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viernes, 5 de febrero de 2021

DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO. 7 DE FEBRERO 2021

 


“Curó a muchos enfermos de todas sus dolencias”(Marcos 1, 29-39)


¿Tiene sentido la vida humana? Nos podemos hacer esa pregunta, cuando se padece tantos y tantos sufrimientos ¿Qué respuesta dar? ¿Y si eres creyente en el Dios Misericordioso de Jesús?  Cuando se pasa mal, cuando lo pasamos mal: ¿dónde está ese Dios? ¿Es compatible la fe en un buen Dios salvador con la desgracia, con el mal, con el sufrimiento de tanta gente y, sobre todo, con el de personas inocentes?

 

I.- La Palabra de Dios, proclamada, puede darnos alguna respuesta en este domingo: Efectivamente, durante unos años Jesús recorrió los pueblos y aldeas  de Galilea haciendo el bien, a través de tres cosas: 1º.-Anunciando la bondad y el cariño de Dios Padre, dando a conocer su verdadero Rostro  e invitando a acogerle con toda el alma… 2º.-Haciendo realidad ese anuncio en el trato con las personas y en el trato con Dios. 3º.-Entrando en contacto por la oración con el Padre del Cielo. 

 

En la 1ª lectura se nos ha presentado la experiencia de Job, dolorosa por haber perdido todos los bienes, destrozada la vida de sus hijos, legarle la enfermedad y el desprecio de los demás, todo ello semejante a cuanto sucede a muchos hombres de hoy día, y por lo que se vive la vida con desesperanza, disgusto y cargados de males. A veces, muy duros… Pero Jesús nos presenta un Dios en el que se puede y se debe esperar, es la buena noticia, tan buena que nos pone en dirección hacia una vida sin fin, en paz y en amor; este Padre Dios nos ha creado para ser felices, no debemos olvidarlo. 

 

El ejemplo de Pablo, 2ª lectura, es otra respuesta a la posición de Job y de los que viven la vida, tristes y apenados, con la mirada fija en las ganancias terrenas, cerrados en sí mismos… Pablo se siente llamado por Dios en Cristo para el anuncio del Evangelio, la buena noticia para todos los hombres, el verdadero camino… Pablo se siente realizado con esa Misión, dar a conocer al Dios verdadero y a Señor Jesucristo, para que así todos sean felices y superen las dificultades de la vida… Pablo no espera otra paga que la de ser discípulo del Señor;  su Misión “será su paga”. También nosotros estamos llamados a esta Misión.  ¿Se puede dejar de anunciar el evangelio porque esta vida sea cómo es? ¡De ninguna manera! La Misión recibida por nosotros también, tiene la “gran paga” de haber sido elegidos por el mismo Señor para llevarla a cabo. Anunciar, ser testigos del evangelio debe de hacernos felices; debe ser para nosotros una tarea cuya “paga” es el mismo evangelio, es decir, extender la buena noticia a los hermanos, lo que llevamos en nuestras entrañas. ¿Quién da más? ¡Nadie! pues es una pasión que nos ha de llevar a dejarlo todo con tal que el evangelio le llegue a todos. Al final experimentaremos nuestra plena realización, gozando de la bondad infinita de Dios. 

 

II.- Pero Jesús no sólo anuncia, sino que hace realidad práctica ese anuncio: Su enseñanza liberadora se traduce en obras y las realiza sanando a las personas de todo el mal que pudiera afectarlas… De la enseñanza se pasa a la vida; Él está en medio de la gente, participa de la misma vida, y sufre por el dolor de los hombres, los ve soportar grandes cargas y padecer en sus cuerpos y en sus espíritus; más aún el dolor le perfora su propio corazón: porque Él también se cansa, tiene hambre, comparte los sufrimientos con los demás, se conmueve, llora, siente lástima ante las desgracias…;  

 

Y así Jesús en el evangelio de hoy sana a la suegra de Pedro, cura a muchos enfermos de toda clase de padecimientos, libera de malos espíritus y estaba disponible para atender a cuantos le pedían ayuda. Jesús llega a resucitar al joven hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo y a Lázaro, hermano de Marta y María, los tres amigos del Señor. Sana al ciego de nacimiento y declara que el mal no es consecuencia del pecado, por ello estamos llamados a llevar la esperanza y el gozo de la salvación  a toda persona señalada por el mal, y colaborar con otros para sacarla de ese pozo de dolor. 


La curación de la suegra de Pedro por John Bridges, siglo XIX.

La autoridad de Jesús se reafirma en la pasión por hacernos felices a todos… así rompe las normas, entra en las casas, toca a los enfermos, aunque sean mujeres, sale a las puertas de la ciudad en busca de los desvalidos. La fuerza irresistible  del evangelio ya no la pueden manejar las autoridades a su antojo. Jesús sana y nos “enseña”  a curar el dolor y toda clase de dolores y  enfermedades  pero pide, para todos los curados y liberados de sus males la fe y la esperanza, que es la fuerza del evangelio.  

 III.- Tenemos otra llamada preciosa de Jesús: siempre encontraba algún rato para entrar en contacto y estar con su Padre Dios, mantener con él una relación estrecha y cariñosa, porque eran Padre e Hijo, unidos por el Amor. Jesús tenía que buscar una fuerza poderosa en la oración y en la intimidad con el Padre, para decir y hacer lo que hizo; en ese encuentro se recibe la fuerza que impulsa a llevar el evangelio por todos los pueblos y aldeas de Galilea, a todas las personas. En definitiva, la realidad de Dios está enfrentada al dolor del hombre y a las miserias de la vida; Jesús viene de parte de Dios,  solidario con nosotros para librarnos de las mismas.  

 Finalmente, la acción de Dios se muestra como una lucha contra el sistema de vida y de ideas, en que los enfermos, los pobres, los marginados son rechazados, cuando según Jesús ellos  nos evangelizan y  con ellos llega a nosotros el evangelio. Ese y no otro, es el proyecto de Dios.

 Antonio Aranda Calvo. Sacerdote  

Nota: A continuación encontraréis, a modo de epílogo, una presentación del lugar histórico, según la tradición, donde se sitúan los hechos narrados en los Evangelios. Esta parte se debe a Don Miguel Mesa Molinos, colaborador valioso en este Blog, a quien damos las gracias.  







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