DOMINGO XVII DEL T. O. 26 de julio 2020
La Palabra de Dios, proclamada en este
Domingo, Día del Señor, comienza, con la 1ª Lectura, mostrando el ejemplo de
Salomón, hijo y sucesor de David, quien reinó sobre Israel a lo largo de unas
cuatro décadas y en cuyo reinado se edificó el Templo de Jerusalén, rompiendo
con la tradición israelita de que “Dios habitara con ellos en tiendas de
campaña, donde se guardaba el Arca de la Alianza con las tablas de la Ley y el
maná del desierto… una vez más destacamos la cercanía de Dios a su Pueblo. El
Templo, su prudencia y sabiduría hizo famoso a Salomón y a él se le atribuyen
los libros bíblicos de “la sabiduría”; aquel primer Templo fue destruido por
Nabucodonosor, se reedificó más humilde y, posteriormente, a causa de
invasiones y devastaciones fue reedificado y ampliado hasta Herodes, y este
sería, finalmente, el que frecuentara Jesús y en el que no quedó piedra sobre
piedra, según la profecía del mismo Jesús.
Dios está dispuesto a conceder a Salomón
cualquier cosa que le pida, y él sólo expresa su deseo de tener la sabiduría
suficiente para servir a su pueblo y, desde el mismo, a su Dios… por eso Dios
lo valora y hasta lo premia. Tal vez este pasaje nos sugiera, aprender a pedir,
a orar a Dios y cuál debe ser el objeto de nuestra oración…
El Salmo, en el que hemos
repetido ¡Cuánto amo tu Ley Señor! nos insiste en la actitud
de Salomón… porque tu Ley, tus preceptos, tus llamadas son luz en nuestro
camino, fuerza ante la dificultad, bálsamo frente a las heridas de la
vida: ¡Tu Palabra, Señor, es la Verdad y tu Ley nuestra libertad!
Salmo 18: Lo que Tú, Señor, nos enseñas vale más que el oro y la
plata; tu bondad nos consuela; confiamos en Ti, pues Tú eres fuente de gozo y
alegría para nosotros e iluminas con tu luz nuestra inteligencia.
El texto de la 2ª Lectura,
Carta de Pablo a los Romanos, nos muestra cómo la salvación del mundo en Cristo
Jesús, el Hijo de Dios, formaba parte del eterno designio divino, por ello
somos conocidos y amados de Dios, estamos predestinados a reproducir la Imagen
del Hijo y así nos justificó, eligió, predestinó y glorificó. Todo ello fuente
de gozo, motivo de esperanza y causa de nuestra confianza en Dios.
Ante esto nos unimos a Nuestro Señor en
el Aleluya, para mirar al Padre y exclamar con corazón agradecido “Bendito
seas Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a los grandes y engreídos y se las has revelado a la gente sencilla…Sí
Padre porque a Ti te ha parecido mejor” Tanto que esas cosas, el
Misterio, es como un tesoro escondido y así nos lo expondrá el Evangelio.
El Evangelio (Mateo 13, 44 y ss.): nos
presenta cómo el Reino de Dios es el Gran Tesoro, la Perla Preciosa que el
hombre puede encontrar y gozar, y por ello la alegría del descubrimiento, la
actitud que provoca el tesoro mismo ante quien lo descubre y la decisión
comprometida que asume quien lo encuentra para dejarlo todo (venderlo) por tal
de adquirirlo y seguirlo, es la triple llamada que se nos trasmite.
*Vivamos la alegría de descubrir el
Reino porque “no es poco, un tesoro”, algo misterioso, llano de
sorpresas, de dones y bienes.
*¿Qué actitud provoca en ti
este descubrimiento? …te invita a adquirirlo, acogerlo,
abrazarte a él como un regalo, un don, no sólo para sí, también para darlo a
los demás con la misma actitud con que lo recibes.
*¿Cuan es tu decisión para
conseguirlo y aprenderlo con una adhesión total? adquirirlo,
adherirnos a él, sacar de él todo lo que nos trae y ponernos a su servicio: al
servicio del Reino de Dios en favor de la humanidad entera.
Y es que este Tesoro, esta Joya, por eso
está escondido y por eso la sorpresa, no consiste en el dinero, las apariencias
o el poder, no lo que se puntúa con criterios terrenos o los poderes
materiales, ¡NO!
Los valores del Evangelio, de ese Tesoro
son, aunque los listados no alcanzan a expresar todo lo que hay dentro: la
libertad; la hondura del ser; la autenticidad de las relaciones; la bondad del
corazón; la confianza; el valor del encuentro humano; la solidaridad y el
compromiso con la liberación del sufrimiento.
Buen ejemplo nos dan los santos y muchos
hermanos / as de hoy, los llamados santos de la puerta de al lado, pero sobre
todo la Santísima Virgen que llevó ese Tesoro en su seno, lo dio a luz, lo
crió, lo siguió hasta la Cruz y lo vivió en la Gloria de la Resurrección, Ella
que hoy está en el Cielo coronada como Señora de todo lo creado … a Ella debemos
recurrir con fe y confianza.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario