VIERNES DE DOLORES, 26 de Marzo. Estamos ya en la Semana Santa de este año 2021 y como pórtico,
aunque según las normas litúrgicas, la Fiesta de los Dolores de la Virgen se
celebra otro día, abriré estas reflexiones con el recuerdo a la Santísima
Virgen. Hoy, el 26 de marzo, el llamado Viernes de Dolores, tan celebrado en
muchos pueblos y por muchas personas y familias, en las que casi siempre había
una Dolores, Lola, Marilola o Mariló… A LA VIRGEN MARÍA NUESTRA SEÑORA VAYA DIRIGIDA MI ALABANZA Y
REFLEXIÓN.
La devoción a
la Virgen María con
el título de los Dolores, así como las Imágenes que
la representan, expresan el sentimiento de dolor de la Madre de Jesús a lo
largo de toda una vida, ante el sufrimiento de su hijo, encarnado en su seno y
enviado por el Padre, no para condenar al mundo, sino para dar la vida por toda
la humanidad. Se trata de una de las devociones más antiguas hacia la
Madre de Dios. Su Fiesta se celebra el 15 de septiembre, aunque goza también, tradicionalmente de gran importancia en la Semana de la
Pasión y en la misma Semana Santa;
el Viernes de Dolores y el Viernes Santo. La devoción a la Virgen de los Dolores y su Festividad ya viene de
antiguo: Era glosada en el siglo VIII por algunas obras eclesiásticas, lo que
no tardó en provocar el surgimiento de las devociones relativas a los siete
dolores de María. La fiesta en honor a la Virgen de los Dolores llegó a
Occidente en la edad media, celebrándose en un principio sólo durante la semana
de Pascua. Ya en el S. XVII la Festividad de la Virgen de los Dolores se situaba
en el tercer domingo de septiembre.
Hoy haremos un comentario a los Siete Dolores de la Virgen, que es el
ejercicio piadoso más conocido y que se hace en Novenas y Fiestas Marianas de
Pasión:
1º.- LA PROFECÍA DE SIMEÓN EN LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO: Mi primer dolor, nos dice María, comenzó en Jerusalén. Fuimos a cumplir la Ley: presentar al primogénito en el Templo. Y al entrar se nos acerca un venerable anciano, que toma al Niño en sus brazos ante la inquietud de José y mía. Pero Sus palabras comienzan llamando a mi Hijo luz de las naciones y gloria de Israel. ¡Cuánto gozo! Pero susurra también palabras proféticas: este Niño será signo de contradicción; y a ti, mujer, una espada te atravesará el alma (Lc 2,34) Esto quedó prendido en mi corazón y lo fui comprendiendo hasta que tuve a mi Hijo muerto en el regazo, con el alma partida de dolor.
LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO
(Alonso Mena 1640-41)
Piedra caliza tallada (195x312 cm) en el crucero norte de la S.I. Catedral de Jaén.
(Cien obras maestras de la Catedral de Jaén)
2º.- LA HUÍDA A EGIPTO CON JOSÉ Y JESÚS. Dios, todopoderoso tuvo que defender a su Hijo de la ira de Herodes.
Y se lo anunció por ángel a José (cf. Mt
2,13), así comenzamos una huida hacia la tierra desconocida de Egipto.
Contemplamos la debilidad del Niño a la vez que oíamos los gritos desgarrados
de las madres de los Inocentes mi corazón de madre, se desgarraba. El camino de
Egipto fue un camino de dolor y madurez en la fe. ¡Es difícil, a veces,
entender los planes de Dios! pero el amor hace que las dudas se desvanezcan con
la fuerza de la fe. Fue el amor el que nos hizo soportar el dolor de ser
emigrantes en tierra extraña: nuestra seguridad la pusimos en las manos de
Dios.
LA HUIDA A EGIPTO
(Jerónimo Ezquerra)
El Museo Carmen Thyssen
3º.-LA PÉRDIDA DE JESÚS EN LAS FIESTAS DE JERUSALÉN. El tercer dolor, fue también en el Templo. Subimos a cumplir la Ley, entonces con Jesús, ya un adolescente de unos 12 años… y entonces se nos pierde. Le buscamos con las prisas y las alas del cariño. Y le encontramos en medio de sabios y doctores. Y como Madre le dije: ¿por qué nos has hecho esto, Hijo mío? José y yo te andamos buscando. Y Él me respondió con palabras misteriosas: ¿no sabíais que tenía que ocuparme de las cosas de mi Padre? (Lc 2,48-49). Me sentí incomprendida en mi dolor, pero al mirarle descubrí el Misterio: yo buscaba a mi hijo y encontré al Hijo de Dios. Y así, mi Hijo se convirtió también en mi Señor.
