Se nos presenta Jesús, en este Domingo, como el anunciado en el Libro del Deuteronomio, 1ª Lectura, “Suscitaré de entre tus hermanos un Profeta…a Él lo escucharéis…pondré mi Palabra en su boca y les dirá lo que yo mande…”
El Evangelio nos habla directamente de Jesús y a
través de Marcos se va explicitando su Misión anunciada ya al comienzo; su misión es salvación para
todos. Así:
- Las palabras de Jesús, sus enseñanzas, la autoridad con la que actúa, sus gestos y actitudes producen admiración entre las gentes sencillas que le siguen.
- Lo ven poderoso, también, en sus obras; sus palabras se corresponden con su actuar, de aquí la autoridad que le reconocen; autoridad que no es el poder de la fuerza o del dinero o del prestigio, sino que es la autoridad que le viene del que le envía, conformidad entre lo que dice y hace en nombre del Padre Misericordioso, coherencia plena en todo su ser y ante la vida misma, que se desarrolla ante ellos.
- Así se manifiesta a través de Jesús el proyecto de Dios, su amor hacia todos los hombres, amor que proclama con sus enseñanzas, amor que manifiesta a las personas, con gestos de ternura y actuaciones de sanación: acercándose a cuantos encuentra en sus circunstancias concretas y escuchando los gritos que salen de sus vidas destrozadas; los socorre en la enfermedad… está cerca de los enfermos, leprosos, cojos, paralíticos, ciegos, impedidos… todos los necesitados, como los niños, la misma mujer en aquel tiempo; acoge a los pecadores, también a la mujer en la categoría de pecadora.
- Jesús vence al mal, lo expulsa de los cuerpos y de los espíritus de los hombres, como sucedió a aquel hombre de la sinagoga. Trata de sanar a todos los que le contemplaban aún cuando tuvieran maliciosas intenciones y trataran de acusarle por ir contra la ley.
- En las actuaciones de Jesús surge la admiración de la gente sencilla y buena: “todos se preguntaban estupefactos ¿qué es esto? Una enseñanza nueva y expuesta con autoridad”
- Así se manifiesta la misión que Él ha traído de parte del Padre, pero no todos le reconocen (la novedad de la buena noticia, la visión del verdadero Dios… LGO NUEVO, DISTINTO). También hoy, muchos siempre encuentran un “pero” a todo lo que se hace, y más cuando es nuevo, aunque sea hacer el bien “en sábado” es decir, anteponer el bien de los demás que lo necesitan a la misma actuación religiosa. (…Recordemos el pasaje del Buen Samaritano con el sacerdote y el levita…)
Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que alumbra las calles oscuras de nuestra existencia; nos comunica la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas y las tentaciones. Seamos felices por haber conocido a Dios a través de su Hijo Jesús, que es poderoso y bueno, a la vez que el mejor maestro y el mejor amigo, quien nos manifiesta y acompaña en el camino y nos cuida, especialmente cuando más le necesitamos.
Podíamos terminar con una oración parecida a esta:
¡Señor, acepta mis deseos de admirar, cada día más, tu palabra y tus obras; pero que mi admiración no se quede sólo en ello, en un sentimiento ligero y plano, sino que me haga seguir tus pasos, ir tras de Ti, identificarme contigo y actuar como Tú. Tú pasaste por este mundo haciendo el bien (“pasaste por estos sotos con presura y con sólo tu figura cargados lo dejaste de hermosura”) pues ayúdame a que yo vaya dejando lo mejor que he recibido de Ti, las posibilidades y actuaciones que tal vez otros me están pidiendo. También te pido, Señor, que vaya sembrando lo que recibo de tu Palabra, tu Palabra misma, tu Amor y tu predilección conmigo, que proclame tus maravillas, tu amor por toda la creación, por la vida, por los seres humanos, por los más débiles. AMÉN.
Nota: A continuación encontraréis, a modo de epílogo, una presentación del lugar histórico, según la tradición, donde se sitúan los hechos narrados en los Evangelios. Esta parte se debe a Don Miguel Mesa Molinos, colaborador valioso en este Blog, a quien damos las gracias.
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