El Adviento de este 2020 se puede resumir en ese “viene el Señor, vayamos a Él” y nos sitúa como en una marcha en la que recorrer el camino por el que llegaremos al encuentro maravilloso con “Aquel que nos viene” y, no es otro que “la Palabra de Dios, por quien se hizo todo, quien contiene la Vida, que es la luz del hombre, la que brilla en las tinieblas”.
Adviento es un camino hacia la realización plena de todo lo creado, la naturaleza, la humanidad entera, tú, yo y nosotros, porque en realidad todos buscamos, ansiamos llegar a la propia plenitud (vamos a tientas, a veces creemos haberla encontrado, pero cuando menos acordamos, vuelve la inquietud, el vacío, el buscar y buscar…) y es que nuestro corazón está insatisfecho hasta que no encuentre la “luz de la vida”, esa que nos trae el que viene.
Importa, ahora, que quienes vamos hacia el encuentro, marchemos por el mismo camino, para poder converger con el que viene, y el camino del que viene, bien lo sabemos, es la “encarnación”; Él, despojándose de su condición divina se hizo hombre en el seno de María la Virgen, por y para nosotros, y así se puso en disposición del encuentro; Él es el “Emmanuel” el “Dios con nosotros”, Jesús nacido en Belén.
Pero es necesario que hallemos y recorramos el camino del encuentro, ¡vayamos a Él, como hicieron los Pastores! (¡Vamos pastores, vamos, vamos hacia Belén, para ver quien ha nacido, la gloria de Israel… sí, sí, nuestra gloria, nuestro bien!)
1.-Hemos de partir del deseo de buscar… y de encontrar, porque en lo más íntimo de nosotros mismos no estamos satisfechos; a pesar de lo mucho que hemos progresado, de tener tantas cosas y sentirnos llenos de nosotros mismos, somos unos indigentes…
2.-Saber si las cosas son el tesoro de nuestro corazón, o, lo son los placeres humanos, el poder, la fuerza, el dinero… ¿Cuál es nuestro tesoro? ¿qué apetecemos? ¿qué pensamos nos puede hacer felices? ¿Podemos decir, desde lo hondo del corazón, al que viene, “restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” como hemos proclamado en el Salmo?
3.-La 1ª Lectura nos dice como el pueblo vuelve a su Dios después del destierro, cuando han experimentado su debilidad y han sufrido toda clase de vejaciones, injurias y escarnios, han perdido el Templo y su tierra está desolada…entonces claman “ven Señor, restáuranos”. El Pueblo reconoce: “Tú eres nuestro Padre, nosotros el barro y Tú el alfarero, todos somos hechura de tus manos”, así van y buscan del Señor
4.-El camino a seguir es el dejarnos hacer por el que viene, llevar a la práctica lo de “Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea te doy las gracias, ¡Tú eres mi Padre!”
Tú sabes que si vamos por ahí, nos
encontraremos con el que viene a salvarnos, así estaremos recorriendo las
distancias que nos podían separar, porque ambos nos ponemos en las manos de Padre: Él dice: “Padre aquí estoy
para hacer tu Voluntad…” Y tú te pones en las manos del Padre…
Él es enviado para mostrar su amor a
todos los hombres, hasta la muerte… “Tanto amó Dios al mundo que envió a su
Hijo, no para condenar el mundo sino para dar la vida por él”… Así también
nosotros hemos de amar a nuestros hermanos.
En la 2ª Lectura, Pablo nos recuerda que Dios nos ha enriquecido con toda clase de dones en
su Hijo Jesucristo, el Niño que esperamos, el Salvador que se acerca…y como
Dios permanece fiel, lo regalado gratuitamente permanecerá para siempre, y así
podemos esperar la Venida con Esperanza firme. Por eso, al principio del
Adviento se nos abre el horizonte de la eternidad, pues al constatar que nuestra seguridad no está en
nosotros sino en la fidelidad de Dios, se engendra la esperanza firme contra
toda esperanza.
El Evangelio de Marcos (13, 33-37) Nos presenta tres actitudes que debemos tener en este tiempo de adviento, tiempo de espera para la hora de su llegada, y nos lo explica con una sencilla parábola la causa por la que debemos permanecer así… “porque no sabéis cuándo llegará vuestro Señor”, por ello:
- Estad atentos
- Vigilad
- Velad
Ante los días que estamos viviendo, la pandemia que puede llegar a angustiarnos, desde la luz del Adviento se nos pide una mirada amplia para descubrir la presencia del Señor en todo ello; estemos atentos al sufrimiento de tantos hermanos (sufrimiento, desconsuelo, necesidades materiales, de atención, de escucha, acogida etc.); vigilemos nuestro corazón, inclinaciones, deseos, búsquedas etc. Precisamente por estar envueltos en estas dificultades, podemos equivocar el camino y dirigirnos por la vía contraria a la que Dios trae; velemos para mantener nuestra confianza en el Señor.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.
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