LECTURAS:
Daniel 12, 1-3. Salmo 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti. Hebreos
10, 11-14.18. Marcos 13, 24-32
“Día mundial de los Pobres”,
Instituido por el Papa Francisco.
Introducción: Hoy demos gracias
a Dios por tantos y tantos hermanos que en nuestra Iglesia y en todo el mundo
se preocupan por los pobres y tratan de solucionar sus problemas: Cáritas como
institución propia de la Iglesia, Asociaciones Caritativas, Equipos y Vocalías
de Caridad, ONGs de tipo solidario y caritativo… También pidamos al Señor por
los más necesitados, en lo material y también en lo espiritual y religioso; que
el Señor nos de la Gracia de ser sensibles a estos problemas. Deberíamos sufrir
por tanta pobreza y por tantos hermanos pobres y necesitados como hay en el
mundo.
En el Evangelio de hoy
que nos trae este mensaje:
1º.- No
trata el Señor de hablarnos tanto del futuro cuanto de invitarnos a que nos
preparemos para ello: “La luz que brillará en ese último día será única y
nueva: será la del Señor Jesús”, que
vendrá con todos los santos y todos los que hemos amado en la vida… ÉL QUE ES
NUESTRO AMOR… Aparecerá Jesús con su rostro de amor radiante, y ante Él todo
ser humano resplandecerá en plenitud… en ese encuentro veremos el Rostro del
Amado, fuente de luz, sin ocultación alguna.
2º.- Jesús también nos dice que nos espera una meta la cual, con su Gracia y nuestro esfuerzo, podremos alcanzar… y es el encuentro definitivo y pleno con el Señor y con todo lo que hemos querido en esta vida. No sabemos cómo será ese encuentro, ni de qué manera sucederá, pero “las palabras del Señor no pasarán”. Lo importante es que en ese día cada uno tendremos que ver si la Palabra del Hijo de Dios, Jesús, ha iluminado nuestra vida, o le hemos dado la espalda, si hemos preferido confiar en Él y seguirle o, por el contrario, hemos seguido nuestros caprichos y pretensiones… Este será el momento en que nos entreguemos totalmente al Amor del Padre, a su Misericordia y nos fusionemos con su Hijo Jesús, bajo la mirada de nuestra Madre María, abogada nuestra, y en presencia de todos los santos, que harán de intercesores.
3º.- Es este momento el que debemos esperar… prepararnos para llegar a esa meta, que es como semilla plantada por Dios…; a ella debemos aspirar, a ella debemos prepararnos con empeño. Y tengamos por seguro que no podremos, en modo alguno, escapar a este encuentro (llamado juicio)… ni podremos comprar el resultado aún todo el dinero del mundo, ni con las más grandes influencias… en ese momento crucial nos valdrá solo el haber cumplido la voluntad de Dios, el Mandamiento principal y único. Esto sólo será la garantía de superarlo y con ello encontrar nuestra realización como personas humanas e hijos de Dios.
Antonio Aranda Calvo. Sacerdote.
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