JESÚS ENTRE LOS DOCTORES
Políptico de los siete dolores
- Alberto Durero – 1494-1497 –
4º.- ENCUENTRO DE MARÍA CON JESÚS EN LA VÍA DOLOROSA compartí este dolor con las buenas mujeres de Jerusalén, que lloraban
po0r mi hijo en la calle de la Amargura camino del Calvario. Yo iba detrás, como siempre debe ir el discípulo,
aliviando con mi amor su sufrimiento, como queriendo traspasar de corazón a
corazón tanto dolor. Lloro con las mujeres sencillas, que son madres, y recibo
también la burla de los espectadores del horrible espectáculo. Yo recordaba las palabras de Isaías: Tomó sobre
sí nuestros pecados y cargó con nuestros dolores... en sus heridas hemos sido
curados (Is 53,4-5). Desde entonces, llaman a este camino la Vía Dolorosa y en
mi corazón quedó grabada cada una de sus esquinas.
5º.- LA CRUCIFIXIÓN Y AGONÍA DE
JESÚS.- Por fin
llegamos al Monte Calvario, iba junto a mi Hijo y nuestras miradas muy unidas
Su rostro
desfigurado: le desnudaron, y sortearon
aquella túnica que tejí con tanto cariño
No me entregaron nada de Él.. Los golpes de los clavos resonaban en mi
corazón, y me dolían como podéis imaginar. Los dolores de un hijo, como el eco,
se multiplican en mi corazón. Y oí sus
últimas palabras: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46) Y
descansé al pensar: ¡está en las manos de su Padre! Ya a los pies de la Cruz,
recibí la mejor herencia: Ahí tienes a tu hijo, susurró con el último aliento,
y me entregó en el discípulo amigo a
todos vosotros. Era como otro parto: en la Cruz todos los hombres fueron
alumbrados a la Vida eterna, pues eran salvados.
6º.- LA LANZADA Y EL RECIBIR A JESÚS MUERTO EN SUS BRAZOS. Aquella lanzada se clavó en mi corazón, pero gracias a ello sale de mí tanto amor y misericordia como Él desea. Descolgado de la cruz, lo recibí en mi regazo. Juan, el más amigo de mi Hijo sostuvo mis brazos, las mujeres enjugaban mis lágrimas, mientras yo acariciaba con mis manos el rostro del Hijo muerto, contemplándolo como le acunaba en Belén y recordé aquellos momentos. Ahora, le tenía joven, hermoso, en mi regazo, porque ni el dolor ni la cruz, ni las espinas ni los salivazos, pudieron desdibujar aquel semblante que aún llevo grabado en mis entrañas. Todos mirábamos al que traspasaron (Jn 19,36). El silencio cortante del descendimiento, terminó entre sollozos.
7º.- EL ENTIERRO Y LA SOLEDAD DE MARÍA. Por fin llegó el final: en un sepulcro nuevo le dejamos; José de Arimatea, brindó este aposento. Y se
corrió la losa y quedó la Luz encerrada en la noche: ¡nunca la tierra tuvo al
sol tan dentro de ella! Quedé en la más profunda soledad... Y recordé el salmo,
que decía: Tu rostro buscaré, Señor (Sal 26,8). Mi corazón sentía que no puede el dolor vencer al amor, el amor siempre resucita. Y tras el Amor
corrí; en la noche busqué la Aurora, sabiendo que vendría la madrugada de
Pascua».
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES: Señora y Madre nuestra: tú estabas serena y
fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención
del mundo. Lo perdías, en cierto sentido, porque Él tenía que estar en las
cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en
el Amigo que da la vida por sus amigos. María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las
palabras de Jesús: “Ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu Madre”! ¡Qué bueno
si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre en
nuestros corazones, donde mora la Trinidad Santísima, y desde aquí llevara
nuestros hermanos al conocimiento de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, bajo tu
mirada misericordiosa. Amén.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
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