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viernes, 5 de marzo de 2021

TERCER DOMINGO DE CUARESMA.7-III-2021

 


La expulsión de los mercaderes del templo
Giovanni Paolo Panini ©
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

“Yo soy tu Dios te amo y pido tu corazón”


Como respuesta al Amor de Dios, elevemos a Él esta Oración de súplica y compromiso: “Señor, te duele que conviertan tu casa en un mercado. Y mucho más, cuando convierto mi cuerpo y mi vida, Templo de tu Espíritu, en instrumento de pecado. Ayúdame a tener siempre limpia mi alma, ordena mis pasiones, activa las virtudes según tu corazón manso, humilde, puro y generoso: que yo sea morada del Dios Uno y Trino. Gracias, Señor”. 

Moisés había recibido en el Monte Sinaí los mandamientos de la Alianza, escritos en las Tablas de la Ley. El Señor Jesús se reafirma en ellos, dando como primera norma en su seguimiento aquel “si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos”… y al preguntarle ¿Cuáles? Jesús los fue enumerando como aparecen en la primera lectura, pero también Nuestro Señor lleva estos mandamientos a su plenitud y así todos los resume en el “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todos tu ser… y al prójimo de la misma manera”. Está poniendo como base donde todo se sustente el Único Mandamiento que es el del AMOR. Oísteis que se dijo… pero yo os digo…y siempre para asemejarnos más al Padre amoroso que nos ama y quiere seamos santos con lo es Él.  El Camino Cuaresmal, que llevamos ya mediado debemos recorrerlo conformando nuestra vida con estos mandatos a ejemplo de Jesús, y así llagaremos a la Pascua con Cristo Resucitado, para gozar siempre ante el Padre. Muramos a nuestro pecado de soberbia, envidia, lujuria, egoísmo… todo lo que es el hombre viejo, para resucitar a la vida nueva sin pecado ni corrupción. 



Siguiendo más adelante, la lectura de Pablo a los Corintios nos muestra cómo Cristo Jesús, muerto y resucitado, es la sabiduría y la fuerza de Dios, por más que judíos y griegos lo rechacen… “pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”. Abracémonos a este Cristo, …ahora su Imagen la tenemos tan cara a cara…  fundámonos con Él, miremos su Rostro y ayudados de su Madre María, digámosle de corazón “Tuyo quiero ser para siempre”   

El Evangelio sitúa a Jesús en Jerusalén, la meta de su caminar hacia la pasión, muerte y resurrección “He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará”. Jesús entra en el Templo y como Profeta denuncia en nombre de Dios los  abuso y excesos que se practicaban en aquel lugar (la casa de Dios) compra y venta de animales, actividades monetarias de cambio… hasta la usura y el engaño… y todo ello bajo una capa de mentira e hipocresía tal, que convencían a la gente sencilla de que así se honraba al Padre. Jesús no puede aguantar que de ese modo se manipule a Dios y se explote al hombre… no puede soportar que a costa de Él algunos crezcan y otros se esclavicen…y todo en nombre de Dios No fue aquello un acto violento, aunque el látigo de cordeles pueda dar esa impresión, la policía del templo hubieran salido al paso. Con su intervención, su presencia en el Templo, su llegada a Jerusalén, Jesús quiso anunciar la nueva y verdadera Pascua, el nuevo culto y el nuevo templo que no es otro sino Cristo mismo inmolado y resucitado: El Culto del Amor basado en el Cordero sin mancha, cuyo Cuerpo se entrega por nosotros y cuya sangre se derrama para nuestra salvación. Estamos adelantando en esta Celebración, Palabra y Sacramento, el Misterio Pascual que Jesús instituyó en la Última Cena y después se realizó cruentamente en el Calvario. 



Expulsión de los mercaderes del Templo
BASSANO, FRANCESCO
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Hacia 1585. Óleo sobre lienzo, 150 x 184 cm

 Jesús en este Domingo nos exhorta a vivir nuestra vida desde la solidaridad, el servicio y la entrega a nuestros hermanos; nuestro corazón no puede estar engolfado en nosotros mismos, no podemos buscar las ventajas e intereses propios, sino lo que a Dios le agrada: el bien de toda la humanidad. La Iglesia y las instituciones de la Iglesia han de ser Casa de Dios y no pueden convertirse en una mercadería, donde se utilizan los sentimientos religiosos. Igualmente nuestro corazón, habitado por el Espíritu Santo, Templo de Dios y morada del Altísimo, no puede apegarse a los bienes de la tierra, sino mirar hacia arriba, a la gloria de Dios; nuestro corazón no puede dejarse guiar por el egoísmo sino que ha de abrirse a bien de nuestros hermanos…Así seremos Casa de Dios, para su gloria, como Él quiere que sea.

 Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 

 


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