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viernes, 12 de febrero de 2021

DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO. 14 FEBRERO 2021

 


“Si quieres, puedes limpiarme” (Marcos 1, 40-45)

    Continúa el Evangelio de Marcos presentándonos a Jesús como quien viene a liberarnos definitivamente del mal. Hoy, Jesús se enfrenta a un mal muy grave, el de la lepra. 

 1.- La persona que tenía lepra era como un ser medio muerto, parecía ser un cadáver andante: desfigurado su rostro, perdidos los dedos y hasta las manos, el cuerpo destrozado. La ley le obligaba a vivir fuera de la familia y de la sociedad; los demás, también por ley, debían evitarlo, huir de él… su mal era contagioso, se le excluía  de la vida familiar, religiosa y social; quien era declarado leproso se sentía destrozado física y moralmente… quien tenía esa enfermedad, el leproso, era bien consciente de su situación y de las penas en que caían en quienes no cumplieran la ley; sobre todos los males estaba el confinamiento total… nada que ver con lo nuestro… El leproso del Evangelio ha pensado en medio de su desgracia y se ha imaginado un día poder salir de ella, todavía no ha perdido la ilusión, la esperanza; por un momento piensa en Jesús, y comienza a soñar: Jesús es la solución de su vida; ya se ve iluminado por la luz de aquellos ojos limpios, percibe la cercanía de su persona y hasta se imagina sus manos…pero eso es estar locos, ¿cómo llegar hasta Él?, ¿ponerme cara a cara en su presencia? ¿Él lo aceptaría? ¿Pero, y la gente que le sigue? ¡Yo mismo no me atrevo!...pensaría.  Aquel hombre, leproso sin nombre, tal vez, conociera a Jesús antes de caer enfermo, o alguien, clandestinamente, le podría haber hablado de Él, o merodeando por las afueras del pueblo o rondando las tapias de su propia casa en inútiles intentos de acercarse a los suyos… quizá habría oído alguna conversación en la que apareciera Jesús como el liberador, algo sorprendente, alguien de que se puede esperar todo, porque no es como los demás…de Él dicen muchas cosas, unos en bien, otros en mal, pero cuando te encuentras ante su persona, una fuerza de esperanza y de paz te inunda el corazón… estas palabras o similares, la pasión con que se hablaba de Él, le daba vueltas en la cabeza y estallaba su mente de tanto pensar. 


El Sermón de la Montaña y la curación del leproso (1481-1482) Cosimo Rosselli
Fresco 349 x 570 cm
Capilla Sixtina. S. Pedro del Vaticano. Roma.

2.- Cuando sin saber cómo se encontró que salía  un grupo de gente en su dirección, trató de huir, pero se detuvo, descubrió a aquel con quien tanto había soñado y sin pensarlo se acercó a Jesús… esto comenzaba bien, porque Jesús no se violentó, seguía con su habitual templanza y su atrayente figura y es lo que le dio fuerzas para el encuentro que nos cuenta el Evangelio:  “de rodillas se postra y suplicándole le dice si quieres puedes limpiarme” Y Jesús va a realizar el “no va más” en su preocupación por los que sufren y están cargados de dolor, de miseria y de rechazo por una causa o por otra. Nos encontramos ante algo que es mucho más que una acción milagrosa pues no sólo será curado sino que por la acción de Jesús recuperará toda su realidad humana, como miembro del pueblo elegido, y así recuperará “su dignidad”. Jesús ha ido más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la ha curado, pero sobre todo, la ha acogido. Jesús compadecido, le miró, extendió su mano, le tocó y dijo: Quiero queda limpio.  Jesús acaba de dar un paso cualitativo, tira por tierra “una ley de sanidad” que por la sacralización de la sociedad de Israel se había convertido en “ley de santidad”. Jesús devuelve al hombre la vida corporal, social y religiosa.


Curación del leproso, 1481-82. Cosimo Rosselli
Detalle. (Fresco, 349 x 570 cm.)
Capilla Sixtina, Vaticano

3.- El Jesús, que muestra el evangelio, va a enfrentar a los hombres de su tiempo con todo lo que significa marginar a los pobres en nombre de Dios, pues se acerca al leproso, le toca (extendió la mano y le tocó) lo que implicaría que desde ese instante Jesús quedaba bajo la ley sagrada de la contaminación; Jesús lo cura y, con osadía inaudita, le envía al sacerdote (que representan lo sagrado y el poder) para que sea un testimonio “ante ellos o contra ellos y contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón”. Una vez más, el Evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los pobres nos evangelizan. Nos encontramos, pues, ante la fuerza de un "sistema" que debe ser vencido por la debilidad del Evangelio. Con esta realidad se encuentra Jesús y tiene que hacer la opción  que aquí se muestra. El Jesús que hace milagros, pasa a un segundo plano frente al que opta por sacar de la miseria y de la desgracia a los que están  reducidos a ello. 

      El mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso que hace de ello el "leproso" curado es llamativo. El evangelista piensa que es más importante proclamar la acción salvadora de Jesús que cumplir la ley ante el sacerdote y más aún que guardar el “secreto a voces” que se había impuesto. Lo importante es que el profeta de Galilea, Jesús, es quien le ha llenado el alma y el corazón de paz y por ello la gratitud y acción de gracias a Dios. La ley, de nuevo, queda malparada, frente al evangelio. El "leproso" curado, ni siquiera va al templo ni al sacerdote; no le hace falta; porque el evangelio, que Jesús trae en sus manos, es más que esa religión que antes lo tenía marginado hasta el extremo. LO IMPORTANTE ES  ¡JESÚS EL LIBERTADOR! 

 Antonio Aranda Calvo. Sacerdote

 

 


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