FRATERNIDAD Y PERDÓN
“Si escucháis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro
corazón”
Dios ordenó a Moisés que golpeara la peña de Horeb para confundir
la incredulidad de los israelitas, y el agua salió
(Ex. 17:7; Dt. 6:16; 9:22; Sal. 95:8, 9)
(Manantial en Jaén)
Y la voz del Señor, hoy, es bien clara,
nos llama a la fraternidad y al perdón: este es el suero vital, en el gran
proyecto de Dios… que no es otro sino formar una nueva sociedad, una comunidad,
que sea la familia de Dios, con un solo Padre y unos hermanos entre los que no
haya preferencias, si no es hacia los más necesitados, ni haya distinciones
sino que todos se quieran, se ayuden y compartan.
Y, siguiendo la Palabra de Dios en la
primera Lectura,
Ezequiel nos advierte que es necesario decir y proclamar el mensaje, para que
llegue a todos…, “pues si no lo haces así… ellos se condenarán pero a ti te
pediré cuenta de su muerte; por el contrario, si lo haces y se convierten ellos
habrán encontrado el camino y tú habrás salvado tu vida”.
Pablo con
claridad meridiana nos dice “que
a nadie debáis nada más que el amor, porque el que ama lo tiene todo
cumplido.
Y Jesús, finalmente dirigiéndose a la comunidad
y para orientarla en su quehacer práctico, da una gran lección en la
experiencia del amor: corregir, ayudar a cambiar, perdonar siempre, volver al
seno de la comunidad y acoger siempre…
Esa preciosa familia que Jesús quiere
formar según el proyecto divino y que debemos ser nosotros, tiene ese bonito
camino trazado por Jesús en este Evangelio:
- “Si tu hermano peca contra ti”… no puedes excluirlo sin más, debes de dar distintos pasos orientados al perdón y a la reconciliación. Quiere el Señor, nuestro Maestro, enseñarnos un estilo de vida, un modo de proceder en nuestras relaciones, en la convivencia dentro de la Comunidad.
“Si pecare tu
hermano contra ti, ve y repréndele a solas”
- El cristiano no puede estar ajeno a la existencia del mal en el mundo, dentro de la comunidad y entre los cristianos en particular… y ante eso no puede quedarse indiferente, ni callar como si lo aceptara sin más, manteniéndose en “su estado puro y santo”, como encerrado en la nube… ¡NO! con frecuencia debemos hablar, denunciando la situación, cierto que según la propia responsabilidad social o religiosa.
- “La corrección a solas…” Se trata de la llamada Corrección Fraterna, de alto valor en la práctica cristiana, practicada por todos los que han querido ascender a la santidad, SIN EMBARGO tarea bien difícil por lo que significa de un amor profundo, que te exige y a veces te obliga a confesarte a ti mismo y descubrir a tu hermano; te exige hablar, corregir, orientar y guiar… siempre con verdadera caridad, la cual no puede darse sin humildad y sin una gran generosidad.
- Y se nos pide nuevos pasos para no condenar, sino para hacer todo lo posible por salvar, como Él ha venido a hacer, a todo aquél que haya pecado, sea religiosa o socialmente…
- Por eso la corrección ante otros, dos o tres testigos, que puedan ayudarte en la revisión y también ayudar a tu hermano en la conversión…
El nuevo paso es llevar el asunto a la Comunidad, y dentro de ella a
la Autoridad, dotada hasta de poderes
sacramentales como el perdón y la absolución… Después de todo si no hace caso…
entonces él mismo se condena.
El fondo de la cuestión está en que el
Señor Jesús ya nos tiene dicho: “no juzguéis y no seréis juzgados” y no quiere
que condenemos a nadie, sin más, porque su objetivo último es, PERDONAR,
SALVAR, SANAR, “pues para eso he venido a este mundo”. Y la razón de este
empeño es que Jesús nos lleva en el corazón y desde ahí todo se ve diferente.
Desde el amor todo se puede perdonar. Si seguimos esta llamada:
¡Dichosos al aceptar el estilo de vida de Jesús, porque la bendición de Dios ha caído sobre nosotros!
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote
diocesano
No hay comentarios:
Publicar un comentario