un himno cristológico: una declaración de fe y de confianza que Pablo dirige a Timoteo. No podemos medir nuestra fe; pero sí que podemos tener claro que el sentido de la fe no siempre nos viene de fuera, sino que es un misterio que cada alma ha de ir descubriendo, viviendo una relación íntima y amistosa con Jesús. ¿Quién es el Dios en el que creemos y cuáles son las obras de mi fe? La respuesta nos ayudará a tomar conciencia sobre el Dios de Jesucristo y nuestro camino como cristianos. 

Seremos más conscientes de nuestra identidad cristiana, que sin fe carece de sentido. 


Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 


jueves, 6 de octubre de 2022

REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO DE LUCAS DEL DOMINGO XXVIII. T.O.

 

La fe que purifica


    El evangelio que acabamos de escuchar nos ofrece una reflexión interesante
. La lepra era, en aquella época, una enfermedad terrible, no sólo por su manifestación física, sino más por la explicación de su origen, enfermar era resultado del pecado, y esta, más aún era un “castigo de Dios, porque se había hecho algo malo” (“algo habrá hecho”); además la lepra era incurable llevaba consigo el aislamiento, ya que era contagiosa, y eran expulsados a las afueras de los pueblos y ciudades, hasta que les llegaba la muerte. Ser leproso, era pertenecer a una población marginal y condenada a la exclusión mientras su enfermedad no fuese curada. En la actualidad es una enfermedad erradicada, aunque sigue existiendo en pequeños círculos, para la mayoría desconocidos. (Dimensión física, social y religiosa).

 


Cristo y los leprosos.
Gebhard Fugel.
Foto Museo diocesano de Freising 

     La curación de los diez leprosos no es fruto de un rito mágico, o de un juego de manos que hace Jesús, la curación se debe a la confianza que los diez tienen en la capacidad de Jesús de hacer posible lo imposible. Sin embargo, más importante que la curación es llegar a comprender lo que esa curación significa, y esto no lo   comprendieron todos los que fueron sanados. Sólo uno (un samaritano, un extranjero hereje para los judíos) además de ser curado y ser devuelto a la vida normal, es capaz de ver en la curación un acto del poder de Dios. Los diez han compartido una misma experiencia: la de la curación, pero sólo uno experimentará la salvación, que es la auténtica y verdadera curación que necesita todo hombre, pues es la que lo capacita para volver y dar gracias a Dios de lo que le sucede. El definitivo milagro de Jesús, fue lograr que uno de ellos no solo se alegrara por ser curado, sino que fuera capaz de reconocer la presencia de Dios en todo lo que le había pasado. 


    La experiencia de la salvación es una experiencia que, felizmente, siguen teniendo muchas personas, en nuestros días, pero son muchos más los que no sólo no llegan a tenerla, sino que ni siquiera sienten la necesidad de experimentarla, porque su salvación está puesta en otras cosas. 


   Nuestra reflexión podríamos encaminarla también por la línea de lo que significa ser personas agradecidas. El ser agradecidos, se nos enseña desde pequeños, todos hemos aprendido a decir gracias cuando recibimos algo, más adelante cuando vamos creciendo aprendemos a descubrir que el agradecimiento es algo más que decir gracias… es una actitud del corazón. El corazón agradecido es aquel que es capaz de actuar desde el supuesto de que no lo tenemos todo, que necesitamos más cosas de las que creemos, necesitamos de los que nos rodean, y esa actitud nos lleva a ser agradecidos por lo que recibimos de forma gratuita. Y, además, el agradecido suele ser él al mismo tiempo generoso ya que si soy capaz de reconocer que necesito de los otros, aprendo que puede haber otros que necesiten de mí, y estaré dispuesto a dar lo que me pidan y a compartir lo que tengo.


   Podríamos hoy examinarnos sobre nuestro ser o no ser agradecidos. En nuestra vida podremos descubrir muchas circunstancias en las que el otro nos hace el bien, pero no sé si solemos o sabemos estar a la altura. De los diez del evangelio sólo uno fue capaz de volver a dar gracias y demostrar con su presencia su disposición a hacer lo que fuera por aquel que lo había salvado. Sólo uno tenía el corazón agradecido como para expresar ese agradecimiento. 


   El agradecimiento del cristiano, el agradecimiento del hombre de fe, siempre va dirigido en última instancia hacía Dios, ese Dios que nos quiere, y al que le debemos tantas cosas. Por eso en la Eucaristía de hoy, que es también acción de gracias, le agradecemos al Señor, todo lo que hace por nosotros.


   ¡Te damos gracias Señor, y te pedimos que nos des un corazón agradecido y generoso! Se lo pedimos al Señor, al tiempo que recordamos a los que menos tienen, a los que están solos, a los enfermos especialmente a los que conocemos o son de nuestras familias. 

 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.  

EN LA FIESTA DE LA VIRGEN DEL CARMEN 16 de Julio.

  (Dedicado a los fieles de Monte Lope Álvarez en la Fiesta de su PATRONA )   !VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN! ¡Virgen del Carmen! Reina de mares...