El
perdón es uno de los grandes mandatos de Jesús, iluminados con su ejemplo. Él
invita a sus discípulos a practicarlo: “se adelantó Pedro y le
preguntó Señor, si mi hermano me sigue ofendiendo
¿cuántas veces tendré que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces
siete” (Mt 18,21-22); ¿cuál es la condición para que Dios
Padre nos perdone?: “Perdona nuestras ofensas así como nosotros también
perdonemos a los que nos ofenden” (Mt 6,12); ¿perdonar es justificar?: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). El perdón es una enseñanza
fundamental de Jesús y Él nos dio ejemplo cumplido en su vida y en la Cruz; a
lo largo de la Historia de la Iglesia el perdón ha sido característica de los
cristianos, ahí tenemos el ejemplo de los mártires que morían perdonando a sus
verdugos.
Con
frecuencia se escucha decir: “Yo perdono, pero no olvido”. El perdón que ofrece
Jesús, y al que estamos llamados a practicar los cristianos, es un perdón que
sobrepasa toda ofensa, donde no hay espacios para la venganza ni los
resentimientos; por tanto, si este “no olvido” significa resentimientos y
deseos de venganza, habrá que convertir el corazón y pedir mucho la gracia del
Espíritu Santo.
La paz y el odio no pueden convivir juntos en un corazón, “quien odia a un
hermano es un asesino” (1Jn 3,15). El odio, mata. De aquí que, un corazón lleno
de odio y deseos de venganza es un corazón infeliz y hace infelices a los que
le rodean, ya que el odio se contagia con la misma fuerza con que lo hace el
amor. No olvidemos que el perdón se fundamenta en
el amor sincero, porque el amor “no toma en cuenta el mal” (1Cor 13, 5). Aún
cuando no podamos volver a recuperar la amistad y el agrado, es deber del
cristiano, tratarle amablemente.
Perdonar es un don de Dios y quien perdona practica la
misericordia. Al perdonar estamos repartiendo el Amor
y la Misericordia de Dios que debe haber en el corazón del cristiano. Es
necesario perdonar y ser perdonado pues en este intercambio se mueve la Gracia
de Dios.
El
perdón se extiende a los mayores enemigos que podamos tener: “Perdonad y haced el bien a los que os odien, bendecid a los que
os maldigan, rezad por los que os difamen”. Jesús
sobre la cruz nos dio el ejemplo del amor a los enemigos. Cuando Jesús perdona lo hace completamente y restablece al pecador
la dignidad de hijo de Dios. Por eso, nos dejó un sacramento, el Sacramento de
la Reconciliación (del perdón o la confesión) Jesús es el resplandor viviente
del Padre, de su misericordia, de la ternura y del amor que se dona a través
del perdón. Aprendamos de Él.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
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