La tercera obra de misericordia es una
llamada para dar de beber a Cristo en aquel hombre o mujer que tiene sed. Desde
ella podemos escuchar a Jesús que nos dice como a la Samaritana “dame de
beber”… porque Él tiene sed de nosotros, nos quiere, nos busca; así lo expresó
en la CRUZ “Tengo sed”. En el fondo
nosotros también le buscamos “Como busca la cierva corrientes de agua pura, así
mi alma te busca a Ti, Dios Mío”. Este planteamiento puede darnos mucha luz
para, desde Dios, ir a nuestros hermanos y descubrirles la necesidad de agua
para la vida material y espiritual; “dadles vosotros de beber”.
Al mirar el planeta Tierra desde el espacio es fácil ver las diferencias físicas que crea el agua dulce. Se observan las zonas en donde abunda el agua potable, ya que son zonas verdes de intensa vegetación donde predomina la vida y por tanto la vida del hombre y su desarrollo social, familiar, cultural y espiritual; por el contrario, también se pueden observar zonas carentes de agua, en las cuales la sequedad devasta la vida misma. Hoy, amplias zonas de la tierra, sufren la sed que, lógicamente, repercute en las personas, pues que no tienen al alcance el agua necesaria para saciar su sed y promover el desarrollo de toda la naturaleza, tal como es la voluntad del mismo Dios: “Creced y multiplicaos”. El problema del agua en muchas zonas debe resolverse con un empeño colectivo de pueblos y naciones, políticos y gobiernos, instituciones y fundaciones en favor de los pueblos menos desarrollados. Han de emplearse medios para proporcionarla y distribuirla a las poblaciones. El agua y la higiene están tan relacionadas que la salud depende de la existencia o no del agua necesaria. Cáritas, Manos Unidas y otras ONGs se preocupan mucho de este planteamiento y desde ellas podemos cumplir con esta Obra de Misericordia. Dar de beber al sediento implica un trabajo a largo plazo para permitir que futuras generaciones tengan agua para vivir.
Es verdad que se habla hoy en día de la sed espiritual que muchos hombres llevan dentro, la sed de sentido en la vida, lo cual no quita que se sufra también en varios lugares de nuestro planeta una fuerte sed física. El Papa Francisco, en la encíclica “Laudato Si” habla sobre cómo la violencia en el corazón del hombre se manifiesta en los síntomas de contaminación del agua y que afecta su disponibilidad.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
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