DIOS SIEMPRE
PERDONA Y ESPERA LO MISMO DE NOSOTROS.
El Domingo pasado hablábamos del perdón,
algo que no es connatural al hombre; el perdón está al límite de lo humano,
pues la ofensa hiere lo más profundo del corazón y parte el alma; a veces las
heridas son tan hondas que se hacen difíciles de restaurar…Y el perdón es
exactamente que donde hubo agravio, insulto y traición pongamos confianza y
amor, (citar a San Francisco) no es sencillo este recorrido. Para poder
perdonar se necesitan motivaciones muy altas, que apaguen el fuego de las
heridas y el resquemor que dejan las brasas encendidas.
Murillo representa “La llegada del hijo pródigo”, que es abrazado por su padre.
(El hijo ha vuelto. Sucio, vestido de harapos, avergonzado y humilde se postra ante su padre. Muy diferente ahora, al muchacho arrogante que un nefasto día le exigió le entregara la herencia.)
En esto del
perdón, Jesús es verdadero Maestro…sigamos entonces su ejemplo, expresado en la
Palabra de Dios que hoy se nos ofrece:
1.- El Eclesiástico, Libro
Sapiencial,
donde se daban atinados consejos a los piadosos israelitas, se nos dice:
* No te dejes llevar por el rencor y la
ira
* La venganza es un “contradios”
* Es necesaria, ante todo, la actitud de
perdonar…el quererlo hacer
* Y siempre mirando a Dios, porque si tú
alimentas la ira contra tu hermano ¿cómo podrás esperar la curación del
Señor?
* Si no te compadeces de tu semejante,
¿cómo puedes esperar compasión para contigo?
¡Acuérdate
de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la Alianza
con el Altísimo y pasa por alto la ofensa!
Miremos a Dios compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
*El ejemplo del Señor es definitivo y nos
presenta el camino a seguir: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento
a la ira y rico en clemencia”
2.- Somos del Señor, nos dice
Pablo, “en
la vida y en la muerte somos del Señor” luego hemos de ser consecuentes y tanto
identificarnos con Él que su estilo sea el nuestro, sus palabras las nuestras y
sus sentimientos los nuestros: “Haz nuestro corazón semejante al Tuyo”.
Carta
de San Pablo a los Romanos 14,7-9.
¡Paga lo que debes!
*En verdad Jesús nos retrata en este
parábola: ¡Cuantas veces, nosotros, los piadosos, salimos de la Iglesia, quizá
ante Ntro. P. Jesús, después de haberle pedido perdón por nuestros fallos y
salimos ufanos, porque sabemos nos ha perdonado y pasando al lado de uno con el
que tenemos alguna deuda, pasamos de largo, como distraídos para no tener que
mirarle y menos saludarlo.
*Cuantas veces, lo sabemos en nuestra
conciencia, pedimos a Dios un perdón de algo grande… y luego ante la
insignificante deuda u ofensa de nuestro prójimo…somos duros y nos negamos una
y otra vez a perdonarle.
*Cuantas veces nos confesamos pecadores
al comienzo de la Misa, hacemos, tal vez, el propósito de perdonar, de volver a
hacer las paces y al salir por la puerta de la Iglesia, el mal espíritu nos
frena y nos impide hacerlo¡¡¡
¡NO!
Aprendamos de nuestro Señor:
+ Perdonarlo todo, sólo porque el Señor
así nos lo pide, por el ejemplo que nos da el Señor, porque derramó su Sangre
por nosotros, porque nos hizo hijos de un mismo Padre, porque nos hizo hermanos
en una misma fe y tenemos “Un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo, un
solo Dios y Padre…” porque nos congregó
juntos como hermanos en esta Cofradía de
Ntro. P. Jesús y María Santísima de los Dolores, hemos compartido tantos
momentos de gozo y dolor… tantas madrugadas acompañando a Jesús, tantas
experiencias humanas y forma parte de nuestra vivencia más profunda…Nada de eso
se puede tirar por la borda.
Aprendamos, en
segundo lugar, de la parábola:
+ Los compañeros del perdonado amplía y
gratuitamente por su Señor, quedaron consternados al saber de la conducta del
compañero y fueron a contarlo al su Señor. No podemos aplaudir, sino más bien
corregir los fallos de los hermanos…hace algunos domingos hablábamos de la corrección
fraterna, querida por el Señor
Y vayamos a Jesús para orar por los hermanos que estén distanciados y
ayudarnos unos a otros a mantener la fraternidad que exige nuestra condición
humana, nuestro ser de cristianos y nuestra pertenencia a esta ilustre
cofradía.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote diocesano
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