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martes, 16 de marzo de 2021

SEGUNDA OBRA DE MISERICORDIA “ESPIRITUAL”

 



“Dar buen consejo al que lo necesita”


 

       Es esta una ayuda importantísima en la vida del hombre. ¡Cuántas veces nos encontramos en un camino sin salida en las decisiones que hemos de tomar! Y todos necesitamos  el consejo del amigo, de la persona en quien confiamos, del educador, maestros o padres, que puedan darnos la luz en los pasos importantes de la vida. Debemos dar buenos consejos así como aceptar y agradecer a quienes así lo hacen

 

No se trata de convertirnos en directores espirituales de los demás, cada cual lo busque cuando lo considere necesario; nos referimos a algo más inmediato, que se presenta en la vida diaria y que no entra en la esfera más íntima: mi relación con Dios. Y con todo no olvidemos que “el Señor es mi Pastor, nada me puede faltar…me llevará junto a aguas tranquilas; confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia, por amor de su Nombre”. El Dios Misericordioso quiere que seamos misericordiosos, que mostremos su rostro amable y lleno de ternura ante nuestros hermanos, como reflejo de Jesús. 

 

Dar buen consejo al que lo necesita es la actitud que nace de un corazón bueno y que desea dar consuelo ante la duda y la dificultad para ver claro; trata de iluminar y ayudar al prójimo en su propia vida y siempre para el bien del hermano; no hay en ello egoísmo, ni ganancia alguna material. No dudemos que cuando ese consejo nace del amor y del interés por el otro, será bien recibido y al mismo tiempo hará maravillas a la persona que busca la ayuda.  

 

 Son muchas las ocasiones en que se precisa “un buen consejo”: entre matrimonios, relación entre la pareja, en las conductas personales, en decisiones materiales, economía, asuntos en negocios etc. Ahora bien, todos sabemos que no siempre es fácil dar un buen consejo. Antes debemos examinar nuestro propio modo de proceder, no sea que deseemos sacar la paja del ojo ajeno cuando llevamos en el nuestro una grandísima viga. Por otra parte seamos oportunos y por ello ¿será el mejor momento para intervenir… y si no nos lo ha pedido? No obstante, si nos guía el deseo de hacer el bien con humildad, mostrar el amor y la ternura de Dios al hermano que está en dificultad, sin presentarnos como “maestros o sabelotodo” si vamos con corazón sano, el Señor estará con nosotros, y será su luz la que ilumine las decisiones y los pasos de nuestro interlocutor. Tenemos una oportunidad de oro para mostrar la misericordia del Señor ante los demás, pero, también es maravilloso experimentarla sobre nosotros mismos, porque quien da generosamente, recibe el ciento por uno. 

 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote

 


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