DÍA DEL DOMUND.
“A Dios lo que es de Dios, al Cesar lo que es del Cesar”
(El amor frente al poder)
I.- La Iglesia siempre es y ha sido
Misionera, recibió un gozoso encargo del Señor: “Id al mundo entero enseñando y
dando testimonio de Mí” por eso los cristianos tenemos una misión: llevar a
Cristo a todas las personas, hombres y mujeres, jóvenes y niños. Hemos de estar
abiertos al mundo entero para anunciar la fe en Cristo, el amor a todos como
hermanos (Papa Francisco, “Tutti fratelli”) la esperanza en la vida y en la Vida Eterna;
por ello presentamos el camino de la Salvación Plena: la liberación total del
hombre. En ello se muestra la Universalidad de la Iglesia que debe ser toda
para todos.
Así como a través de Cáritas se ejerce el Servicio y el Amor, así
también por las Obras Misionales Pontificias, y el DOMUND que celebramos este
domingo es parte de ellas, se ejerce la “misión en los países, donde no ha
llegado el Evangelio o en las Nuevas Iglesias y Comunidades…”
Las Misiones buscan una Humanidad unida, que comparte el dolor y la
alegría, la muerte y la vida misma, el
gozo y la Fe… Todo en Cristo, el Hijo de Dios.
En este año de 2020 el lema misionero es “¡Aquí estoy, envíame!” lo cual
supone de nosotros cristianos:
- Disponibilidad
para servir esa Misión…
- Disposición para
ir donde el Señor nos indique…
- Orar a Dios, que
es una intercesión ante Él por la Misión
- Ayuda material,
para sufragar los gastos que lleva la misión, personas y cosas, así como
el servicio de los pueblos necesitados.
En este ambiente nos encontramos con el Santo Evangelio y la
posición de Cristo, ese “Dad a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del
Cesar”, que no siempre ha sido bien entendido.
En el ambiente en que vivimos se piensa
que la Iglesia debe tener tolerancia pasiva con cualquier poder, con las leyes,
aún contrarias a la dignidad humana y a la libertad y que bastante tiene con
que la dejen “celebrar su culto”. La libertad religiosa se reduciría a estar en
la sacristía y a lo sumo sacar procesiones cuando con ellas ese poder tiene
alguna rentabilidad. “La Iglesia no debe meterse en política”, se dice, hasta
dentro de nuestras filas; piensan que una cosa es Dios y otra la vida del día a
día, el desarrollo de los seres humanos, la organización de la sociedad, la
justicia, la leyes que tratan de organizarnos…Y eso no es así: El Evangelio tiene
una visión del hombre y de la organización de la sociedad que los cristianos
hemos de tener presente. La Iglesia debe de aplicar para los cristianos y
quienes quieran escucharla, según las circunstancias concretas de tiempo y
lugar, ese Evangelio, y debe expresar el
compromiso con la realidad; no
se puede evadir la responsabilidad (personal o institucional) en la
transformación de aquellas estructuras que deban garantizar el bien común, la
justicia y la paz. Nuestro corazón no puede vivir una doble espiritualidad, una
doble moral y doble pertenencia, a Dios y al Cesar.
Jesús es un Maestro sincero y veraz, en
consecuencia, no pierde la libertad de decir aquella verdad que rompe las
ataduras del corazón, que busca el camino de Dios. Jesús sabe que los fariseos
buscan una excusa para poder acusarlo y no tiene miedo de dar una respuesta
clara y comprometida. Jesús habla desde su experiencia de Dios, buscando
revelar aquella verdad integral que da sentido a la vida, a las opciones y a
las acciones. Él no se ajusta al orden establecido, sobre todo cuando este
acentúa la desigualdad, la injusticia o la inequidad. * ¿De quién es la imagen que está
grabada en mi corazón? ¿De Dios o del César? El corazón es una realidad más radical
que una moneda. La imagen acuñada en el corazón es la que configura a toda
persona, una forma de vida, una espiritualidad y un compromiso con la
realidad.
« ¿De quién es esta imagen y la
inscripción? Le respondieron: –Del César. Jesús les replicó: – Pues
dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.» (Mateo
22,15-21).
El dinero del tributo (Pintura de
1612-1614 de Peter Paul Rubens,
que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de San Francisco desde 1944. Ilustra el relato bíblico de Cristo
y el dinero del tributo).
La lectura superficial del texto nos
llevaría a mantener separados el orden temporal y el orden religioso, las cosas
del mundo y las cosas de Dios, las realidades profanas y las realidades
sagradas. Sin embargo, el misterio de la Encarnación nos da la clave: Dios ha
entrado en diálogo con el hombre y ha entrado en el corazón de la historia. A
imagen de Jesucristo, los bautizados estamos llamados a crear lazos de
fraternidad que rompan los esquemas de «ellos y nosotros». La
corresponsabilidad de los cristianos y la búsqueda del bien común nos llaman a
respetar la diversidad de personas y opiniones. La solidaridad afectiva y
efectiva con todos debe llevarnos a reconocer la dignidad de toda persona, y
eso sí, hemos de estar preparados y llenos del espíritu evangélico si queremos
participar en los lugares donde se decide el rumbo de la política, la economía,
la educación, la cultura y la fe.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.
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