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viernes, 15 de julio de 2022

DOMINGO XVI DEL T.O.17 de julio 2022.

 


LECTURAS:  Génesis 18,1-10. SALMO 14, ¡Señor quién puede hospedarse en tu tienda! Colosenses, 1, 24-24. Evangelio de Lucas 10, 38-42.  


La acogida cristiana:
“Dios nos hospeda a todos en su corazón”
 

En su caminar hacia Jerusalén, anunciando el Reino, por Sí mismo y a través de los discípulos… Jesús hoy se encuentra en un ambiente familiar, rodeado de amigos, en casa de Lázaro, Marta y María…, Se trata de Betania, ya cerca de Jerusalén, casa amiga, en la que Él y sus discípulos reciben toda clase de atenciones, bien acogidos, allí pueden descansar, intercambiar inquietudes y alegrías, y, con toda libertad, exponer el Misterio del Reino…; en aquel lugar hay corazones bien dispuestos para escuchar el mensaje, los hermanos, amigos y otros que le van descubriendo… aunque siempre puede mezclarse la cizaña en el trigo.  


Dios es un Misterio Escondido, pero no está vedado a nadie más que a quienes le rechazan… Es un Misterio, pero un misterio humanizado, como en el encuentro de Mambré; la presencia de Jesús en casa de Marta y María, de aquella forma tan familiar y amiga; preciosa forma de ir anunciando el Reino de Dios…  


La primera Lectura presenta este gran valor de la hospitalidad, la acogida para la vida del pueblo. Abrahán acoge a Dios en una conversación bajo el árbol de Mambré y en la ofrenda del pan (que nos hace recordar la EUCARISTIA) lugar privilegiado del encuentro. Jesús valora mucho la hospitalidad, como una característica del Reino: acogernos mutuamente como Jesús nos acoge a todo el que tiene buen corazón…, quien actúa honradamente, practica la justicia, es leal, no calumnia, no hace mal ni difama, no acepta el soborno ni presta dinero a usura… nos acoge para la vida eterna. 

 

Pablo está empeñado, ha sido el encargo que se le ha hecho, llevar a cabo este anuncio de modo que con la propia vida y la de la comunidad que va avanzando, llegue el Misterio del Reino a todos los hombres, a la humanidad entera por la que Jesús entregó su vida.

 

Y ahora, el Evangelio nos vuelve a situar en el camino a Jerusalén, por donde, Jesús con sus discípulos, va enseñando las características del Reino. El domingo anterior veíamos la necesidad del amor concreto al hermano herido y maltrecho (Samaritano). Hoy nos presenta la necesidad de escuchar su Palabra, esa que sale de su boca, escucha continua, bien atentos a Él y muy cerca de su corazón, pues sin ello no puede edificarse una vida cristiana (es el ejemplo de María) 

 

Se presenta, además la novedad sorprendente de Jesús. En su época, la Palabra de Dios era exclusiva de los varones y nunca de las mujeres. Había sentencias muy duras sobre el tema (Se solía decir:” “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”). Pues bien, en este contexto, aparece una mujer “sentada a los pies de Jesús, escuchando su palabra”. Jesús el Maestro y María discípula. Marta presenta una pequeña protesta contra su hermana, posiblemente imbuida de que el rol de la mujer era muy otro: “Como si dijera estás ocupando un puesto que no te pertenece. Lo que debes hacer es asumir el papel de mujer y venir a ayudarme a preparar la comida.  

 


Cristo en casa de Marta y María
1618. Diego Velázquez.
(National Gallery. Londres)

 

Y Jesús entra con la suavidad y dulzura propia, no le da la razón a Marta, sino pone las cosas en su sitio (defensa de la Palabra de Dios y defensa de la mujer…) Jesús quería que Marta viera cómo el verdadero Hijo de Dios estaba en su casa y ella con la mejor buena voluntad estaba lavando platos y ollas en vez de escucharlo. ¡Qué lástima! 

 

La mujer también debe tener acceso al mundo del espíritu, al mundo intelectual, al mundo de la Palabra de Dios.  María ha elegido la mejor parte. Este es el gran paso que da Jesús con relación a la mujer. Ahora entenderemos mejor que Jesús no aceptara aquel piropo bonito y sincero de una mujer del pueblo:” Dichoso el vientre que te crió y los pechos que te alimentaron” (Lc. 11,27). Por eso dice: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios” Ha elevado a su madre al mundo del Espíritu. Y en ella a todas las mujeres. 

 

Marta y María deben ir siempre juntas. Seguro que Jesús elogió a aquella buena cocinera que le había preparado una comida exquisita. Es una forma de demostrarle lo que le quería. Pero a lo largo de la comida, Jesús tuvo tiempo para decirles a las dos hermanas que toda mujer, debe desarrollar su maravilloso mundo interior, sus cualidades, su creatividad, su fantasía, en definitiva, debe realizarse plenamente como mujer, con los mismos derechos y la misma dignidad que el hombre. También María, al terminar la comida iría a ayudad a su hermana y Marta se quedaría un rato con Jesús para saborear esa experiencia que había tenido María, antes de comer. Marta y María, juntas y sin separaciones absurdas, encarnan dos actitudes que debe tener todo cristiano sea hombre o mujer. Toda persona debe ser “contemplativa y activa”. La acogida debe acompañarse con el servicio. Ved el estilo de Abrahán que, al acoger y servir a unos desconocidos, sin pretenderlo, acogió al mismo Dios. 

 

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 

 

 



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