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martes, 1 de noviembre de 2022

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

 


LECTURAS: LIBRO DE LAS LAMENTACIONES, 3, 17-26. SALMO 129: Desde lo hondo a Ti grito Señor, Señor escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si llevas en cuenta nuestros delitos, Señor, quién podrá resistir, pero de Ti procede el perdón y así seremos salvados. ¡Concédeles, Señor el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua! EVANGELIO DE SAN JUAN 14, 1-6.

 

¡Concédeles, Señor el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua! Descansen en paz. Amén.

El día de hoy tiene un cierto sentido de tristeza: el cementerio es un lugar triste por muy valiosos que sean ciertas obras de arte en él contenidas y ciertos epitafios llenos de verdad, ingenio popular o filosófico, valor literario y aún espíritu cristiano… Allí leemos nombres de seres queridos, amigos y conocidos que desaparecieron de nuestra vida, y ellos nos recuerda la muerte, el futuro hacia el que caminamos inexorablemente; pero ante esta tristeza nos afanamos en adornar los rincones, las tumbas, panteones y mausoleos… al fin de cuentas sepulturas, “lugar donde depositamos nuestros cadáveres, nuestros cuerpos muertos” y les llevamos flores común signo de esperanza, colorido y buen olor… podríamos decir, también, signo de fiesta y de reencuentro. La TRISTEZA trata de revestirse con la alegría…se mezcla con la ESPERANZA que nos deja pensar, soñar y sentir con la vida, y desde la fe “con la vida eterna”.  

 En nuestra celebración de la Eucaristía, por todos los Difuntos, especialmente con los que formaron parte de nuestras vidas, sentimos también la esperanza que nos da este MISTERIO de la Muerte y Resurrección del Señor, Pan partido y Sangre derramada, en el que la Comunidad declara con entusiasmo y fe “Anunciamos su Muerte, proclamamos su Resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!” Cristo, muerto en la Cruz, sepultado y resucitado al tercer día es nuestra Esperanza…si Él ha resucitado, también nosotros resucitaremos con Él a la Vida Eterna en el seno del Padre. Esta Esperanza suaviza nuestra tristeza, pues esperamos en la Palabra del Señor, la cual no puede fallar, y así tenemos la seguridad que ellos, nuestros antecesores, que nos han precedido con el signo de la fe, estarán gozando de Dios y nosotros gozaremos con ellos. Además, la fe, la esperanza, la visión cristiana nos ayuda e ilusiona, al recorrer el camino que todos nosotros hemos de transitar hasta la muerte. Ciertamente es un camino lleno de tropiezos y dificultades, tentaciones y peligros que, a veces, nos llevan a abandonar a Dios, sus mandatos y ejemplos, y al apartarnos tomar un derrotero que nos separa de nuestra propia salvación… (El camino que lleva a la Vida es angosto y estrecho, pocos son los que entran por él; el camino que lleva a la Muerte es ancho y espacioso, muchos son los que transitan por él…) 


  

La Esperanza en nuestra Resurrección, abalada por la de Cristo, es la que nos hace caminar con la vista puesta en el horizonte de la luz y la vida. Esa Esperanza nos hace anunciar a nuestros hermanos a Cristo Resucitado, mediante el testimonio personal y comunitario. Este testimonio es una deuda contraída con nuestra sociedad y es necesario pagarla por nuestros hermanos, no podemos ocultar aquello que es capaz de dar alegría y paz a nuestro mundo; por otra parte, nuestro Señor Jesús así nos lo mandó cuando nos dijo: “Sed mis testigos… Id al mundo entero y anunciad el mensaje que yo os he dejado…”, pero además los hombres de hoy, nuestro propio mundo, necesitan esa ESPERANZA que dé sentido a su vida y a la lucha del día a día.

     La Esperanza en Cristo es el ancla en la que estamos sujetos, firmes en quien nos ha liberado y sabemos que esta esperanza no nos fallará. El Ancla, a la que nos referimos, es la Resurrección.  

  

La Resurrección de Cristo
El Greco
©Museo Nacional del Prado


Señor, hoy recordamos a todos nuestros difuntos, familiares, amigos y conocidos, aquellos que formaron parte de nuestra vida, que nos trasmitieron la fe, nos hicieron cristianos (padrinos, sacerdotes, catequistas, maestros...) pero también a todos y en especial a los que murieron solos y abandonados, a aquellos de los que nadie se acuerda. Jesús te pedimos por todos ellos, para que pronto puedan gozar de tu presencia en la morada celestial. Concédeles el descanso eterno, brille para ellos la luz eterna. AMÉN.

 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.

 

 

 

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