“LA VIÑA DEL SEÑOR DEL UNIVERSO ES EL
PUEBLO DE DIOS”
Isaías 5,1-7; Sal 79; Filipenses 4,6-9; Mateo 21,33-43
Las lecturas recogen
la imagen de la viña, mostrando la historia de Dios con su pueblo. Isaías
proclama el canto de amor de su amigo Dios a su viña Israel. Dios
hizo todo lo necesario para que diera frutos buenos de justicia y derecho, pero
solo encontró uvas amargas de asesinatos y lamentos. Por eso, la deja desolada
y arrasada. Es así como el profeta describe, y denuncia, las graves injusticias
que se cometieron en Judá en su tiempo (s. VIII a.C.), y la desgracia que, a
consecuencia, sobrevino (por los crímenes internos y la invasión asiria).
El salmista clama a Dios para que venga y
visite su viña saqueada, la que sacó de Egipto (éxodo) y su diestra trasplantó,
pensaríamos ahora en nuestra propia sociedad.
Pablo, siervo fiel en esta viña del
Señor, se presenta como modelo de comportamiento e invita a encontrar la paz
desde la oración y todo lo que es bueno, noble y virtuoso.
Jesús en el Evangelio retoma esta imagen
de la viña en la parábola dirigida a los líderes del pueblo, recreando una
nueva historia. Dios envió a su hijo Jesús para que diera la vida por nosotros.
San Mateo pone en
labios de Jesús esta parábola, la cual se coloca como parte de la confrontación,
bastante polémica, entre Jesús y las autoridades judías y religiosas de
Jerusalén. Se trata sobre todo de aquellos que están cercanos al templo.
Parábola
de los viñadores infieles
(Óleo sobre tabla, 24 x 34 cm. Hacia 1611. Autor: ABEL GRIMMER
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado)
En el texto de Mateo
se hace una relectura del Antiguo Testamento. La viña es el pueblo de Dios, que
ha mandado a los profetas para cuidarla, estos están representados por los
sirvientes y los que se había “apoderado de la viña” son estos personajes que
creyéndose muy religiosos habían hecho del culto, del templo y de la religión
algo para sentirse superiores. Esto es lo que escandaliza a Jesús.
Jesús mismo denuncia
ante las autoridades religiosas del judaísmo la grave responsabilidad en la que
incurren por el rechazo que opusieron a su propia misión. El reino de
Dios se hace presente a través de la persona y de la acción salvadora de Jesús:
Rechazarle a Él, significa también rechazar la salvación de Dios. Estos
labradores u obreros de la viña significan a los jefes de los judíos que han
sido despiadados con los profetas y que ahora despreciarán al Hijo de Dios,
pues es obviamente el heredero. Por eso también es un anticipo, a modo de
anuncio, de la muerte de Cristo y de aquellos sobre quienes recaerá la
responsabilidad de tal muerte. Jesús es el último enviado, no sólo como
profeta, sino como el Hijo único, el heredero del Padre. Por eso Mateo lo presenta
muy bien cómo “la piedra desechada por los arquitectos es ahora la piedra
angular que sostiene todo el edificio” (pensemos en los cimientos y en la
techumbre de nuestras edificaciones).
Ahora el nuevo
pueblo, el nuevo viñedo de Dios es la Iglesia, los creyentes en Cristo, los
seguidores del Señor Resucitado. Los que ahora somos responsables, para Mateo,
de dar testimonio martirial si fuera necesario y ser misioneros hasta los
confines de la tierra. Ser Discípulo del Hijo de Dios, que es Jesús de Nazaret,
muerto en manos de los jefes religiosos del momento, pero resucitado por el
Padre para abrir este nuevo camino.
Orar con la Palabra
1.
Repasa tu historia personal. ¿Cuáles han sido los
cuidados que has recibido de Dios? ¿Cuál ha sido y es tu respuesta?
2.
¿Te sientes responsable de la viña que Dios ha
puesto en tus manos? ¿Cómo la cuidas para que dé fruto?
3. ¿Llevas tu vida y la de los demás a la
oración? ¿Vives buscando todo lo que es bueno, verdadero, noble, justo y
virtuoso?
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
diocesano
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