Simón Pedro. Rubens - Museo del Prado- Madrid
Celebramos la presencia, entre nosotros, de Jesús Resucitado, quien nos alimenta con su Palabra y con su Cuerpo; estamos reunidos en Asamblea Santa, Iglesia que peregrina por esta tierra, y como tales debemos dar testimonio del Amor que Dios nos tiene y tratando de querernos como Él nos manda. Sirvan mis palabras de ayuda para interiorizar la celebración del Día Santo de Dios.
Actualizando el Santo Evangelio, Jesús nos dirige aquellas mismas preguntas y que convendría respondiéramos en nuestro interior, con nuestra propia vida; he aquí las dos preguntas:
*1ª.- ¿Quién dice la gente que
soy Yo?
Para dar una respuesta deberíamos
“rastrear” nuestros ambientes, con verdadero interés, no por una curiosidad,
por pura estadística o por un control de la gente, sino, más bien, por el
atractivo y hasta por la fascinación que Jesús debe generar en nosotros y que
nos lleva a interesarnos por Él, saber de Él y de cómo es tratado; reconocer
hasta donde llegan sus palabras y su ejemplo, hasta donde alcanza el corazón de
la gente, a quienes verdaderamente enamora y qué frutos produce. En una
palabra, nos debe interesar saberlo todo de Él porque nos cautiva su presencia,
y nos afecta mucho que sea acogido en medio de nuestro mundo…
Nos tocaría hacernos un examen, para ver
qué responsabilidad tendríamos o no en todo ello.
*2ª.- ¿Y vosotros quién decís que soy?
Pedro, el que se hundía
en el lago por miedo y porque había dudado, aunque a la vez gritaba “¡Señor,
sálvame!”; a quien Jesús le había afeado sus dudas “hombre de poca fe”, al que
le había tendido su mano porque se desmoronaba…, ahora con una fe que le viene
de lo alto, como subraya el mismo Señor, dice con fuerza y decisión: “Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios”. Esto llevó a Pedro a escuchar del Maestro: “Aquel
bienaventurado Tú, porque esto te viene de mi Padre…” y aquella promesa: “Tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
Pedro se convierte en todo un “símbolo”,
nosotros como Pedro, a veces fogosos, a veces decepcionados… pero, creo que,
todos nosotros siempre vinculados a Cristo porque en el fondo “Él nos ha
seducido y nosotros nos hemos dejado seducir por Él”. Pensemos en lo personal y
también en lo comunitario, porque estas preguntas van a lo más íntimo de
nuestra condición de creyentes cristianos:
1ª.-
¿Quién es Jesús para mí, desde lo íntimo de mi corazón, desde mi realidad
vital? Qué pasos he dado y en qué situación estoy en cuanto a conocer
vitalmente a Jesús (los evangelios, la doctrina, su historia, la de la iglesia, historias
populares, imágenes, arte, pintura…todo
lo que se refiere a Él, pues que enamorado de Él…) amar a Jesús, como
fruto de ese conocimiento, “no se puede amar lo que no se conoce”, y al revés, pero amarle también vitalmente,
como su Madre María y como tantos y tantos santos que nos han dado ejemplo de
ello: los místicos, los entregados a las obras de caridad por amor a Jesús
(necesitados, enfermos, obras de misericordia) los misioneros, los consagrados
a Él como único esposo; los santos de la puerta de al lado, (¡cuántos buenos
ejemplos tenemos en nuestro alrededor!) para hacer referencia al Papa
Francisco y seguirle, escuchando la llamada que me hace a mí
personalmente y dentro de la comunidad Iglesia: en su modo de obrar, en su
estilo, en la entrega a sus cosas…
2ª.-¿Qué
hago para que Jesús sea más conocido en el mundo, más querido y más seguido… en
mi ambiente, entre los míos, amigos y
personas con las que me encuentro…Se trata de avivar mi vocación, dentro del
mundo y dentro de la Iglesia… Vocación a la Misión que el Señor nos ha dado a
cada uno en nuestro Bautismo: “Id por todo el mundo…” Testigos de Dios, con la
palabra, en la educación según la responsabilidad de cada uno (padres,
maestros-educadores, sacerdotes, responsables de comunidad…) con el ejemplo en
nuestro ámbito privado y en nuestra implicación social…
Antonio Aranda Calvo.
Sacerdote
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