“Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas”, hemos repetido en el Salmo, y esa ternura atrae nuestro corazón con tal fuerza que nos sentimos cerca de Ti, con la necesidad de escucharte, amarte y seguirte.
Porque tu ternura, Señor, me mira y enternece; tu ternura extiende tus manos hacia mí; me abrazas, me acaricias… y en ellas me apoyo para seguir adelante. Tu ternura escucha mis llantos y alegrías, acoge mis gozos y tristezas y todo lo transforma en LUZ y PAZ. Tú, Señor, eres nuestra LUZ y nuestra PAZ ¡Danos, Señor, a todos y siempre esa LUZ Y ESA PAZ!
¡Recuerda, Señor que tu Ternura
y Misericordias son eternas!
1.- Escuchemos al Señor en la primera lectura del Profeta Ezequiel, que nos ha dicho: “Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá». Es un aviso para todos nosotros, para hacernos conscientes de nuestra responsabilidad… somos responsables de nuestros propios actos, tanto a nivel personal, familiar como social… y cada uno de estos pasos tiene su carga:
2.- Ahora a través de San Pablo, segunda Lectura, se nos ofrece la descripción más profunda de Jesús: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús, El cual, siendo de condición divina no retuvo ávidamente ser igual a Dios; al contrario se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerta y una muerte de Cruz…”
3.- El Evangelio nos insiste sobre ello, la obediencia al Padre, a través de un ejemplo muy claro, y
habiendo leído la reflexión de Pablo, ya vemos lo qué desea decirnos.
Aprendamos de estos ejemplos
JESÚS, EL HIJO ÚNICO DEL PADRE es quien ha cumplido como nadie su Voluntad: “Aquí estoy para hacer tu Voluntad”. “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo”. “Yo he venido para hacer la Voluntad del Padre, y no quiero otra cosa sino que se cumpla”. “Pase de mí este Cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino lo que Tú quieres, Señor”… Y ASÍ HASTA LA MUERTE…”Todo se ha cumplido, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Jesús, Nuestro Padre Jesús, tal como le
vemos en su Imagen es un signo claro de cumplir la Voluntad de Dios. Aprendamos
de Él.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
diocesano
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