LECTURAS: Hechos 14, 21-27; Salmo 144 “Bendeciré tu Nombre por siempre, Dios mío, mi rey!”; Apocalipsis 21, 1-5; Evangelio de San Juan 13, 31—35.
El Amor es
el documento de identidad del cristiano, el
único “documento” válido para ser reconocidos como discípulos del Señor Jesús.
Cristiano quiere decir “discípulo de Cristo” y el discípulo es el que hace lo
que ha visto y ha compartido con su Señor, experiencia de amor, que llena el
corazón de alegría y gozo, de modo que no puede menos que hacerlo presente ante
los demás. Es el carné o documento que hemos de renovar continuamente para que
aparezca vivo y transparente ante los ojos de nuestros hermanos y a través de
él sea reconocido el mismo Jesucristo. *Reafirmarnos día a día en ser discípulos del Señor, significa
acoger con la mente, el corazón y la vida entera el mandamiento del Amor: “Os doy un mandamiento nuevo, que os
améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois discípulos
míos si os amáis unos a otros”.
El Amor no surge porque se hable de él, o se haga una bella poesía en los mejores términos, no es un “amor en las nubes” es amor concreto… es el don libre del que tiene el corazón abierto; es una responsabilidad, pero una responsabilidad bella porque supone el regalo de Dios; es el compromiso cotidiano del que sabe realizar grandes sueños. El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor se vive, es una opción en la vida que ha de ponerse en práctica.
¿Cómo podemos
crecer en el Amor? El Secreto está en el Señor:
Y cuando el amor parece un poco arduo, cuando es difícil decir no a lo falso y a lo que Dios no quiere, entonces hay que mirar a la Cruz del Señor, abrazarla y no dejarnos soltar de su mano, porque como nos decía Pablo en la primera lectura “hay que sufrir mucho para entrar en el Reino de Dios y ayudar a los demás a participar de él; unidos a Cristo, a su pasión y Cruz, confiados en su resurrección nos levantará y no dejará que caigamos.
El Amor de Cristo tiene que transformar nuestras vidas de modo que a través de ese amor le hagamos presente en nuestra sociedad,
en este mundo.
Cuando el Amor de Cristo domina nuestra vida y la hacemos presente en el día a día, es cuando se cumplirá lo dicho en la lectura del Apocalipsis: viviremos una tierra nueva, cielo nuevo, mundo nuevo, donde Dios ponga su morada entre los hombres…se enjugarán las lágrimas de los ojos y no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor… porque Él (su amor hecho vida en nosotros) hace nuevas todas las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario