Giovanni Paolo Panini ©
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Como
respuesta al Amor de Dios, elevemos a Él esta Oración de súplica y compromiso: “Señor, te duele que
conviertan tu casa en un mercado. Y mucho más, cuando convierto mi cuerpo y mi
vida, Templo de tu Espíritu, en instrumento de pecado. Ayúdame a tener siempre
limpia mi alma, ordena mis pasiones, activa las virtudes según tu corazón
manso, humilde, puro y generoso: que yo sea morada del Dios Uno y Trino.
Gracias, Señor”.
Moisés
había recibido en el Monte Sinaí los mandamientos de la Alianza, escritos en
las Tablas de la Ley. El Señor Jesús se reafirma en ellos, dando como primera
norma en su seguimiento aquel “si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos”… y al preguntarle ¿Cuáles? Jesús los
fue enumerando como aparecen en la primera lectura, pero también Nuestro Señor lleva estos
mandamientos a su plenitud y así todos los resume en el “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todos tu ser… y al prójimo de la
misma manera”.
Está poniendo como base donde todo se sustente el Único Mandamiento que es
el del AMOR.
Oísteis que se dijo… pero yo os digo…y siempre para asemejarnos más al Padre
amoroso que nos ama y quiere seamos santos con lo es Él. El Camino Cuaresmal, que llevamos ya mediado
debemos recorrerlo conformando nuestra vida con estos mandatos a ejemplo de
Jesús, y así llagaremos a la Pascua con Cristo Resucitado, para gozar siempre
ante el Padre. Muramos a nuestro
pecado de soberbia, envidia, lujuria, egoísmo… todo lo que es el hombre viejo,
para resucitar a la vida nueva sin pecado ni corrupción.
Siguiendo
más adelante, la lectura de Pablo a los Corintios nos muestra cómo Cristo Jesús, muerto y
resucitado, es la sabiduría y la fuerza de Dios, por más que judíos y griegos
lo rechacen… “pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres y lo débil
de Dios es más fuerte que los hombres”. Abracémonos a este Cristo, …ahora su Imagen la
tenemos tan cara a cara… fundámonos con
Él, miremos su Rostro y ayudados de su Madre María, digámosle de corazón “Tuyo
quiero ser para siempre”
El Evangelio sitúa a Jesús en Jerusalén, la meta de su caminar hacia la pasión,
muerte y resurrección “He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre
será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a
muerte y le entregarán a los
gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer
día resucitará”. Jesús entra en el Templo y como Profeta denuncia en nombre de
Dios los abuso y excesos que se
practicaban en aquel lugar (la casa de Dios) compra y venta de animales,
actividades monetarias de cambio… hasta la usura y el engaño… y todo ello bajo
una capa de mentira e hipocresía tal, que convencían a la gente sencilla de que
así se honraba al Padre. Jesús no puede aguantar que de ese modo se manipule a
Dios y se explote al hombre… no puede soportar que a costa de Él algunos
crezcan y otros se esclavicen…y todo en nombre de Dios No fue aquello un acto
violento, aunque el látigo de cordeles pueda dar esa impresión, la policía del
templo hubieran salido al paso. Con su intervención, su presencia en el Templo,
su llegada a Jerusalén, Jesús quiso anunciar la nueva y verdadera Pascua, el
nuevo culto y el nuevo templo que no es otro sino Cristo mismo inmolado y
resucitado: El Culto del Amor basado en el Cordero sin mancha, cuyo Cuerpo se
entrega por nosotros y cuya sangre se derrama para nuestra salvación. Estamos
adelantando en esta Celebración, Palabra y Sacramento, el Misterio Pascual que
Jesús instituyó en la Última Cena y después se realizó cruentamente en el
Calvario.
Expulsión de los mercaderes del Templo
BASSANO, FRANCESCO
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Hacia 1585. Óleo sobre lienzo, 150 x 184 cm
Jesús en este Domingo nos exhorta a vivir nuestra vida desde la solidaridad, el servicio y la entrega a nuestros hermanos; nuestro corazón no puede estar engolfado en nosotros mismos, no podemos buscar las ventajas e intereses propios, sino lo que a Dios le agrada: el bien de toda la humanidad. La Iglesia y las instituciones de la Iglesia han de ser Casa de Dios y no pueden convertirse en una mercadería, donde se utilizan los sentimientos religiosos. Igualmente nuestro corazón, habitado por el Espíritu Santo, Templo de Dios y morada del Altísimo, no puede apegarse a los bienes de la tierra, sino mirar hacia arriba, a la gloria de Dios; nuestro corazón no puede dejarse guiar por el egoísmo sino que ha de abrirse a bien de nuestros hermanos…Así seremos Casa de Dios, para su gloria, como Él quiere que sea.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario