Alimentarse es la primera necesidad que los seres humanos hemos de tener cubierta para poder realizar todo lo demás. Es evidente según los siguientes dichos: “mens sana in córpore sano” o “lo sobrenatural sobre-lo-natural”, “si se corrompe el cuerpo, ¡donde queda la realidad humana!” En nuestra sociedad, aparentemente sobrealimentada, la primera de las obras de misericordia podría parecer demasiado lejana… “aquellos años del hambre” parecen superados y, si queda algún reducto, miramos para otro lado.
Pero en nuestro mundo la plaga del hambre está bien presente y ahí están los medios que, a veces, nos acercan la realidad hasta nuestros propios hogares, aunque con facilidad los echamos fuera y nos quedamos más tranquilos. Sin embargo, la actual crisis económica ha traído, insistentemente, a nuestras casas esas noticias de malnutrición infantil con mucha más fuerza si cabe; imágenes de personas haciendo colas en comedores sociales, de Cáritas, parroquias y otras ONGs en las que la distribución de alimento ha cobrado lamentablemente el protagonismo.
En algunas partes del mundo están demasiado acostumbrados a ver a personas muriendo por no tener alimento. Las hambrunas se van sucediendo como las estaciones, golpeando a poblaciones enteras. Quizá esto nos duele menos por ser realidad lejana y por lo acostumbrado que estamos a ver imágenes que nos quitan la dignidad a quienes lo contemplamos quietos y en silencio. Todos los años, por estos días, en vísperas de Cuaresma, se nos muestra a través de la Asociación Católica, Movimiento Humanitario, de MANOS UNIDAS, el problema del hambre en el mundo. La hemos llamado “CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE”
Jesús, nuestro ejemplo, se identifica con aquél que pasa hambre y nos dice que el Reino de su Padre está abierto a aquellos que se conmueven y dan de comer al hambriento. Y es que la misericordia es eso, sentir las miserias del otro y como consecuencia de esa compasión ayudarlo y auxiliarlo. Al Señor le dio lástima y multiplicó el pan y los peces para dar de comer a una multitud hambrienta, pero va más allá… Él mismo se hace pan para darse a la humanidad necesitada de todo tipo de pan.
Finalmente, dar de comer al hambriento no es dar lo que nos sobra, aunque irónicamente, con eso, daríamos mucho pues necesitamos bastante poco. Se trata de ir más allá, adecuar nuestros hábitos de consumo a las necesidades reales, no desechar alimentos y, cómo no, dar gracias por lo que tenemos, porque sólo así seremos capaces de caer en la cuenta de que hay otros muchos que necesitan de eso que para nosotros parece básico, el alimento diario.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
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