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viernes, 16 de septiembre de 2022

DOMINGO XXV T.O. 18 de septiembre 2022

 


«El que es de fiar en lo poco, también en lo importante es de fiar» 

LECTURAS: Amós 8, 4-7; Salmo: “Alabad al Señor, que alza al pobre”.
I Timoteo 2, 1-8; Evangelio de San Lucas 6, 1-13.

    La Palabra de Dios hoy nos pone frente a la defensa del pobre y desamparado; a la vez nos invita a orar y rezar por todo el mundo, por las autoridades, por los que están en responsabilidad para que orienten su vida y su acción por la verdad y el servicio y el bien común. Valora la astucia y la atención inteligente en favor de las cosas de Dios, que no es el espíritu de dominio y de poder, que nos es aprovecharse de los demás, sino servir mejor a los demás, al Reino. La Palabra de Dios, en este domingo, tiene un marcado sentido social, cuando nos vamos incorporando a nuestros quehaceres, nos viene bien esta llamada.   

     La doble contabilidad también se practicaba en tiempos de Jesús; muchos se aprovechaban de los más débiles, cambiaban pesas y medidas, elevaban indebidamente el precio de los productos; era la manera de proceder de administradores y traficantes, mercaderes, comerciantes sin escrúpulos, que trataban de sacar partido de los bienes que poseían y de las fincas que se les confiaban. También, entonces, estas operaciones eran arriesgadas si se llegaban a conocer, como pasa en la parábola, pero el afán de lucro no tiene límites. Ya el profeta Amós denunciaba que, en su tiempo, sobre todo los comerciantes, lamentaban que no se pudiera vender y explotar a la gente durante las fiestas y el sábado (Am 8,4-7). Hoy día las grandes superficies, por ley ya no tienen esas limitaciones, buscando la mayor ganancia no se preocupan o poco de la vida de familia, de sus empleados y de los mismos clientes, personas que con su trabajo les hacen vivir. Hoy, el tema está al vivo en nuestra sociedad.   

       No es que todos los comerciantes o empresarios sean injustos, pero el peligro es estar inclinado tanto al dinero y a las ganancias que se rechacen hasta las exigencias religiosas por tal de “ganar y ganar”   

      Tanto Lucas como Jesús conocen la situación del mundo, en que algunos administradores corrompidos llevan a la quiebra a las empresas. Jesús en esta parábola, que reflejan hechos de la vida social de su tiempo, muestra la astucia de este tipo de administradores que llevan una doble contabilidad (Lc 16,1-13). Incluso el amo del administrador se queda admirado y alaba su astucia y no, claro está, su injusticia. ¿Qué pensaban realmente Jesús y Lucas respecto al caso que cuentan? Mantienen sin duda una distancia crítica respecto al personaje del administrador en el que se mezclan el bien y el mal.  

      Lucas está muy preocupado por el tema de la riqueza, porque sin duda es un gran obstáculo, en primer lugar, para hacerse cristiano y en segundo lugar, para vivir como tal. Ni Lucas ni Jesús van a condenar el dinero, pero invitarán a los cristianos ricos a no cerrar los ojos ante la realidad de la pobreza de muchos miembros de la comunidad. El peligro del dinero es que se convierta en un dios que nos esclaviza y nos impide servir al verdadero Dios a través de los hermanos.  

       Hay, sin embargo, algo que llama la atención en los servidores del dinero. Es su astucia y laboriosidad para conseguir sus fines. El creyente debiera desplegar tanta energía al servicio del Reino como los no creyentes al servicio del dios dinero. Lucas parece echarles en cara a sus lectores el que no son capaces de movilizar todas sus energías al servicio de Dios y de los más necesitados, Dios en persona. Son sin duda personas buenas, pero no son lo suficientemente ambiciosas y responsables con la vida de la comunidad eclesial.  




El sueño del caballero

Antonio Pereda
Hacia 1864. Aguafuerte,
Buril sobre papel avitelado, 313 x 450 mm
Museo del Prado 

[El carácter “peligroso” de las riquezas terrenas sólo queda eliminado cuando se utilizan para promover la verdadera amistad y cuando no se convierte al dinero en rival y enemigo del servicio de Dios].  

     La única manera de redimir el dinero injusto es ponerlo al servicio del Reino. Se dice que todo dinero es injusto, y que tan sólo hay ricos porque hay pobres; lo que valdría también para los ricos de las comunidades cristianas. No somos los propietarios de los bienes, sino tan sólo administradores de lo que Dios ha creado para todos. La única manera de redimir el dinero es administrarlo al servicio de la comunidad eclesial. Así lo hacían algunos ricos que vendían sus propiedades y ponían el dinero a disposición de los apóstoles para que éstos socorrieran a los necesitados.  

     Sin duda son pocos los que se sitúan en esta perspectiva evangélica, el que todos deben tener lo necesario para poder realizar su vocación de hijos de Dios. Más bien todos se consideran propietarios de los bienes heredados o adquiridos con buena conciencia. Esto bloquea toda una serie de iniciativas posibles al servicio de la transformación del mundo porque se carece de recursos. Sin duda que no basta ni la limosna ni la llamada justicia social. Tan sólo el compartir solidario puede hacer que los bienes efectivamente estén al servicio de todos.     

     Se nos pide, respecto a los poderes y a los dirigentes de la sociedad; respeto y hasta la oración por ellos, pidiendo siempre a Dios haga posible se lleve a cabo su designio, su proyecto, el proyecto de Dios sobre el ser humano, para poder llevar una vida en paz y digna; pero también libertad, visión crítica y exigente, colaborando en lo justo en favor del hombre, lo que pueda desarrollar al ser humano en este mundo, aquí abajo y también para el final del mismo, destino definitivo del hombre, que no puede ser otro más que Dios.  

    Nuestra participación en la Eucaristía crea una auténtica comunión con los demás. Esta comunión no puede ser puramente espiritual, sino que tiene que traducirse en compartir también los bienes materiales con los necesitados. No se puede servir a Dios y al dinero.  

         Un algo de bueno se puede apreciar en el administrador injusto, él no se había enriquecido en su administración… “Ahora no tiene donde caerse muerto” 


 Antonio Aranda Calvo. Sacerdote. 

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