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sábado, 2 de enero de 2021

DOMINGO II DESPUES DE NAVIDAD (3 de ENERO de 2021).

 


“Sigamos en la contemplación del Niño nacido en Belén, verdadero Dios y verdadero hombre”

    Continuamos en  el tiempo litúrgico de Navidad, ambiente navideño y con los ojos puesto en el Portal de Belén. En este Domingo se nos invita  a seguir contemplando con cariño y ternura al Niño Jesús, que nos ha nacido. Él es verdadero Dios y verdadero hombre, y en Él  descubrimos, a través de las Sagradas Escrituras y en el sentir de la Iglesia, al que es la LUZ, el Camino, la  Verdad y la Vida, quien por Amor se entregó hasta la muerte para liberar a la humanidad entera del pecado y dar al hombre la posibilidad de llegar a la plenitud, a la que está llamado en el Plan de Dios… llamada concreta. Porque todo ello es para nosotros, para ti y para mí. 


Adoración de los pastores 
Museo de los Belenes 
Mollina (Málaga)

     Este Niño viene presentado, en la primera lectura, como la Sabiduría de Dios, pues es en Cristo-Jesús que se ofrece el honor, la alabanza y la  gloria al Padre, creador de todo, misericordioso  y Señor del cielo y de la tierra; y  mirando hacia nosotros, Él, el Niño Jesús, nuestro Señor Jesucristo nos ha bendecido con toda clase de bendiciones, nos eligió para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia por el Amor y además nos predestinó a ser hijos adoptivos del Padre para entrar en la corriente de alabanza y gloria en el Amado, salvados y coherederos con Él por su muerte y resurrección.

        Esta acción de Dios, en el Niño de Belén, nos trasporta a una inmensa esperanza, gozosa y firme, que nos compromete a trasformar nuestras vidas, pues si Dios se ha hecho carne, un mundo nuevo es posible, ya en esta tierra; la finitud de la carne ya no es impedimento para construir un mundo más allá de la mera utopía, pues lo que parecía irrealizable se ha producido ya y se han roto las fronteras de lo posible-imposible, de lo razonable-impensable; desde ahora podemos aspirar a un mundo nuevo, una tierra nueva y un cielo nuevo, donde se viva en paz y felicidad… en el AMOR que todo lo colma y satisface. Un año, este de 2021, que comienza con esa esperanza en Dios y a la vez en nuestra propia naturaleza, tiene la seguridad de la victoria y el éxito, cierto que no desde la soberbia del poderío, sino al modo del mismo Jesús, quien en su entrega pasó por la Cruz hasta la muerte, pero que al resucitar y entronizarse en el Cielo, nos encontró un lugar para gozar de la vida en plenitud.




      Y seguimos contemplando a nuestro Jesús Niño, Camino, Verdad y Vida, Luz plena que nos ilumina y nos capacita para salir de la oscuridad, vivir su vida y caminar en la verdad… Por Él, con Él y en Él, hacemos posible la realización de nuestra esperanza, pues ese Niño Jesús viene bien identificado en el Evangelio que se ha proclamado: La Palabra eterna del Padre hecha carne en JESÚS DE NAZARET, el cual… *No es un judío marginal… *Ni un judío revolucionario… *No es un profeta más de Israel… *Tampoco un simple hombre piadoso, creyente, buscador de Dios… Él es el Hijo Eterno del Padre, Dios verdadero… quien por Amor puso su morada entre nosotros, haciéndose hombre sin dejar de ser Dios… Si nos abrimos al tal Jesús (representado en nuestra Imagen de Jesús Nazareno, el Abuelo) recibiremos la rehabilitación, nos elevará hasta el Padre, seremos llamados porque lo seremos, en verdad, hijos de Dios…

        Este vivir como hijos de Dios es el insuperable regalo de Navidad.

     Ahora bien, no se trata de una salvación abstracta. Quien se he hecho carne, viene a salvar toda carne, es decir todo hombre y a todo el hombre de cualquier época y en cualquier circunstancia en que se desenvuelva, por ello también al hombre actual, pues nada queda fuera de la Encarnación, pero hay que abrirse a Él, porque la gran tragedia está en que los suyos, a los que viene no le reciban y queden en la oscuridad… he aquí la condena y el fracaso del ser humano que teniendo en su mano la plenitud puede quedarse en la nada. Sin embargo “a cuantos lo recibieron les dio poder para ser hijos de Dios…” Una vez más, hoy celebramos este acontecimiento.


Adoración de los pastores 
Hacia 1650. Óleo sobre lienzo, 187 x 228 cm. Museo del Prado 
Murillo, Bartolomé Esteban (Sevilla, 1617 - Sevilla, 1682)

Este mundo de los cinco continentes, la tierra con todo el universo;  esta historia, muchas veces sellada por guerras y destrucción pero siempre en línea de desarrollo, avance y progreso; esta carne nuestra débil y menesterosa, es la morada que se nos ha dado y Dios ha querido habitar en ella y ha venido hasta nosotros para compartir nuestra realidad y elevarla a lo más alto “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. No dejemos que pase de largo en nosotros mismos y en la sociedad que formamos, más bien abrámosle las puertas para que entre en lo más hondo de nuestro ser, que desde cada uno de nosotros llegue a los demás por el testimonio de fe y buenas obras y así hasta que la sociedad le reconozca como el Salvador,  pues Él nos ha traído la esperanza, que ya es presencia eficaz y que, desde luego, anticipa el Reino. “A Él la gloria y el honor por los siglos de los siglos, Amén”, 

 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 


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