¿Tiene
sentido la vida humana? Nos podemos hacer esa pregunta, cuando se padece tantos
y tantos sufrimientos ¿Qué respuesta dar? ¿Y si eres creyente en el Dios
Misericordioso de Jesús? Cuando se pasa
mal, cuando lo pasamos mal: ¿dónde está ese Dios? ¿Es compatible la fe en un
buen Dios salvador con la desgracia, con el mal, con el sufrimiento de tanta
gente y, sobre todo, con el de personas inocentes?
I.- La Palabra de Dios,
proclamada, puede darnos alguna respuesta en este domingo: Efectivamente,
durante unos años Jesús recorrió los pueblos y aldeas de Galilea haciendo el bien, a través de tres
cosas: 1º.-Anunciando la bondad y el
cariño de Dios Padre, dando a conocer su verdadero Rostro e invitando a acogerle con toda el alma… 2º.-Haciendo realidad ese anuncio en el
trato con las personas y en el trato con Dios. 3º.-Entrando
en contacto por la oración con el Padre del Cielo.
En la 1ª lectura se nos ha presentado la experiencia de Job,
dolorosa por haber perdido todos los bienes, destrozada la vida de sus hijos,
legarle la enfermedad y el desprecio de los demás, todo ello semejante a cuanto
sucede a muchos hombres de hoy día, y por lo que se vive la vida con
desesperanza, disgusto y cargados de males. A veces, muy duros… Pero Jesús nos
presenta un Dios en el que se puede y se debe esperar, es la buena noticia, tan
buena que nos pone en dirección hacia una vida sin fin, en paz y en amor; este
Padre Dios nos ha creado para ser felices, no debemos olvidarlo.
El ejemplo de Pablo, 2ª lectura, es otra respuesta a la posición
de Job y de los que viven la vida, tristes y apenados, con la mirada fija en
las ganancias terrenas, cerrados en sí mismos… Pablo se siente llamado por Dios en
Cristo para el anuncio del Evangelio, la buena noticia para todos los hombres,
el verdadero camino… Pablo se siente realizado con esa Misión, dar a conocer al
Dios verdadero y a Señor Jesucristo, para que así todos sean felices y superen
las dificultades de la vida… Pablo no espera otra paga que la de ser discípulo
del Señor; su Misión “será su paga”.
También nosotros estamos llamados a esta Misión. ¿Se puede dejar de anunciar el evangelio
porque esta vida sea cómo es? ¡De ninguna manera! La Misión recibida por
nosotros también, tiene la “gran paga” de haber sido elegidos por el mismo
Señor para llevarla a cabo. Anunciar, ser testigos del evangelio debe de
hacernos felices; debe ser para nosotros una tarea cuya “paga” es el mismo
evangelio, es decir, extender la buena noticia a los hermanos, lo que llevamos
en nuestras entrañas. ¿Quién da más? ¡Nadie! pues es una pasión que nos ha de
llevar a dejarlo todo con tal que el evangelio le llegue a todos. Al final experimentaremos
nuestra plena realización, gozando de la bondad infinita de Dios.
II.- Pero Jesús no sólo
anuncia, sino que hace realidad práctica ese anuncio: Su enseñanza liberadora
se traduce en obras y las realiza sanando a las personas de todo el mal que
pudiera afectarlas… De la enseñanza se pasa a la vida; Él está en medio de la
gente, participa de la misma vida, y sufre por el dolor de los hombres, los ve
soportar grandes cargas y padecer en sus cuerpos y en sus espíritus; más aún el
dolor le perfora su propio corazón: porque Él también se cansa, tiene hambre,
comparte los sufrimientos con los demás, se conmueve, llora, siente lástima
ante las desgracias…;
Y así Jesús en el evangelio de hoy sana a la suegra de Pedro, cura a muchos enfermos de toda clase de padecimientos, libera de malos espíritus y estaba disponible para atender a cuantos le pedían ayuda. Jesús llega a resucitar al joven hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo y a Lázaro, hermano de Marta y María, los tres amigos del Señor. Sana al ciego de nacimiento y declara que el mal no es consecuencia del pecado, por ello estamos llamados a llevar la esperanza y el gozo de la salvación a toda persona señalada por el mal, y colaborar con otros para sacarla de ese pozo de dolor.
La autoridad de Jesús se reafirma en la pasión por
hacernos felices a todos… así rompe las normas, entra en las casas, toca a los
enfermos, aunque sean mujeres, sale a las puertas de la ciudad en busca de los
desvalidos. La fuerza irresistible del
evangelio ya no la pueden manejar las autoridades a su antojo. Jesús sana y nos
“enseña” a curar el dolor y toda clase
de dolores y enfermedades pero pide, para todos los curados y liberados
de sus males la fe y la esperanza, que es la fuerza del evangelio.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote
Nota: A continuación
encontraréis, a modo de epílogo, una presentación del lugar histórico, según la
tradición, donde se sitúan los hechos narrados en los Evangelios. Esta parte se
debe a Don Miguel Mesa Molinos, colaborador valioso en este Blog, a quien damos
las gracias.
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