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viernes, 16 de abril de 2021

TERCER DOMINGO DE PASCUA 2021.

 


“Vosotros sois mis testigos” 

En este tercer domingo continuamos con las apariciones de Jesús a sus Discípulos: La experiencia de Cristo Resucitado testimoniada por las mujeres y los Apóstoles, ya vivida por la primera comunidad cristiana y escrita en los textos del Nuevo Testamento… ha llegado hasta nosotros, de modo que la fe en el  Resucitado se adentra hasta lo más hondo del corazón de los fieles, y así se convierte en el Testimonio para toda la Iglesia y desde ella para toda la humanidad.   

Tanto los Apóstoles, las mujeres como otros seguidores de Jesús,  experimentaron lo sucedido:   

   I.- Con miedo, sorpresa y alegría… hasta la fe  

En un principio ven a Jesús, pero no le reconocen a pesar de haber estado tanto tiempo con Él; es necesario que los apóstoles pasen estas situaciones según el texto evangélico de san Lucas: sorpresa, miedo y alegría… hasta la fe. No podían “creer”, que Jesús se había hecho presente: pensaban que era una imaginación de ellos, o que  veían un fantasma. La alegría de verle con sus ojos, el palpar sus manos y pies estaba impidiendo la verdadera fe; estaban todavía envueltos en una maravillosa ilusión. Fue necesario que se abriera su entender, y así captaran, que lo sucedido estaba anunciado en la Escritura y que Jesús mismo se lo había anunciado a ellos… sólo entonces llegan a la fe. Así logran pasar del signo a lo que se significaba. De la evidencia sensible a la fe. He aquí la fe ante el misterio.  


La cena de Emaús
Matthias Stom  (1600- 650)
Óleo sobre lienzo, 111,8 x 152,4 cm,
Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza

II.- Caminamos firmes en la fe del Resucitado y los signos que han de fortalecer esa fe, son:  

1º El testimonio de los apóstoles. Los apóstoles se juegan su vida -y la pierden- por defender la resurrección ante los testigos de la crucifixión y muerte. Y lo proclaman con valentía, como hace Pedro, según leemos en la primera lectura. En el Libro de las Hechos los Apóstoles salen contentos por haber sido maltratado por Jesús… y su planteamiento es “que deben obedecer antes a Dios que a los que mandan… a pesar de lo que eso lleva consigo”  

2º Sentir al hermano. Es decir: cuando compartimos lo que somos y tenemos, vivimos y alimentamos esa fe en comunidad, la celebramos, la damos a conocer (palabras y obras) nuestra fe crece. Los discípulos de Emaús, al partir el pan, reconocieron a Jesús y llenos de alegría fueron a compartirlo con los demás; así también los discípulos crecen en la fe,  al compartir el pez asado, según el evangelio de este domingo… en otros casos al compartir la pesca, la mesa, los bienes materiales… LA FRACCIÓN DEL PAN.  

3º Hacer vida la fe. Como se indica en la segunda lectura, “guardando sus mandamientos”.  Afirma Juan que así es como llegamos a conocer a Jesús. La fe se fortalece, viviendo de acuerdo con lo que ella nos pide. En fin, nuestra fe en Jesús resucitado se manifiesta, y se fortalece, en el esfuerzo continuo por seguirle. “Conocerle, amarle y seguirle”  

   III.- Tener fe en Cristo Resucitado es lo que constituye la esencia del verdadero cristiano. La fuerza de esa fe nos hace seguir a Cristo, conocer sus enseñanzas, cumplir sus preceptos.  

Igualmente se puede decir que cuando nos familiarizamos con su evangelio, cuando acomodamos nuestra vida a la suya, cuando mantenemos la confianza en un Jesús que sigue presente en nuestra historia,  colectiva e  individual, entonces  se aviva y profundiza la fe en el Resucitado. Cierto que esa fe nunca será perfecta, pues ahora vemos en la oscuridad y en imagen, después veremos tal cual es. Nuestra fe, nuestra manera de percibir al Resucitado, sin embargo, está llena de numerosas limitaciones. Pero siempre nos queda lo que pide Pedro a quienes les escuchan “arrepentíos y convertíos…”  

Esto es lo que celebramos en la Pascua: la alegría nunca colmada, siempre entretejida con los dolores del vivir y el convivir, los de nuestro ser, que se manifiesta en actitud esperanzada y confiada, porque Jesús pasó por el dolor, pero mantuvo y proclamó la esperanza de su resurrección, que ahora vivimos y celebramos.  

Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 

Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:

«Paz a vosotros». 

Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: 

«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: 

«¿Tenéis ahí algo de comer?» 

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: 

«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: 

«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto». 

 

 

 


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