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viernes, 24 de junio de 2022

DOMINGO XIII del TIEMPO ORDINARIO 26 de junio 2022

LECTURAS: Primer Libro de los Reyes, 19, 16. 19-21; Salmo  15: “El Señor es mi lote y mi heredad”; San Pablo a los Gálatas, 5, 1. 13-18. Evangelio de San Lucas 9, 51-62. 

 

¡Señor Tú eres mi herencia…Ilumíname para serte fiel!

 

 

San Lucas Evangelista
El Greco (hacia 1602 ó 1605)
Óleo sobre tela [100 cms (H) x 76 cms (A)]
Catedral de Toledo


    El Evangelio de este domingo muestra un paso muy importante en la vida de Cristo: el momento en el que  "Jesús tomó la firme decisión de caminar a Jerusalén". Jerusalén es la meta final, donde Jesús, en su última Pascua, debe morir y resucitar, y así llevar a cumplimiento su misión de salvación. Así con "firme decisión", Jesús se dirige a la meta. A las personas que encuentra y que le piden seguirle les dice claramente cuáles son las condiciones: Estar siempre dispuestos a Dios y a los hermanos; desprenderse de los afectos humanos; no ceder a la nostalgia del pasado. Jesús dice también a sus discípulos, que les preceden en el camino hacia Jerusalén, que no impongan nada: si no hallan disponibilidad para acogerle, que sigan adelante. Jesús no impone nunca, Jesús es humilde, Jesús invita. Si quieres, ven. Él invita siempre, no impone.  

    Este tiempo litúrgico llamado “tiempo ordinario” es tan importante como para hacernos pensar en nuestro seguimiento a Jesús y la manera decidida de hacerlos. Hablamos para todos los cristianos y a todos se nos pide: Actitud firme de fidelidad en el seguimiento: “Tú Señor eres mi herencia”.   

    Entrega en la alegría y el gozo del corazón de quien sigue enamorado, a quien es “mi luz y mi salvación, mi refugio, mi pastor en quien siempre puedo apoyarme… en quien nada me falta porque Él lo es todo”.

    El modo puede ser diverso, no en balde nuestra vida se desarrolla a partir de decisiones y opciones muy diversas, que son otros tantos caminos que desde la libertad nos llevan a los seguimientos y encuentro con Jesús en su Reino, por ello el modo ha de ser diverso aunque la actitud sea idéntica. Vuestra vida de laicos, envueltos en los trabajos y negocios terrenos, en estados de vida diversos, casados, solteros, con hijos, sin ellos…la vida de un sacerdote, pastor del pueblo… la vida de un religioso o religiosa de vida contemplativa, de clausura que se ha entregado a la oración, al estudio y contemplación de Dios… para dárnoslo a nosotros y ayudarnos en nuestro camino….

    Podemos pensar en la importancia que para Jesús tuvo la conciencia: escuchar en su corazón la voz del Padre y seguirla. Jesús, era el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre, y tomó la firme decisión de subir a Jerusalén por última vez; una decisión tomada en su conciencia y ¡junto al Padre, en plena unión con Él! Decidió en obediencia al Padre, en escucha profunda, íntima, de su voluntad. Y por esto la decisión era firme, en el Padre, Jesús encontraba la fuerza y la luz para su camino. Jesús era libre; Jesús nos quiere a los cristianos libres como Él, con esa libertad que viene de este diálogo con el Padre, de este diálogo con Dios. Jesús no quiere ni cristianos egoístas –que siguen el propio yo, no hablan con Dios– ni cristianos débiles –cristianos que no tienen voluntad, cristianos "teledirigidos", incapaces de creatividad, que buscan siempre conectarse a la voluntad de otro y no son libres–. Jesús nos quiere libres, ¿y esta libertad dónde se hace? Se hace en el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, no sabe oír a Dios en la propia conciencia, no es libre.

    Por ello debemos aprender a oír más nuestra conciencia. Pero ¡cuidado! Esto no significa seguir mi egoísmo, hacer lo que me interesa, lo que me conviene, lo que me apetece... ¡No es esto! La conciencia es el espacio interior de la escucha de la verdad, del bien, de la escucha de Dios; es el lugar interior de mi relación con Él, que habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a comprender el camino que debo recorrer, y una vez tomada la decisión, a seguir adelante, a permanecer fiel.

    La Virgen, con gran sencillez, escuchaba y meditaba en lo íntimo de sí misma la Palabra de Dios y lo que sucedía a Jesús. Siguió a su Hijo con íntima convicción, con firme esperanza.

    Que María nos ayude a ser cada vez más hombres y mujeres de conciencia, libres en la conciencia, porque es en la conciencia donde se da el diálogo con Dios; hombres y mujeres capaces de escuchar la voz de Dios y de seguirla con decisión. 


Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 

 

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