La obra de
Misericordia, que vamos a comentar está, como todas las demás, incluidas en el
mensaje evangélico pero, esta explícitamente cuando el Señor nos habla de “la
corrección fraterna”. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso,
has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para
que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos”.
Nos encontramos con una llamada de Cristo, la de
corregir al hermano que se equivoca, y debemos escucharla y seguirla. Por otro
lado, humanamente es un deber corregir al que se equivoca y evitar así que
caiga en el precipicio que le llevará su desacierto en el juzgar, hablar o
actuar ante los demás. La corrección es un imperativo de amistad. ¿Puedo mirar
para otro lado cuando veo que un amigo está esclavizado por el alcohol, la
pornografía, el juego, va por el mal camino? Ante ciertas cosas no podemos ni
debemos callar, por muy respetuosos que queramos ser, podríamos caer en el
silencio cómplice. Qué se diría si ante un náufrago yo me mantuviera
quieto y no fuera capaz de avisar al socorrista que pudiera salvar al amigo… Mi
comportamiento podría calificarse de mezquino.
Quien piense que
no se equivoca nunca, además de fatuo y engreído se encuentra en un grave
error, porque somos despistados, olvidadizos, muchas veces maquillamos la
verdad, somos inconstantes, interesados, presumidos, juzgamos mal y criticamos
con mucha facilidad…Todos somos falibles, exagerados, perezosos y poco
rigurosos en nuestros relatos. Nos equivocamos al
hablar y al actuar. Siempre los
errores ajenos resaltan más y tienen mayor volumen que los nuestros. Una vez más se cumple la
advertencia del Evangelio a propósito de que vemos la paja en el ojo ajeno y no
la viga en el nuestro.
A veces caemos en el pecado corporativo, nuestra
responsabilidad se diluye entre todos, y así asistimos pasivamente a la
destrucción de quienes nos rodean. La corrección es una forma de amar, la que
sólo puede ofrecernos la persona que nos ama de verdad.
Antonio Aranda
Calvo. Sacerdote
No hay comentarios:
Publicar un comentario