“SED SANTOS COMO EL PADRE DIOS ES SANTO”
Celebramos hoy la Fiesta de todos los Santos,
coincidiendo con el Día del Señor. La Liturgia de esta Fiesta de “Todos los
Santos” prevalece sobre el domingo y por ello las Lecturas, que se han
proclamado. Hoy es un día de gran tradición cristiana, y muy popular, pues
unido a la Conmemoración de los Difuntos, la celebra piadosamente el Pueblo de
Dios.
Pero, ¿de qué fiesta se trata? Celebramos a todos
aquellos hombres y mujeres, cuyas vidas han sido un testimonio de amor a Dios y
al prójimo, no solo en palabras, sino en actitudes y en obras. Según veíamos el
domingo pasado, la esencia del ser cristiano, el mandamiento principio y
fundamento de todo es el “Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma y con todo tu
corazón y al prójimo de la misma manera”. Las vidas de los santos
han atestiguado la Verdad de Dios y han ayudado a otros a descubrir a ese Dios,
Padre de Misericordia, Perdón y Amor. Ellos han sido testigos de la presencia
de Dios en el mundo, de su Amor hasta el extremo de dar la vida por todos nosotros
en su Hijo Jesucristo y de ofrecernos el gran Proyecto para un mundo nuevo y
una humanidad nueva: Un Padre Único y una gran familia de hermanos, una
sociedad fraterna, en la que reine las paz, fruto de la justicia y de la
verdad… así nos quiere el Señor y a eso tenemos que aspirar y con su Gracia
seremos “santos” como desea el Padre Celestial.
Santos son los hombres y mujeres de todos los tiempos,
canonizados o no, personas que caminan por nuestras calles, “hermanos de la
puerta de al lado” como dice el Papa
Francisco, que en el quehacer diario y en el empeño de sus propias vidas, se
han comprometido con quienes sufren, con los que tienen hambre y sed de
justicia, han luchado por tener un corazón limpio, libre de envidias y de
rencores. Son aquellos que se han reconocido pecadores, han sentido el perdón,
el amor y la ternura de Dios y por ello, también, han perdonado y han amado,
aún a los enemigos. Ellos nos acompañan en nuestro caminar, con su ejemplo e
intercesión animan a las comunidades cristianas y nos ayudan a mantenernos en
la lucha por hacer un mundo más humano; nos ayudan a llevar las cruces de la
vida y a llevar las de nuestros prójimos, perseverando en medio de las dudas y
dificultades. Ellos nos ayudan a mirar a Jesús
a amarle y seguirle, como el único y verdadero modelo de vida: “venid a Mí
todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré”… “aprended de Mí
que soy manso y humilde de corazón” “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” Los santos de todos los tiempos nos enseñan,
también a amar y venerar a la Santísima Virgen María, Madre de Jesús y Madre
nuestra, aprendiendo de Ella en el seguimiento a su Hijo Jesús.
¿Cuál es su mensaje? De momento, esta Fiesta
nos da la oportunidad de reflexionar sobre el alcance de la Santidad en
la vida; no se trata de perfectos, ni de héroes o superdotados; no nos orienta
a un voluntarismo perfeccionista en el que hayamos de superar la “carrera de
obstáculos…” porque no se trata tanto de nosotros mismos, cuanto de que nos
abramos a la acción de Dios, que obra en cada uno; que nos dejemos hacer por
Él; que sigamos su llamada; que le seamos fieles… y lo demás se nos dará por
añadidura. Hemos celebrado en estos días a San Francisco, Santa Teresita del
Niño Jesús, Santa Teresa de Ávila, a la Virgen con el título del Rosario o del
Pilar, se nos ofrecen en la 13 de Televisión, películas de Santos más cercanos
a nosotros, San Juan Bosco, Papas como Juan XXIII, San Juan Pablo II, otros
como Felipe Neri. Mártires de todos los tiempos y también actuales. Todos
pueden ser ejemplos para nosotros e intercesores ante Dios a favor
nuestros.
La
Palabra de Dios nos presenta hoy la realidad de una multitud de santos
anónimos, plenos de vida evangélica, de experiencia de Dios, de sentimientos y
obras de caridad: “una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de
todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pié delante del trono y del
Cordero” (Apoc 7,2-4-9-14). Y esto, porque el don y la gracia, el
sello y hasta el ADN que marca sus
vidas, no es otro que el ser Hijos de Dios: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!... queridos somos hijos de Dios y aún
no se ha manifestado lo que seremos… seremos semejantes a Él porque lo veremos
tal cual es… todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo,
como Él es puro” (1Jn 3,1-3).
Podemos
decir con el evangelio de hoy, que la santidad vivida por Jesús, a
la que nos llama es un Camino de
Bondad y Felicidad. Bienaventuranzas y obras de Misericordia: Mt. 5,1-12;
25. Un Camino y una Meta de Bondad, Felicidad y Comunión.
Los 144 mil sellados de todas las tribus de Israel
(Apocalipsis 7,1)
(Que significa la universalidad de la salvación ganada por Cristo)
“…Después
de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que
detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento
alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol…”
Apocalipsis de Saint-Sever.
(El Beato de Saint-Sever, códice del siglo XI Se trata
del primer Beato plenamente románico y también el único que conocemos creado
fuera de España)
Lo
que hoy celebramos es el Amor de Dios, que ya ha acogido a los que nos han
precedido y nos esperan a los que todavía estamos en marcha. Santidad es
no perder nunca en nosotros la imagen de hijos de Dios, como hicieron y
vivieron los santos.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote diocesano
Nota: A continuación
encontraréis, a modo de epílogo, una presentación del lugar histórico, según la
tradición, donde se sitúan los hechos narrados en los Evangelios. Esta parte se
debe a Don Miguel Mesa Molinos, colaborador valioso en este Blog, a quien damos
las gracias.
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