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jueves, 23 de julio de 2020

EL REINO DE DIOS ES UN TESORO

         

DOMINGO XVII DEL T. O. 26 de julio 2020

   La Palabra de Dios, proclamada en este Domingo, Día del Señor, comienza, con la 1ª Lectura, mostrando el ejemplo de Salomón, hijo y sucesor de David, quien reinó sobre Israel a lo largo de unas cuatro décadas y en cuyo reinado se edificó el Templo de Jerusalén, rompiendo con la tradición israelita de que “Dios habitara con ellos en tiendas de campaña, donde se guardaba el Arca de la Alianza con las tablas de la Ley y el maná del desierto… una vez más destacamos la cercanía de Dios a su Pueblo. El Templo, su prudencia y sabiduría hizo famoso a Salomón y a él se le atribuyen los libros bíblicos de “la sabiduría”; aquel primer Templo fue destruido por Nabucodonosor, se reedificó más humilde y, posteriormente, a causa de invasiones y devastaciones fue reedificado y ampliado hasta Herodes, y este sería, finalmente, el que frecuentara Jesús y en el que no quedó piedra sobre piedra, según la profecía del mismo Jesús.

   Dios está dispuesto a conceder a Salomón cualquier cosa que le pida, y él sólo expresa su deseo de tener la sabiduría suficiente para servir a su pueblo y, desde el mismo, a su Dios… por eso Dios lo valora y hasta lo premia. Tal vez este pasaje nos sugiera, aprender a pedir, a orar a Dios y cuál debe ser el objeto de nuestra oración…

  El Salmo, en el que hemos repetido ¡Cuánto amo tu Ley Señor! nos insiste en la actitud de Salomón… porque tu Ley, tus preceptos, tus llamadas son luz en nuestro camino, fuerza ante la dificultad, bálsamo frente a las heridas de la vida: ¡Tu Palabra, Señor, es la Verdad y tu Ley nuestra libertad!  Salmo 18: Lo que Tú, Señor, nos enseñas vale más que el oro y la plata; tu bondad nos consuela; confiamos en Ti, pues Tú eres fuente de gozo y alegría para nosotros e iluminas con tu luz nuestra inteligencia.

   El texto de la 2ª Lectura, Carta de Pablo a los Romanos, nos muestra cómo la salvación del mundo en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, formaba parte del eterno designio divino, por ello somos conocidos y amados de Dios, estamos predestinados a reproducir la Imagen del Hijo y así nos justificó, eligió, predestinó y glorificó. Todo ello fuente de gozo, motivo de esperanza y causa de nuestra confianza en Dios.

    Ante esto nos unimos a Nuestro Señor en el Aleluya, para  mirar al Padre y exclamar con corazón agradecido “Bendito seas Padre, Señor del cielo y de la tierra,  porque has ocultado estas cosas a los grandes y engreídos y se las has revelado a la gente sencilla…Sí Padre porque a Ti te ha parecido mejor” Tanto que esas cosas, el Misterio, es como un tesoro escondido y así nos lo expondrá el Evangelio.




   El Evangelio (Mateo 13, 44 y ss.): nos presenta cómo el Reino de Dios es el Gran Tesoro, la Perla Preciosa que el hombre puede encontrar y gozar, y por ello la alegría del descubrimiento, la actitud que provoca el tesoro mismo ante quien lo descubre y la decisión comprometida que asume quien lo encuentra para dejarlo todo (venderlo) por tal de adquirirlo y seguirlo, es la triple llamada que se nos trasmite.


*Vivamos la alegría de descubrir el Reino porque “no es poco, un tesoro”, algo misterioso, llano de sorpresas, de dones y bienes.


*¿Qué  actitud provoca en ti este descubrimiento?  …te invita a adquirirlo, acogerlo, abrazarte a él como un regalo, un don, no sólo para sí, también para darlo a los demás con la misma actitud con que lo recibes.


*¿Cuan es tu decisión para conseguirlo y aprenderlo con una adhesión total? adquirirlo, adherirnos a él, sacar de él todo lo que nos trae y ponernos a su servicio: al servicio del Reino de Dios en favor de la humanidad entera.

Y es que este Tesoro, esta Joya, por eso está escondido y por eso la sorpresa, no consiste en el dinero, las apariencias o el poder, no lo que se puntúa con criterios terrenos o los poderes materiales, ¡NO!


   Los valores del Evangelio, de ese Tesoro son, aunque los listados no alcanzan a expresar todo lo que hay dentro: la libertad; la hondura del ser; la autenticidad de las relaciones; la bondad del corazón; la confianza; el valor del encuentro humano; la solidaridad y el compromiso con la liberación del sufrimiento.


   Buen ejemplo nos dan los santos y muchos hermanos / as de hoy, los llamados santos de la puerta de al lado, pero sobre todo la Santísima Virgen que llevó ese Tesoro en su seno, lo dio a luz, lo crió, lo siguió hasta la Cruz y lo vivió en la Gloria de la Resurrección, Ella que hoy está en el Cielo coronada como Señora de todo lo creado … a Ella debemos recurrir con fe y confianza.


Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.





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