“El verde de la Esperanza, el ungüento de la fraternidad y las raíces que se adentran en la tierra, he aquí tres enseñanzas de olivo”
Olivo verde de hondas raíces,
tronco
retorcido y fruto suave:
Dime,
¿cómo puedes
vivir
tanto tiempo,
sentir la
sequía,
el
viento, la nieve,
los
atroces vientos…
en tu ser?
Olivo de
plata,
que al
doblar tus hojas,
brillas
por el sol;
olivo,
testigo de tantos sudores,
objeto
precioso de continuo afán;
ánfora
cristiana de ritos sagrados,
bálsamo
dulcísimo,
de
fragante olor.
Pueblas
amplios campos,
de este
al oeste,
sacudes
tu polen cuando estás en flor,
te cargas
de frutos:
fruto
duro y verde,
que vas
transformando en negro color.
Olivo
verde-plata;
tus ramas
son fiesta
en manos
de niños, que cantan gozosos;
fuego tus retallos, ascua tu troncón:
luz y
calor,
verde y
plata,
signo de
paz,
amigo del
hombre,
compañero
fiel,
arraigado
en el seno de la madre tierra,
mirando
hacia el cielo,
vigilante
torreón.
El huerto de los olivos en Getsemaní
Entre la gruta del prendimiento y la basílica de la Agonía en Jerusalén quedan, del olivar del tiempo de Jesús, ocho olivos que configuraron el huerto. "Jardín de flores" que lo llamaron los peregrinos de la Edad Media.
Antonio Aranda Calvo
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