LECTURAS:
Josué 5,9. 10-12; Salmo 33. “Gustad y
ved que bueno es el Señor”. IIª Carta de San Pablo a los Corintios 5, 17-21.
Evangelio de San Lucas 15, 1-3. 11-32.
La
Palabra del Señor nos muestra hoy de modo anticipado la PASCUA
DEL SEÑOR:
II.- La segunda lectura pone ante nuestros ojos la realidad de nuestra reconciliación. El evangelio de Cristo, para Pablo, se centra en eso: en la reconciliación de todos los hombres con Dios; por lo que Cristo dio su vida y eso es lo que los cristianos celebramos en las Pascua, a la que nos prepara la Cuaresma. La Pascua de Cristo abre, pues, una nueva era: la era de la reconciliación. Y… ¿cómo reconciliarnos con Dios? Aceptando su mensaje de salvación y proclamarlo como Pablo por el mundo, mensaje centrado en la muerte y resurrección de Jesús.
III.- Con la Parábola del Hijo Pródigo nos encontramos en el centro de la Cuaresma y en el corazón del Evangelio. El misterio de la reconciliación se expresa maravillosamente en el evangelio de este día: es una preciosa historia de amor de padre frente a egoísmos y rencores de hijos. Jesús, ante las acusaciones de hipócritas y fariseos contesta con esta parábola, para dejar bien claro que eso es lo que quiere Dios y eso es lo que hace Dios por medio de él. Se podrían escribir páginas enteras de la narración, la interpretación exacta de la misma podría decirnos que no es un texto sagrado, sino de simple humanidad. Pero no es verdad, en boca de Jesús, precisamente, es sagrado: Él describe lo divino por lo humano.
El hijo pródigo
(Obra realizada por
Bartolomé Esteban Murillo para el Hospital de la Caridad de Sevilla y robada en
el siglo XIX por el mariscal francés Soult, que la desperdigó por Europa.
Murillo representa La llegada del hijo pródigo, que es abrazado por su padre).
Es toda una justificación y una defensa incuestionable de Dios, de Dios como Padre. Es la realidad de Dios, que nunca abandona a sus hijos, que nunca los olvida; aunque es muy importante también la vuelta del hijo menor y su arrepentimiento así como la del hijo mayor, el que no quiere entrar a la fiesta que da el padre por haber encontrado a su hijo. A este, a quien le corresponden los derechos legales le falta la capacidad del padre para tener la alegría de ver que su hermano ha vuelto. No tiene mentalidad de hijo, de hermano; es alguien que está centrado en sí mismo, sólo en él, en su mundo, en su salvación. (Tres personajes: El Padre, el hijo arrepentido, el hijo que no quiere celebrar la vuelta del hermano… ¿Con cual nos quedamos?)
EL PADRE DIOS nos espera siempre… siempre espera la llegada de su hijo. Él nos deja libres, deja que nos equivoquemos y aprendamos de esta manera a volver a Él.
EL HIJO MENOR ya ha quedado bien descrito en el texto… ha vuelto a reconciliarse.
EL HIJO MAYOR, en el fondo, no quiere que su padre sea padre, sino un juez inmisericorde. Y esto es lo importante de la parábola: que se ha organizado una fiesta por un hermano perdido, y no está dispuesto a participar en ella.
Jesús está hablando de Dios y es la forma de contestarle a los escribas y fariseos que se escandalizan de dar oportunidades a los perdidos: el Dios que él trae es el de la parábola; el que viendo de lejos que su hijo vuelve, sale a su encuentro para hacerle menos penosa y más humana su conversión, su vuelta, su cambio de mentalidad y de rumbo. Esta es su significación última y definitiva. ¿Estaríamos nosotros dispuestos a entrar a esa fiesta de la alegría? ¿Queremos para los otros el mismo Dios que queremos para nosotros?
ORACIÓN: Señor Jesús dame sabiduría para acordarme de ti cuando mi corazón a causa de mi egoísmo, esté hambriento de Amor y que esté abierto a mis hermanos para entrar juntos en tu Corazón.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.