(LECTURAS: Sab. 1,13-15; 2,23-24. Salmo 29 2ª Cor. 8,7.9. 13-15. Marcos 5, 21-43.)
El Amor, concretado en el servicio y las obras de caridad, ha de ser el modo cómo nos relacionemos entre nosotros y en comunidad… esta ha de ser la vida de la Iglesia; esa relación muestra una corriente de vida que nos lleva a pensar que son obra de Dios… y efectivamente, así se relaciona la Comunidad de Corinto con otras comunidades, lo cual es signo de vida. Les dice San Pablo a los corintios: “…Lo mismo que sobresalís en todo… fe, palabra, conocimiento, empeño y amor…, sobresalid también en esta obra de caridad… Pues conocéis a Jesucristo el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza…En este momento, vuestra abundancia remedia la carencia de otros, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad…”
El Evangelio que hemos proclamado nos da una preciosa lección: presenta la hegemonía y el señorío de la vida sobre la muerte. Los episodios de la hija de Jairo, una chica de unos 13 años, enferma, que estaba para morir… ya en las últimas, y que de hecho muere. En paralelo la mujer con flujos de sangre, por donde se le está escapando la vida, con una larga enfermedad, empeorando y que ya casi todo lo tiene perdido… Y EN MEDIO DE AMBAS JESÚS que es la Vida. No es que Cristo esté allí, en medio, como mero taumaturgo, que a través de medicinas, intervenciones o habilidades favorece la vida o controla la muerte… ¡NO! Él está como la verdadera fuente de vida, Él es Señor de la Vida, fuente de donde esa vida brota para la eternidad… “pon tu mano sobre ella y vivirá” la vida real y definitiva; porque la vida, ahora con 13 años está madurando naturalmente…Pero la que Tú le darás es para siempre, será la Vida Eterna. “Jesús tomando la mano de la niña, sembró en ella la vida…”
Y por otro lado aquella otra mujer enferma: es adulta y ha sufrido, con una larga vida, 12 años con esos flujos de sangre que la van matando… por ahí se le escapa la vida…una vida entera perdida, pues iba empeorando; todo lo había perdido y sin provecho alguno… por el contrario todo iba peor… La mujer había ESCUCHADO HABLAR DE JESÚS… algo se despierta en ella, le busca y se llega a Él, con miedo, temblando, se acerca más pero por detrás, sin verle siquiera (aunque lo lleva en el pensamiento y en el corazón) Y TOCÓ SU MANTO, porque había pensado que con sólo “tocarle”, con poner la mano sobre Él… (Su manto, sus ropas, algo de Él mismo…) Pero para ello era necesario el ENCUENTRO CON CRISTO, el “cara a cara”, “el tocar” “mirar y contemplar”… El “Tú a tú”, mirarse, descubrirse en el encuentro de la fe… por ello “Tu fe te ha salvado”.
El ENCUENTRO se produjo: Jesús sintió la presencia (como de una oveja “perdida” o “alejada”) y ella apreció muy cerca de sí la vida misma y en el momento se vio salvada…”después temblando y llena de miedo, levantó los ojos del suelo" y miró a Jesús, todo lo que había presentido estaba allí, delante de ella… y se produjo el milagro, se detuvo el flujo de sangre por donde se escapaba su vida, pero sobre todo ella escuchó “Tu fe te ha salvado” que le dio la verdadera vida.
Conscientes de nuestros propios límites y
de estar llamados a la muerte, no
perdamos nunca la cercanía con Cristo Jesús, su mirada, sus palabras; dejémonos
tocar por Él, “contemplarle y mirarle… no saber más que de él…” Sólo entonces
la vida arraigará en nosotros, porque Él es la Vida y nos alimentamos del Pan
de Vida…
(Pierre Claude François Delorme (1817).
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