“Dar buen consejo al que lo necesita”
Es esta una
ayuda importantísima en la vida del hombre. ¡Cuántas veces nos encontramos en un camino sin salida
en las decisiones que hemos de tomar! Y todos necesitamos el consejo del
amigo, de la persona en quien confiamos, del educador, maestros o padres, que
puedan darnos la luz en los pasos importantes de la vida. Debemos dar buenos
consejos así como aceptar y agradecer a quienes así lo hacen.
No se trata de
convertirnos en directores espirituales de los demás, cada cual lo busque
cuando lo considere necesario; nos referimos a algo más inmediato, que se
presenta en la vida diaria y que no entra en la esfera más íntima: mi relación con Dios. Y con todo no olvidemos que “el Señor es mi Pastor, nada me puede faltar…me
llevará junto a aguas tranquilas; confortará mi alma, me guiará por sendas de
justicia, por amor de su Nombre”. El Dios Misericordioso quiere que seamos
misericordiosos, que mostremos su rostro amable y lleno de ternura ante
nuestros hermanos, como reflejo de Jesús.
Dar buen consejo al que lo necesita es la
actitud que nace de un corazón bueno y que desea dar consuelo ante la duda y la
dificultad para ver claro; trata de iluminar y ayudar al prójimo en su propia
vida y siempre para el bien del hermano; no hay en ello egoísmo, ni ganancia
alguna material. No dudemos que cuando ese consejo nace del amor y del interés por el
otro, será bien recibido y al mismo tiempo hará maravillas a la persona que
busca la ayuda.
Son muchas las ocasiones en que se
precisa “un buen consejo”: entre matrimonios, relación entre la pareja, en las
conductas personales, en decisiones materiales, economía, asuntos en negocios
etc. Ahora bien, todos sabemos que no siempre es fácil dar un buen
consejo. Antes debemos examinar nuestro propio modo de proceder, no sea que
deseemos sacar la paja del ojo ajeno cuando llevamos en el nuestro una
grandísima viga. Por otra parte seamos oportunos y por
ello ¿será el mejor momento para intervenir… y si no nos lo ha pedido? No
obstante, si nos guía el deseo de hacer el bien con humildad, mostrar el amor y
la ternura de Dios al hermano que está en dificultad, sin presentarnos como
“maestros o sabelotodo” si vamos con corazón sano, el Señor estará con
nosotros, y será su luz la que ilumine las decisiones y los pasos de nuestro
interlocutor. Tenemos una oportunidad de oro para mostrar la misericordia del
Señor ante los demás, pero, también es maravilloso experimentarla sobre nosotros
mismos, porque quien da generosamente, recibe el ciento por uno.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote
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