LECTURAS:
LIBRO DE LAS LAMENTACIONES, 3, 17-26. SALMO 129: Desde lo hondo a Ti grito
Señor, Señor escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si
llevas en cuenta nuestros delitos, Señor, quién podrá resistir, pero de Ti
procede el perdón y así seremos salvados. ¡Concédeles, Señor el descanso eterno
y brille para ellos la luz perpetua! EVANGELIO DE SAN JUAN 14, 1-6.
El día de hoy tiene un cierto sentido de tristeza: el cementerio es un lugar triste por muy valiosos que sean ciertas obras de arte en él contenidas y ciertos epitafios llenos de verdad, ingenio popular o filosófico, valor literario y aún espíritu cristiano… Allí leemos nombres de seres queridos, amigos y conocidos que desaparecieron de nuestra vida, y ellos nos recuerda la muerte, el futuro hacia el que caminamos inexorablemente; pero ante esta tristeza nos afanamos en adornar los rincones, las tumbas, panteones y mausoleos… al fin de cuentas sepulturas, “lugar donde depositamos nuestros cadáveres, nuestros cuerpos muertos” y les llevamos flores común signo de esperanza, colorido y buen olor… podríamos decir, también, signo de fiesta y de reencuentro. La TRISTEZA trata de revestirse con la alegría…se mezcla con la ESPERANZA que nos deja pensar, soñar y sentir con la vida, y desde la fe “con la vida eterna”.
La Esperanza en nuestra Resurrección, abalada por la de
Cristo, es la que nos hace caminar con la vista puesta en el horizonte de la
luz y la vida. Esa Esperanza nos hace anunciar a nuestros
hermanos a Cristo Resucitado, mediante el testimonio personal y comunitario.
Este testimonio es una deuda contraída con nuestra sociedad y es necesario
pagarla por nuestros hermanos, no podemos ocultar aquello que es capaz de dar
alegría y paz a nuestro mundo; por otra parte, nuestro Señor Jesús así nos lo
mandó cuando nos dijo: “Sed mis testigos… Id al mundo entero y anunciad el
mensaje que yo os he dejado…”, pero además los hombres de hoy, nuestro propio
mundo, necesitan esa ESPERANZA que dé sentido a su vida y a la lucha del día a
día.
La Resurrección de Cristo
El Greco
©Museo Nacional del Prado
Señor, hoy recordamos a todos nuestros difuntos,
familiares, amigos y conocidos, aquellos que formaron parte de nuestra vida,
que nos trasmitieron la fe, nos hicieron cristianos (padrinos, sacerdotes,
catequistas, maestros...) pero también a todos y en especial a los que murieron
solos y abandonados, a aquellos de los que nadie se acuerda. Jesús te pedimos
por todos ellos, para que pronto puedan gozar de tu presencia en la morada
celestial. Concédeles el descanso eterno, brille
para ellos la luz eterna. AMÉN.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.
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