Continúa el Evangelio de Marcos presentándonos a Jesús como quien viene a liberarnos definitivamente del mal. Hoy, Jesús se enfrenta a un mal muy grave, el de la lepra.
El Sermón de la Montaña y la curación del leproso (1481-1482) Cosimo Rosselli
Fresco 349 x 570 cm
Capilla Sixtina. S. Pedro del Vaticano. Roma.
2.- Cuando sin saber cómo se encontró que salía un grupo de gente en su dirección, trató de huir, pero se detuvo, descubrió a aquel con quien tanto había soñado y sin pensarlo se acercó a Jesús… esto comenzaba bien, porque Jesús no se violentó, seguía con su habitual templanza y su atrayente figura y es lo que le dio fuerzas para el encuentro que nos cuenta el Evangelio: “de rodillas se postra y suplicándole le dice si quieres puedes limpiarme” Y Jesús va a realizar el “no va más” en su preocupación por los que sufren y están cargados de dolor, de miseria y de rechazo por una causa o por otra. Nos encontramos ante algo que es mucho más que una acción milagrosa pues no sólo será curado sino que por la acción de Jesús recuperará toda su realidad humana, como miembro del pueblo elegido, y así recuperará “su dignidad”. Jesús ha ido más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la ha curado, pero sobre todo, la ha acogido. Jesús compadecido, le miró, extendió su mano, le tocó y dijo: Quiero queda limpio. Jesús acaba de dar un paso cualitativo, tira por tierra “una ley de sanidad” que por la sacralización de la sociedad de Israel se había convertido en “ley de santidad”. Jesús devuelve al hombre la vida corporal, social y religiosa.
Curación del leproso, 1481-82. Cosimo Rosselli
Detalle. (Fresco, 349 x 570 cm.)
Capilla Sixtina, Vaticano
3.-
El Jesús, que muestra el evangelio, va a enfrentar a los hombres de su tiempo
con todo lo que significa marginar a los pobres en nombre de Dios, pues se
acerca al leproso, le toca (extendió la mano y le tocó) lo que implicaría que
desde ese instante Jesús quedaba bajo la ley sagrada de la contaminación; Jesús
lo cura y, con osadía inaudita, le envía al sacerdote (que representan lo
sagrado y el poder) para que sea un testimonio “ante ellos o contra ellos y
contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón”. Una vez más, el
Evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los pobres nos
evangelizan. Nos encontramos,
pues, ante la fuerza de un "sistema" que debe ser vencido por la
debilidad del Evangelio. Con esta realidad se encuentra Jesús y tiene que hacer
la opción que aquí se muestra. El Jesús
que hace milagros, pasa a un segundo plano frente al que opta por sacar de la
miseria y de la desgracia a los que están
reducidos a ello.
El mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso que hace de ello el "leproso" curado es llamativo. El evangelista piensa que es más importante proclamar la acción salvadora de Jesús que cumplir la ley ante el sacerdote y más aún que guardar el “secreto a voces” que se había impuesto. Lo importante es que el profeta de Galilea, Jesús, es quien le ha llenado el alma y el corazón de paz y por ello la gratitud y acción de gracias a Dios. La ley, de nuevo, queda malparada, frente al evangelio. El "leproso" curado, ni siquiera va al templo ni al sacerdote; no le hace falta; porque el evangelio, que Jesús trae en sus manos, es más que esa religión que antes lo tenía marginado hasta el extremo. LO IMPORTANTE ES ¡JESÚS EL LIBERTADOR!
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
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